Mugarri, un paraíso en Pobeña

¿Cuándo fue la última vez que se dejaron caer por Pobeña? Este pueblecito de apenas 200 habitantes por el que han pasado durante siglos miles de peregrinos es un pequeño gran desconocido para el público. Si de camino a la populosa playa de La Arena hacen un alto y se dan una vuelta por la localidad, descubrirán en el centro de la plaza un encantador restaurante que merece por sí solo la parada. Se llama Mugarri y es el proyecto más maduro de una familia, los San Vicente, de larga tradición hostelera.

El establecimiento se ubica en un antiguo caserío de aspecto remozado y confortable, que acoge además del asador un puñado de apartamentos turísticos. Dispone de un amplio comedor acristalado y un par de reservados, pero en estas fechas lo mejor es hacerse con una mesa sombría en el jardín. Llegamos un lunes a las tres de la tarde y, para nuestra sorpresa, la terraza está de bote en bote. Tenemos que esperar unos minutos, pero se aprecia diligencia y ganas de agradar. Quizá por eso la casa es capaz de contentar a publicos dispares, desde el playero ocasional hasta el sibarita autoctono, además de servir un buen número de comidas de negocios.

La carta –presentada en un florero para embellecer el anodino código QR– abunda en pescados y mariscos a la brasa con la manipulación justa de cocina. Extensa selección de vinos, con referencias muy interesantes a precios razonables. Bebemos Baigorri blanco fermentado en barrica, capaz de acompañar la finura del marisco y encarar con bravura cualquier tipo de salsa. Los anteriores visitantes recomiendan la ensalada de txangurro, las almejas o los mejillones con tomate y decidimos probarlos todos. Pero antes, hacemos la llamada prueba de la croqueta.

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Las del Mugarri la pasan con notable alto. La clásica de jamón es crujiente, fluida y de sabor delicado, mientras que la de chipirones sorprende por una interesante farsa con calamar troceado muy menudo. Ambas demuestran un buen hacer en la cocina que se mantiene durante toda la comida.

La ensalada de txangurro merece la fama que le precede. Demuestra respeto al producto sin encubrir sabores, realzando lo importante, que es la esencia del centollo. Sobresalientes las almejas a la plancha, corpulentas, suaves, de sabor lechoso. Y muy disfrutables los mejillones con salsa de tomate de leve toque picante. Ideales para seguir untando un pan tan sustancioso como esta familia de eficaces hosteleros.