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Como principal protagonista o arropando a otros manjares, el huevo es ingrediente indispensable en cualquier taberna que se precie. De alto valor nutritivo y gastronómicamente muy versátil, el alimento abunda en las cartas de los establecimientos vitorianos proporcionando muchas satisfacciones. Como los benedictine de La ... Kobatxa (Mateo de Moraza, 21).
Son de caserío, están escalfados con mimo, los sirven con una salsa holandesa espectacular regada con un chorrito de zumo de lima y llevan una tostada de pan brioche, rúcula, jamón ibérico y queso Idiazábal. Solo contarlos da hambre. En El Clarete (Cercas Bajas, 18) proponen una yema de huevo de caserío confitada y ahumada, bien arropada con migas de pan, patata y chorizo. La sirven en un vasito y está de rechupete.
¿Qué se puede decir a estas alturas del huevo del Sagartoki (Prado, 18)? Es el trampantojo perfecto, una especie de croqueta que explota en la boca y sabe a huevos fritos con patatas.
Eso sí, hay que comerlo de un bocado porque si no te pringas de arriba abajo. Es una joya en miniatura, no en vano ostenta el título de Mejor Tapa de España. Si optamos por algo más tradicional, Saburdi (Dato, 32) apuesta por huevos fritos camperos y ecológicos con patatas a la sartén y acompañados, bien con jamón ibérico de bellota, bien con papada ibérica. Lo suyo es cocina de autor basada en el producto de temporada y cuidan bien cada uno de sus platos, por sencillos que estos sean. También tienen un revuelto cremoso de pata con foie a la plancha que merece la pena catar.
¡Agárrate que hay curva! En Txioka (Boulevard de Salburua, 18) disponen de una carta con huevos Eusko Label fritos en aceite de oliva virgen extra como base. Nada más y nada menos. Se pueden pedir con txitxikis, chistorra, bacon, calamares, paleta ibérica, croquetas, pimientos… Son raciones generosas para fomentar el unte. El Bar Idoia (Cuchillería, 25) sugiere unos huevos escalfados con chorizo a la sidra. Aquello es un santuario al que peregrinan los amantes del buen yantar.
Y en El Chispial (Pintor Teodoro Doublang, 9) sirven unos hongos salteados con yema de corral acordes con su filosofía gastronómica heredada de las tradiciones de una cocina hecha con cariño, con mimo y con los productos recién llegados de su huerta o de su gallinero en Eguileta.
El amor por la tortilla es comparable al gusto que da saborear un buen bocata rebosante de huevos batidos y escoltados con manjares variopintos. Larrain Taberna (Coronela Ibaigarriaga, 5) presume de dos bocadillos impresionantes: el de tortilla de chorizo y queso y el de jamón con setas. Pan crujiente, tortilla esponjosa, una combinación de ingredientes que casan a la perfección… ¡Qué más se puede pedir! Sí, hay un pintxo, de esos que destacan por su simpleza, que atrae a muchos fieles al Amarika (Plaza de Amarika, 3). Es algo tan sencillo como medio huevo duro, aliñado con mayonesa y huevo rallado, con una gamba cocida y coronado con una aceituna sin hueso. «Un huevo», solicita la clientela, y ya todos entienden.
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