El restaurante de Castro que ofrece una comida de lujo a precios asequibles

Txema Soria

Domingo, 12 de noviembre 2023, 07:42 | Actualizado 19:57h.

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Moisés Leránoz y su mujer, Isabel Gabás, abrieron el pasado mes de abril 'Lenteja. Casa de comidas' en Castro Urdiales, al comienzo de la playa de Ostende y frente al Centro Musical Ángel García Basoco (antiguo matadero municipal). Leránoz lleva la gastronomía en su ADN. Nació y se crio en el restaurante Sarasate de Pamplona, donde su abuela, Julia Jaca, era una institución y donde su madre, Manoli Aparicio, 'inventó' un viernes de Cuaresma de 1962 las alcachofas con almejas, todo un clásico.

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Se matriculó en Derecho y estudió Información y Turismo pero acabó por sucumbir a los fogones en aquellos meses de vacaciones en los que le tocaba ayudar en el local familiar. Decidió acudir a la Escuela de Cocina de San Sebastián y allí coincidió con Martín Berasategui, con quien rápidamente entabló amistad. Realizó prácticas en el restaurante Akelarre y en varios locales de Francia antes de hacerse cargo del Sarasate, donde consiguió la estrella Michelin en 1992. Trabajó durante doce años como responsable de los fogones del hotel El Toro de Pamplona, abrió un hotelito en Vinuesa (Soria) en el 2008, que se lo llevó la crisis económica, y fue jefe de cocina del restaurante Doma del Hotel Dómine y del restaurante Bema del Gran Hotel de Durango, cuya comanda llevaba la firma de Berasategui.

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En esta nueva aventura de Laránoz le acompaña su mujer, Isabel Gabás, que se encarga de la sala, y Sonia Lazcano, que le ayuda en la cocina. Su carta, escrita a mano, cambia muy a menudo e incluye todos los días un plato de cuchara que depende del producto del que dispone: marmita de bonito, alubia roja con sus sacramentos, patatas con níscalos, garbanzos con gambas... En 'Lenteja. Casa de comidas', se come magníficamente, a un precio muy asequible y se puede disfrutar de platos como un sabroso carpaccio de calabacín cortado muy finamente con queso picón azul de Cantabria y una vinagreta o carpaccio de atún rojo, tartar de remolacha y sésamo negro. También, piquitorris, extraordinarios pimientos del piquillo confitados con crujiente de papada ahumada, y que resulta una combinación excelsa. Es imprescindible probar su arroz meloso con almejas, que nos retrotrae a los sabores de la infancia.

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Para continuar, unas estupendas manitas de cerdo guisadas a la manera tradicional, callos y morros o carrilleras estofadas al vino con crema de patata. No se pierdan el lomo de lubina al horno con patata panadera y su prebe ni la ventresca de bacalao rebozado sobre camas de pisto y setas. Todos sus postres son caseros: tarta de queso, muy suave y cremosa, tarta de chocolate y plátano, mouse de manzana al calvados o crema cuajada de carajillo, invento de David de Jorge. La carta de vinos es corta pero con caldos que no fallan nunca.