La contaminación mató al tomate de Deusto
Historias de tripasais ·
Aunque los vecinos de este barrio bilbaíno sigan siendo conocidos como 'tomateros', el fruto que les dio su apodo dejó de cultivarse en los años 60Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Historias de tripasais ·
Aunque los vecinos de este barrio bilbaíno sigan siendo conocidos como 'tomateros', el fruto que les dio su apodo dejó de cultivarse en los años 60Los tomates de Deusto han «desaparesido», y en sus huertas floridas «diesmil» viviendas han «nasido»... Así decía la canción. Los versos eran del gran K-Toño Frade sénior, la música de Juan Orúe y el sentir, uno que tristemente compartían todos los bilbaínos. Corría el ... verano de 1960 y los tomates deustuarras brillaban por su ausencia en las fruterías. Sólo algunos afortunados con contactos o cartera bien provista conseguían, casi de contrabando, los pocos que se seguían cultivando en las laderas del monte Banderas.
Atrás quedaban los tiempos en que el mercado del Ensanche, el más próximo a Deusto, recibía diariamente durante el mes de agosto decenas de cestos con 50 kilos de tomate cada uno. Tan gustosa y abundante había sido antaño la oferta tomatera que incluso mereció un hueco –junto a las merluzas de Bermeo y el 'txakolin gorri' de Bakio– en la letra de 'Bilbao y sus pueblos', una de las bilbainadas más populares.
Los célebres tomates de Deusto han sobrevivido en el cancionero, en el sobrenombre que reciben los vecinos de su barrio ('tomateros') y poco más. ¿Se acuerdan de la Feria del Tomate Antiguo que mencionamos aquí la semana pasada? Se celebra desde hace cuatro años en Santa Cruz de Bezana (Cantabria) y allí por ejemplo se pueden encontrar semillas de la variedad de Deusto. Más bien de lo que se cree que era el tomate de Deusto, ya que la simiente actual procede mayormente de Erandio y, como explicaremos a continuación, hubo un momento en el que las originales plantas deustuarras fueron sustituidas por otras más resistentes a la polución. La contaminación del aire y la desaparición de los huertos acabaron con lo que había sido un apreciado alimento y también un próspero negocio para los campesinos de la anteiglesia de Deusto, que sacaban dinero tanto del cultivo de tomates como de la venta de su simiente.
De tamaño pequeño a medio, algo aplastado y con ligeros surcos o 'costillas', la gracia de aquel tomate estaba en su acidez, su jugosidad y su inmediata cercanía. De auténtico kilómetro 0, se arrancaba de la mata de madrugada y estaba a la venta apenas un par de horas después. Su piel fina, tan agradable al paladar, lo convirtió en una rareza fuera de los mercados de Bilbao: los frutos podían aguantar el breve viaje desde lo que hoy conocemos como San Ignacio, Ibarrekolanda, Bidarte y San Pedro (el antiguo barrio rural del Goyerri de Deusto) hasta el Ensanche o La Ribera, pero no mucho más.
Por eso la producción, destinada al público local, no era demasiado elevada. La fama del tomate de Deusto no se debió a que sus frutos llegaran directamente a todas las mesas del país, sino al pujante comercio de sus semillas. El historiador Ignacio Villota, autor de numerosas obras sobre el pasado de su Deusto natal, ha contado muchas veces que lo verdaderamente floreciente de aquellas huertas a orillas del Nervión fueron las sementeras.
El progresivo secado de los humedales cercanos a la ría durante el siglo XVIII propició no sólo que gran parte de los terrenos de Deusto se convirtieran en campos de cultivo, sino también que muchos de sus habitantes se especializaran en el sector de la jardinería, la horticultura y los viveros. La conocida floristería Rementeria (Lehendakari Aguirre, 18) es prueba de ello: este comercio familiar fue fundado hace más de 100 años por Pantaleón Rementería Larrazábal, horticultor formado en Francia y dueño de un gran vivero en Deusto.
Antes que él estuvieron Paulino de Garay, dueño en el mismo barrio de huertos de pimiento y tomate allá por 1848; Pedro Urruchurtu, destacado cultivador de coles, calabazas y tomates en 1873, y Diógenes Orueta, perito agrónomo que en 1890 tenía varios viveros y un depósito de semillas en la zona. Años después triunfaron en el mismo negocio familias como los Cortadi o los Marcaida, saga a la que perteneció uno de los últimos tomateros profesionales de Deusto.
El 31 de julio de 1966 EL CORREO entrevistó al señor José Marcaida en su caserío, Alday, en el que antiguamente había habido miles de plantas de tomate y que en ese momento estaba a punto de ser absorbido por los nuevos edificios de San Ignacio. «El tomate de Deusto era maravilloso porque la tierra de aquí no era de regadío», decía Marcaida, «le daba ese gusto especial un poco ácido y esa carne prieta y sin semillas». Su familia se dedicaba a la sementera y mandaban semilla de tomate a toda Bizkaia, Burgos, La Rioja, Navarra, Asturias y Cataluña. Hasta que las plantas comenzaron a enfermar. En opinión de Marcaida, por la contaminación del aire. Las tomateras dejaron de echar flor y hubo que recurrir a una nueva variedad: «un marino de Lejona trajo hace años un tomate más duro de pellejo que el anterior pero casi tan bueno, y que aguantaba el ácido de las fábricas». El problema se agravó con la urbanización extensiva del barrio y en 1964 los Marcaida tuvieron que abandonar la sementera. No quedaba tierra ni para una ensalada
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
A la venta los vuelos de Santander a Ibiza, que aumentan este verano
El Diario Montañés
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.