Encabezado de factura de Fidel Díez (Bilbao), marca de fábrica de Juan Álvarez (Sevilla) y logo actual de Mantecados Felipe II.

El viaje de Bilbao a Vitoria de Felipe II

Historias de tripasais ·

Estos famosos dulces navideños han hecho durante el último siglo un largo viaje sin perder un ápice de calidad

Ana Vega Pérez de Arlucea

Lunes, 17 de diciembre 2018

Se acerca la Navidad a pasos agigantados, así que espero que ustedes hayan hecho ya acopio de dulcerías y manjares, dispuestos a que no falte de nada ni en los atracones ni entre festín y festín. Yo, por mi parte, mantengo el firme propósito ... de no comer ninguna dulzaina navideña hasta el mismo día 24 porque si no se me quita la ilusión, qué quieren que les diga. Con el repertorio de golosinas que tenemos permanentemente a nuestro alcance y la diaria ingesta de azúcar, que anda por las nubes nos guste o no, resulta entrañable reservar los postres festivos para las fechas que tradicionalmente les corresponden.

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Suficiente tendremos con la resaca postnavideña y con las sobras (ese turrón duro que nadie quiso, esas peladillas que olvidamos en un rincón) como para empeñarse en comer mazapanes y polvorones desde el 1 de octubre. Habrá por ahí quien siga el mismo compás moral y lleve semanas babeando, pensando en el mágico momento en que –ris rás— retorcerá los extremos del papel de seda para descubrir el polvorón de sus desvelos.

En nuestro caso, lo más probable es que ese placer, postergado durante 350 días, lleve el nombre de Felipe II. Esta joya de la confitería elaborada artesanalmente en Vitoria lleva únicamente harina de trigo, manteca de cerdo, azúcar y almendra y luce orgullosamente un sello dentro de cada envoltorio que, además del número de lote, proclama que nos encontramos ante el mantecado más premiado del mundo. Efectivamente, tiene premios y galardones a porrillo, siendo uno de ellos el que figura también en sus cajas y el que siempre me ha llamado más la atención: 'Diploma de Honor y Medalla de Oro de 1ª clase en la Exposición Internacional de Madrid 1903'.

Puesto de venta de los populares mantecados vitorianos.

Algunos de ustedes, los más txirenes sin duda, sabrán que los mantecados Felipe II se hacían antiguamente en Bilbao y que de la capital vizcaína pasó la receta y la marca a la señora Blancanieves Tejedor, que es quien los sigue haciendo en una fábrica de Gasteiz y quien preservó este tesoro culinario cuando nadie en Bilbao parecía interesado en continuar la tradición. Pero ¡ah! lo que muchos ignorarán es que tanto el nombre de estos míticos mantecados como el secreto de su elaboración se los debemos a un sevillano. No podía ser de otra forma, ya que fue en Estepa (Sevilla) donde comenzó la gran historia de los polvorones como postre navideño por antonomasia.

Juan Álvarez, el pionero

En diciembre del año 1900 Juan Álvarez Fernández, un confitero establecido en la calle Butrón de Sevilla, solicitó una marca de fábrica para distinguir sus mantecados: un círculo con el retrato del rey Felipe II rodeado de las palabras «exquisitos mantecados Escorial» y «Juan Álvarez - Sevilla». Esta imagen debía de ir en las cajas, cartuchos y papel de envolver de los productos impresa «en tinta color grana», igual que los vitorianos Felipe II de hoy en día. Poco más sabemos de nuestro amigo sevillano aparte de que hacía muy buenos mantecados y que en 1903 ganó efectivamente un diploma y una medalla en la categoría de confitería de la Exposición Internacional Villa de Madrid, celebrada en el Retiro entre mayo y junio de ese año.

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Tan famosos debían de ser sus dulces que en 1911 y ante la gran demanda cedió el derecho de usar su marca a dos fabricantes. Poco después, en 1918, se inscribe oficialmente a Fidel Díez Pérez como depositario de la marca «para explotarla en las provincias de Álava, Vizcaya, Guipúzcoa, Navarra, Logroño, Soria, Segovia, Valladolid, Palencia, Burgos, Santander, Oviedo, Lugo, Coruña, Pontevedra y Orense».

El traslado

Fidel Díez era un pastelero bilbaíno que había comenzado en Iralabarri en 1909 y poco después había puesto un ultramarinos con obrador en la calle Rodríguez Arias 9. Más o menos por la misma fecha en la que consiguió los derechos del célebre polvorón se trasladó a Hurtado de Amézaga 36, lugar en el que se elaboraron los «exquisitos mantecados Regente y Escorial» hasta los años 90. Varias generaciones de bilbaínos recordarán a sus hijos José y Fidel tras el mostrador vendiendo año tras año los benditos mantecados.

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Ellos mismos supervisaron la primera producción trasladada a tierras alavesas, así que pueden ustedes dar por seguro que los Felipe II siguen haciéndose igual. ¿Y el nombre? Nada tiene que ver con el rey Felipe, me temo, ya que no hay prueba de dulces similares hasta el siglo XVIII. Pero qué más da, si su verdadera historia nada tiene que envidiar a ningún monarca. Sean buenos y resérvenlos para Navidad.

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