Caprichos de última hora

¿A quién no le ha entrado el hambre mientras está haciendo la compra y ha acabado picando una bolsa de patatas, unas galletas o una chocolatina? Los supermercados lo saben, por eso colocan estratégicamente aperitivos aquí y allá, destinados a calmar la gazuza del cliente y de paso engordar un poco el ticket final. Pues bien, imaginen ese principio infalible aplicado a un espacio donde en lugar de yogures, cereales o salchichas se vende caviar, foie, champagne o jamón ibérico.

Hace unos meses El Corte Inglés estrenaba una profunda remodelación del antiguo Club del Gourmet para, con una estética de lujo, ofrecer la mayor selección de delicatessen que cabe encontrar en la villa y probablemente en todo Euskadi. Una tentación irresistible, y más en estas fechas, para cualquiera que disponga de un paladar refinado y una billetera holgada. La mayor novedad sin embargo es que ahora el cliente tiene la posibilidad de acomodarse en una mesita con vistas a la Gran Vía y degustar allí mismo el producto del que se haya encaprichado. «Era algo que la clientela sugería y que se había empezado a hacer tímidamente en pequeñas barras, pero ahora se le ha otorgado un espacio diferenciado como parte de la apuesta estratégica del grupo por la gastronomía», explica Serafín Losada, responsable de Alimentación General de El Corte Inglés Bilbao.

El corner habilitado para algo más de treinta comensales se queda pequeño por momentos, así que toca aguardar en la cola a que nos busquen acomodo. Eso arruina un poquito la experiencia 'premium' que se quiere ofrecer, pero la espera merece la pena. La carta es amplia y predominan, como no podía ser de otra manera, los productos con nombre y apellidos. Que si Joselito, que si Discarlux, que si Casa Santoña, embutidos Can Company o conservas Rufino. La mayoría con la mínima intervención, que aquí de lo que se trata es de catar el producto.

Pero además se ofrecen un puñado de elaboraciones sencillas bastante bien resueltas. A destacar, la meritoria tortilla de Betanzos –eso es un 'brunch' y lo demás, tonterías– y muy correcto el steak tartar, aunque se acompaña de un tuétano al que no se le deja lucirse, sepultado bajo la carne aliñada. Lo mejor, la extensa selección de vinos por copas, que merecería contar con un sumiller.

Olvídense de Belén o de Laponia, el escenario principal de las navidades en este país son los pasillos del Corte Inglés, así que si se dejan caer por allí estos días y les entra la gazuza, ya saben. Pero no se les vaya a ocurrir abrir una bolsa de ganchitos.

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