guillermo elejabeitia
Domingo, 17 de abril 2022, 01:12
No viene de una saga de cocineros, ni ha hecho méritos en una larga lista de estrellas Michelin, pero tiene algo que no se enseña en las escuelas. «Siempre estoy pensando en cocinar, cuando vengo de hacer deporte y me siento bien, se me ocurren ... las mejores ideas», dice esbozando una sonrisa. Se llama Iñigo Ramos y se propone resucitar la hostelería de Balmaseda con un proyecto que ya quisieran muchos garitos de Bilbao.
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Dirección Martín Mendia, 5
Teléfono 688669589
Redes Sociales Instagram
Precios Menú del día: 14 €. Menu degustación (5 platos): 35 €. Menú degustación (7 platos): 45 €. Carta: 25/35 €
¿Les suena su cara? Fue el Cristo de la Pasión Viviente hace cuatro años. Entonces lo de montar un restaurante en su tierra era todavía un sueño, que se ha materializado por fin hace poco más de un mes tras pasar el via crucis de ser hostelero en tiempos de pandemia. Ramos y su novia, Naia Arenaza, se hicieron a principios de 2020 con el local que ocupaba el antiguo Pintxo i Blanco. Mientras el confinamiento mantuvo el comedor vacío, Iñigo decidió foguearse ofreciendo comida para llevar bajo el nombre de Teikegüey. Un exitazo.
El siguiente paso fue aprovechar el impás para hacer una reforma que ha firmado Verno. El resultado es un local moderno pero cálido, acogedor, informal, lleno de detalles, con el que además han ganado más de una docena de cubiertos. Buena inversión. Para el nombre, no se ha comido el tarro y Teikegüey se ha quedado en Teike.
Ramos se mueve con naturalidad entre el producto desnudo, las técnicas contemporáneas, los guisos de toda la vida y algún guiño exótico. Un estilo que, a falta de otro palabro, podríamos calificar de bistronómico, pero que se resume en una cocina cuidada, fresca y disfrutable a precios asequibles. «Habría sido más arriesgado, pero no quería ahuyentar a la gente del pueblo», dice tratando de conciliar al cocinero imaginativo con el empresario realista. De momento está siendo capaz de contentar a txikiteros, familias de celebración, cuadrillas de jóvenes o parejitas, que llenan hasta la bandera el comedor, incluso entre semana.
Ofrece un menú semanal por 14 euros y una carta donde todo resulta apetecible, pero en la primera visita merece la pena probar el menú degustación. Momentos memorables: la reconfortante crema de chirivía con vieira, las alubias servidas en una pequeña puchera ferroviaria bajo el título Raíces de Balmaseda, el falso risotto de carabineros –una bomba de umami marinero– o esa delicada torrija sin gota de azúcar.
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Platos de mucho nivel entre los que sobresale una humilde tortilla de patata, que se presenta ahumada, con una holandesa trufada y un cremoso de foie. Encarna bien la esencia del negocio: con oficio y buen criterio se puede convertir lo más sencillo en algo sublime.
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