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Irreconocible. Si alguno de los habituales del Palas abrigaba alguna esperanza de que, tras la jubilación de Ione y María, el bar mantuviera parte de su antigua esencia, ya puede darse por vencido. Aquella barra desgastada, aquel crujir de cáscaras de cacahuete sobre el suelo de terrazo, aquellos humorismos txirenes sobre los toneles empotrados, aquel ambiente tabernario, vivirán ya solo en el recuerdo. Al fin y al cabo, el Palas era un feliz anacronismo. Una tasca evocadora del ambiente currela y estudiantil del Bilbao industrial de los años 60 y 70, que resistía los envites del tiempo en el cogollo más noble de esta villa que ahora va de internacional y cosmopolita.
En su lugar, encontramos hoy un bar que todavía huele a nuevo, parecido a todos los que abren últimamente en Bilbao, decorado con espejos dorados, ladrillos ficticios y plantas de plástico. Seguramente reformado con la mejor intención por sus nuevos dueños, que quizá no han sido conscientes de que lo que tenían entre manos no era un establecimiento cualquiera, sino un lugar de la memoria para miles de bilbaínos.
Preguntados al respecto por este radical cambio de imagen, Rosa Blanco y Fernando Herrán justifican sus decisiones estéticas escudándose en la normativa municipal. Pero una cosa es actualizar unos cuartos de baño y otra, arramplar sin compasión con la pátina del tiempo acumulada a lo largo de más de siete décadas.
Los mismos hosteleros que gestionaban en el puerto deportivo de Getxo La Fontana, la Cervecera, Stadium o The Mexican se encapricharon del local al ver colgado hace unos meses el cartel de 'Se vende'. «Nos gustaba la zona y queríamos montar un negocio en Bilbao, pero que fuera más bar que restaurante». Su idea es ampliar algo el rango de horarios y la oferta hostelera, funcionando como café, bar de aperitivo o de tardeo, en una zona donde seguramente no faltará clientela.
Ofrecen una carta de picoteo donde sigue habiendo, a modo de homenaje, un bocadillo de bonito con piparra, algo más pequeño que el original y unos céntimos más caro. Ya no es la especialidad, ese honor lo ostenta, según la carta, una cecina de waygu a 40 euros la ración. El resto son quesos variados –tetilla, brie, Mahón, oveja añejo madrileño y Bleu d'Auvergne–, anchoas de Santoña y embutidos ibéricos, regados con la misma selección de vinos que cabe encontrar en cualquier bar de barrio, pero a precios del centro de Bilbao.
Solo un grafiti recuerda ya la estampa de aquella bodeguilla original, con sus toneles en la puerta y su aire castizo. Está pintado en la persiana, quizá para recordarnos lo que un día fue cuando, al pasar por el 3 de Pozas, veamos el Palas cerrado.
Si desde 1950 el Palas se las había ingeniado para ser una de las tascas más renombradas de Bilbao sin llevar nunca un cartel con su nombre –el oficial era Bodeguilla Vallejo–, ahora se le ha rebautizado con un anodino La Bodega del 3, aludiendo a su posición en la calle Licenciado Poza. Las antiguas dueñas (en la imagen, brindando con la nueva responsable), contentas de poder disfrutar de una merecida jubilación, han seguido la reforma a lo largo de estos meses. «Solo nos dieron una indicación, no pongáis tele, que hable la gente». Pues bien, no solo no les han hecho caso, sino que los espejos están estratégicamente situados para que, hasta los que están de espaldas, puedan ver la pantalla. Y a callar.
Dirección: Licenciado Poza, 3. Bilbao
Teléfono: 946292490.
Precios: Bocadillo Palas: 2,90 €. Sobrasada con alegrías: 8 €. Ración de quesos: 9 - 11 €. Cecina de waygu: 40 €. Txakoli: 2,75 €.
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