Javi Querejazu, blusa desde hace 41 años, en una solitaria plaza del Arca. Igor Martín

La bata de cuadros que sedujo a Marisol

Javi Querejazu | Blusa ·

Hace 41 años, el muy galán prestó la prenda festiva a una joven que se quejaba de frío. Acabaron casándose

Lunes, 27 de julio 2020

Para que luego digan que los blusas son un pelín babosos -sí, babosos, que lo ha oído un servidor varias veces- y que en Vitoria entre el Chupinazo y la madrugada del 10 de agosto es una hazaña -¿bélica?- ligar vestido con la indumentaria propia de un aldeano de Aramaiona. Pues va a ser que sí. Que en las cuadrillas también había antes gente maja, mozos muy capaces de seducir con su extenso abanico de artimañas a una bonita chavala y de con los años llevarla del brazo hasta el altar mismo de la iglesia de San Ignacio, en Adurza.

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Aquí se presenta Javi Querejazu, apagado por las 'no-fiestas' de este 2020, para dar fe con su amorío de que lo dicho es posible, pero que muy real eso de que uno puede enamorar(se) entre paseíllo y paseíllo, en plena Siberia-Gasteiz, fría en el cortejo sentimental y más aún en el termómetro. Él notó hace la tira lo de las mariposas en el estómago. Ahora resulta que en cuestión de horas se cumplirán 41 años de la primera vez que intimó con Marisol, conocida de la Cuesta, después novieta y al final esposa. Desde 1979, desde aquella noche que coincidieron las cuadrillas de ambos, de jarana por supuesto, en lo que hoy es la plaza de los Fueros. «Le dejé mi blusa porque tenía frío. A tiempo me la gané», recuerda Javi, que ya por entonces, con solo 17 años, ejerció de apuesto galán, y eso que era un jaranas de 'cuidao'. Lo sigue siendo. «Llevamos toda la vida juntos», celebra. Y tan felices. Se mantiene en pie como blusa después de haber pasado por tres cuadrillas y ella, acostumbrada a un marido juerguista, le da carrete hasta cierto punto. Faltaría más. Se dejan ver juntos por el centro esos días de murga que para ellos también lo son de aniversario.

«Una melena de la leche»

A las edades que se conocieron, en la lerda adolescencia, a Javi aún le quedaba pasar la prueba de fuego. ¿Cómo será este de normal?, vino a preguntarse la «muy guapa» Marisol. «De blusa somos todos iguales, pero al natural la cosa cambia». Le debió caer en gracia el chaval porque, pasadas las verbenas y tras la primera cita más en serio, ya jamás se separaron. Como dos tortolitos. Lo dicho, cuatro décadas y un hijo que sumar al matrimonio. 33 años de casados. Y ni la 'p... mili' en Cartagena -trece meses de instrucción, rancho y vivencias- les distanció. «Me escapaba a menudo. Tuve muchos permisos», desvela el entonces recluta.

«Todo el día al lío. Dormía tres horas y arriba. No paraba»

Conviene preguntarle como era en el 79, de qué o de quién se enamoró ella en aquella Blanca de los primeros años de la transición, en plena efervescencia de las cuadrillas que brotaban como champis. «Tenía una melena de la leche. Y era muy chuflero.... Todo el día al lío. Dormía tres horas y arriba otra vez. No paraba», rebobina en su alma de blusa incombustible. Sigue siendo un bonachón, a lo que ahora añade ser casi sesentón, orondo y 'pelao', sin un pelo de tonto. ¿Qué fue de aquella su cabellera de la que se apropió algún sioux en una noche confusa?

