
Vasquitos y nesquitas, Goyas y Garcías
Historias de tripasais ·
Los bombones más famosos de Vitoria nacieron en 1929 tras la fusión de dos confiterías históricas: la de los Goya y la de Pedrín GarcíaSecciones
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Historias de tripasais ·
Los bombones más famosos de Vitoria nacieron en 1929 tras la fusión de dos confiterías históricas: la de los Goya y la de Pedrín GarcíaNo sé si a ustedes les pasará lo mismo, pero a mí me fascinan los dulces que han conseguido categoría de souvenir bien entendido. Iconos comestibles, recuerdos sabrosos que lo mismo sirven para evocar fugazmente un viaje que para agasajar a anfitriones, amigos o familiares y demostrarles las virtudes gastronómicas de la tierra de la que venimos. Entre las golosinas-souvenir destacan las ensaimadas mallorquinas (ningún turista que visite la isla balear se va sin su correspondiente caja octogonal bajo el brazo), las mantecadas maragatas, los mazapanes toledanos, las yemas abulenses o las compostelanas tartas de Santiago.
Algunas de estas recetas son típicas de toda una provincia o municipio y otras son creaciones de una pastelería en particular, como ocurre por ejemplo con la torta real de Motril (de la confitería Videras), los zaragozanos adoquines del Pilar (Industrias Caro) o los famosos rusos de Alfaro (obra de la confitería Marcos). Hay quien no pisa Bilbao sin agenciarse una docena de bollos de mantequilla y quienes contra viento y marea acuden a una tienda concreta para adquirir lo que consideran el regalo bilbaíno por antonomasia, sean trufas de Arrese o sardinas de chocolate en Nevada.
De Pamplona se traen caramelos de las Dos Cafeteras, de Donosti pantxineta de Otaegui y de Vitoria, cómo no, vasquitos y nesquitas de Confituras Goya. Si en otros sitios los hilos de coser se meten en latas de galletas danesas, aquí esa función la desempeñó siempre la caja metálica de Goya. La actual es rectangular –con un dibujo de dantzaris en la tapa– y también vale para guardar fornituras, alfileres y dedales, pero la que yo recuerdo era redonda, ilustrada con una pareja de sonrientes aldeanos. Tan icónica que ya forma parte de la colección de objetos del Museo Vasco, la lata de Goya ha servido como estuche seguro para cartas de amor, cromos, medicinas y por supuesto también bombones, su propósito original.
¿A qué saben realmente los vasquitos y nesquitas? Si entran hoy ustedes en la web de Goya, leerán que los primeros son bombones de praliné de naranja y las segundas «bombones de praliné, frutos secos y crema de toffe», pero cuando se inventaron las nesquitas fueron etiquetadas como «pastillas». Es decir, algo más parecido a un caramelo que a un bombón. Ésa fue la intención de su creador, José Goya Mendizábal, cuando en 1929 solicitó dos marcas comerciales para distinguir como Baskitos (con B y con K) unos bombones de chocolate a la crema de diversos sabores, y bajo el nombre de Neskitas unas «pastillas a la nata con sabor de piñón, almendra, avellana, naranja, nuez o uvas pasas».
Don José Goya constituía por entonces la tercera generación de una familia dedicada a la dulcería desde 1886, año en el que su abuelo Manuel abrió la primera tienda de Confituras Goya en la vitoriana calle de Mateo de Moraza. De la mano de su hijo Saturnino el negocio se trasladaría luego al número 6 de Dato, donde aún sigue endulzando nuestra vida y donde los Goya se convertirían en vecinos de otra golosa saga, los García. De origen zamorano, Pedrín García Ramírez dirigía junto a su mujer Juanita Ugalde la pastelería Casa García (c/ Dato, 20). Confitero de día y poeta de noche, colaboró habitualmente en el diario 'La Libertad' o la revista 'Vida vasca' escribiendo poemas humorísticos bajo el pseudónimo de Abate Merengorum (el abad de los merengues).
Rosario, una de las hijas del Abate, protagonizaría en 1927 una dulce fusión comercial al contraer matrimonio con el heredero de los Goya. De rivales pasaron a ser socios: en la solicitud de marca para los Baskitos y Neskitas la dirección de José Goya ya figura como Ortiz de Zárate 12, donde estaba el obrador de Casa García que pueden ver en la foto. Tal y como rimó el Abate Merengorum en un anuncio para ambas tiendas, «si pretendes mi amor mi mayor placer sería / que me llegues a obsequiar en esta confitería».
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