Más de medio siglo de comensales satisfechos

El Caserío de Sondika es uno de esos restaurantes donde se come como dios manda desde hace más de medio siglo, un lugar en el que los platos son trabajados con esmero y donde la atención al cliente en sala es de exquisita profesionalidad. Al frente del local se encuentra Jon Zamarripa, que fuera delantero goleador en equipos como Eibar, Sestao, Barakaldo o Numancia y que hace más kilómetros ahora atendiendo a los clientes que en su época de jugador de fútbol. Un establecimiento que cuenta con varios comedores, incluido un aterpe cerrado para 40 personas junto al cuidado jardín. La filosofía de Zamarripa continúa el hilo que comenzó su amama, Pilar Bretones –fundadora del local en los años sesenta del pasado siglo y, de la que dicen cocinaba como los ángeles– y continuaron su ama, Cecilia Agirrezabala, y su tía, Nieves Zamarripa, que también tenían dotes para la cocina.

Al frente de los fogones se encuentra desde 2002 Patxi Zugazaga, cocinero inquieto, metódico, creativo; vive la cocina con pasión y en El Caserío ha visto colmada sus aspiraciones. Estudió en la Escuela de Hostelería de Leioa y ha trabajado en locales como el Jolastoki, uno de los restaurantes santo y seña en su época de la gastronomía vizcaína, donde aprendió con Sabin Arana gran parte de lo que sabe. Junto a él trabajan codo con codo Nadia Steffanson, que lleva en el local muchos años, y el joven Kevin Martínez, el último en llegar a la cocina.

En El Caserío se come magníficamente. El festín gastronómico comienza con un aperitivo de, croqueta de lomo ibérico, crujiente en su exterior y con una cremosa bechamel. Para continuar, uno de sus platos icónicos, taco de bonito casero, anchoa, piparra y cebolla sobre un fondo de pimiento rojo asado, mahonesa de gilda y tomate. Los amantes a la cuchara pueden optar por las alubias rojas al estilo de amama Pilar o con la sabrosona sopa de pescado y marisco. No se pierdan el Milhojas –el hojaldre es muy delicado– de pisto y bacalao. Se trata de una recreación de bacalao al Club Ranero, con salsa vizcaína en el fondo y el pilpil napando la parte superior del hojaldre.

Son de obligado cumplimiento platos como chipirones a la plancha, con la carne del chipirón hecha con gran delicadeza, sobre un sutil encebollado y decorado con salsa de chipirón y salsa de pimiento verde frito; rape a la plancha, con patata panadera, tomate concasse y verduras o cualquiera de sus pescados, lubina, pargo, besugo o rodaballo a la plancha y con su refrito. Los carnívoros tienen en carta las opciones de chuleta de vaca premium a la piedra o solomillo con foie y hongos. Y de postre, destacan la tarta fría de queso y arándanos con su helado y el biscuit de turrón de jijona con chocolate caliente, que es gloria bendita.

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