Este tipo que entre otras ocupaciones bulliciosas también figura la de acompañar a Celedón en su sufrido tránsito por la Virgen Blanca cada 4 de agosto, jamás ha cambiado de chaqueta. Mejor dicho, de color, quizás en recuerdo de aquella primera blusa de cuadros de Betikoak con la que cubrió a Marisol la noche de autos. Dos años después, en el 81, Javi fundó con otros Karraki, que luce la misma bata, y hace veinticinco participó en la creación de Hegotarrak, de la que ha sido presidente hasta hace poco y a la que pertenece como uno más. El virus les ha chafado el feliz cumpleños. Pero a 'Quere' el 'bicho' no le jode la tarde de hoy.

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¿Y estas fiestas?

  • «Me pondré el pañuelo» Ayer regresó de vacatas. Hoy, sin Celedón al que acompañar, se anudará el pañuelo y beberá cava. «Mañana como fuera con mi hermana, la mujer y el chaval y caerá un cubata en el HF».

LA BLANCA 1979

La misteriosa ausencia de la banda de reclutas

La banda de música de Araca, en plena interpretación un día de fiestas de La Blanca de finales de los 70.

Primera recepción del Ayuntamiento en el palacio de Ajuria Enea al Consejo General Vasco, hoy Gobierno vasco, bajo la presidencia de Carlos Garaikoetxea.

Celedón primero se descolgaba a su piso de Postas y luego, a eso de la una de la madrugada del 10 de agosto, regresaba a la torre hasta el año que viene. La nocturna procesión de los Faroles y la madrugadora del Rosario de la Aurora ya congregaban a miles de devotos (o no) de la Virgen Blanca. Los blusas sin apenas neskas -ahí que salieron por primera y última vez las pioneras de Lamiak- marchaban en animado paseíllo por Dato rumbo a la plaza, donde sí había toros cada tarde con los mejores espadas del escalafón. Al escenario del Principal se subían los artistas del momento y las barracas entretenían a todas las edades en el parking de Mendizorroza. Los mayores tenían su día (el 6); los niños, el suyo y los blusas veteranos brincaban ya con el tercero de su serie. Y se bailaba en dos verbenas, la de 'Otros tiempos' en La Florida, y con la nueva, 'Tiempos modernos', en Santa Bárbara.

Vamos, que las fiestas de 1979 eran parecidas, salvando las distancias, a las actuales por mucho que hayan pasado cuatro décadas. Pero tuvieron su aquel, según cuentan las crónicas. Por ejemplo, no se dejaron ver ikurriñas ni pancartas reivindicativas en el Chupinazo y solo se izó la bandera de la ciudad en la balconada. Cuatro meses antes, en abril, se habían celebrado las primeras elecciones municipales de la democracia, que en el caso de Vitoria eligieron como alcalde a José Ángel Cuerda, a quien anudó el pañuelo rojo José Luis Isasi en el último de sus veintidós años de Celedón. Precisamente, aquel Ayuntamiento ofreció al día siguiente una recepción al Consejo General Vasco en Ajuria Enea, meses antes de que el palacio se convirtiera en la sede oficial del primer lehendakari, Carlos Garaikoetxea.

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Javier Querejazu en 1979.

Pero hubo mucho más aquel 79. 'La Hoja del Lunes' se hizo eco de «una ausencia que se hace notar», escribió el cronista, la de la banda de música del Centro de Instrucción de Reclutas (CIR) de Araca que amenizaba las dianas hasta con txistus. EL CORREO también se preguntaba por la razón de su falta, pues el público la echaba de menos pese a los acordes de, entre otros, la banda de Elciego, desde 1939 en las calles, o Los Pomposhos de San Sebastián, con su característica bola de lana en la txapela.

Era asiduo a La Blanca el canadiense James Lindores, que venía con su familia atraído por los toros, y eso que se quejaba de que «hace tiempo que no se hace toreo serio en algunas plazas». En realidad supo de Vitoria por un singular consejo. «Una señora que escribe en el boletín del Club Taurino de Nueva York decía que Pamplona no era una feria recomendable porque todos estaban borrachos», contaba el guiri.

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Si ya lo dijo Cuerda en su balance del día después: «han sido unas fiestas estupendas». Pues vaya novedad, como lo son siempre.

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