El cocinero Rafa Zafra, a la izquierda, junto a su equipo.

Estimar, un canto a los océanos en Madrid

Rafa Zafra eleva hasta niveles insospechados el arte de cocinar pescados y mariscos a unos pasos del Congreso

Jueves, 22 de abril 2021, 22:10

Mariluz fue una pescatera de la marina hondarribitarra que iluminó mi niñez en aquellos tiempos de Maricastaña en los que mi madre nos peinaba, nos vestía y nos calzaba con katiuskas para mandarnos al ultramarinos con el canasto y la lista de la compra escrita ... a lapicero. Pasábamos por el López a por fruta, patatas, bolsas de leche, sardina vieja para tortilla, galletas Fontaneda y bacalao. El siguiente puerto de montaña era meter en el zurrón un bloque gelatinizado de callos guisados y una sarta de salchichas de Gamborena y de un salto, pillar jamón cocido y croquetas de huevo en Etxarri. El colofón era la joyería de Mariluz, pringada de escamas hasta la cabeza y armada con su media luna afilada, despachando merluzas, gallos y perlones en lomos.

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Estimar (Madrid)

  • Dirección Marqués de Cubas, 18

  • Teléfono 914292052

  • Web www.restaurante-estimar.com

  • Precios Mejillones en vinagreta de encurtidos: 14 €. Carpaccio de cigalitas y cebolla caramelizada: 26 €. Chipirones rebozados con mahonesa de tinta: 26 €. Fritura de boquerones al limón: 16 €. Cabracho a la brasa: 90 €/kg

Vuelvo de los cerros de Úbeda y les cuento esta parrafada de abuelo cebolleta porque comparto misma pasión por el pescado que el cocinero Rafa Zafra y su familia, pues el Estimar, enclavado dos pasos del Congreso, es un canto a los océanos y a esa gloriosa materia prima que con tanto apetito papeamos cruda, cocida, hervida, frita a la andaluza, albardada o asada a la brasa, rociada de salsa ponzu o de refrito de guindilla y ajos, ¡a todo le buscamos acomodo en la panza!

La alianza de la familia Gotanegra y el reputado chef es de categoría, pues todo queda en casa y aprovechan al máximo una herencia acumulada desde 1895, cuando Dionisia Marco compraba pescado en la plaza Sant Pere de Roses, se echaba el canasto al hombro y caminaba hasta Figueres para venderlo en el mercado, como hace hoy Anna Gotanegra, que se mueve como una gacela entre las mesas del local.

Ostra-caviar.

Una particularidad que suma canasta triple es la cocina vista a los ojos del cliente, pues disfrutas de los cantos de sirenas de una vitrina repleta de virguerías –erizos, almejas, navajas, rodaballos, pargos, gamba roja, besugos, jureles o lo que luzca la lonja–, y a una brigada sonriente con las chaquetillas resplandecientes preparada pa'darle a tu cuerpo alegría.

En la crestería de los timbres de frío y los estantes inoxidables de cocina lucen parrillas, sopletes, fuegos de inducción y esa meticulosidad marca de la casa de una 'mise en place' rigurosa y hecha al momento que permite acariciar los pescados y mariscos con el calor de la lumbre o el ácido de un cítrico para cambiarlo de color y acomodarlo sobre la vajilla, rodeado de chispazos multicolores.

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La alianza sureño-catalana alumbró la rumba para el disfrute del planeta tierra y en esta santa casa, ese guitarreo lo complementan con chicha traída desde las costas de Galicia, Huelva o Cádiz, para que el festín sea total y a los clientes se les hagan los ojos chiribitas. El jefe de orquesta es Ricardo Acquista, mozalbete con aspecto de entrenador norteafricano de gladiadores romanos que mantiene alerta y al acecho a todo su equipo para que el ritmo no pare y todo fluya.

Salmonete en tres cocciones.

Pueden arrancarse con unas ostras francesas o unas almejas finas gallegas, ¡vivitas y coleando! Soban las anchoas en salazón y cuecen al vapor o en agua salada gambas cardenalicias, berberechos o percebes. Para los más cursis, poco piloneros, magrean en salsa navajas con escabeche, almejas con una salsa marinera al vino fino Quinta o fríen chipirones chicos, boquerones o filetitos de raya en adobo.

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Y el grueso del 'tinglao' consiste en dejarse llevar por esa pornográfica exposición de mandanga que les harán a la brasa. Quizás se les antojen espardeñas o una lubina fabulosa, esa cola de rape o un aparatoso cabracho con una fuente de patatas fritas y pimientos chicos, con pan de payés refregado con tomate y aceite a discreción. Los postres, además, son de nota.

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