Borrar
Postal del Hotel Portalena
El restaurante de Gorliz con chorizos «explosivos»
Historias de Tripasais

El restaurante de Gorliz con chorizos «explosivos»

Entre 1898 y 1962 el hotel Portalena fue escenario de todo tipo de banquetes aderezados con la especialidad de la casa: unos chorizos que se comían con tenedor especial

Viernes, 26 de abril 2024

Hay un cuadro del célebre pintor bilbaíno José Arrue (el del costumbrismo, el de los maravillosos cuadros de romerías y las postales de aldeanos con txerris) que sólo conozco a través de una imagen en blanco y negro con calidad regulera. No sé dónde está la obra original, si ha desaparecido de la faz de la tierra o si algún afortunado coleccionista la disfruta en privado, sonrisa en ristre y apetito a mano. Se titula 'Los chorizos explosivos' y en ella se puede ver una escena que no creo que nadie salvo Arrue, tan txirene, haya pintado jamás: sentado a una elegante mesa y rodeado por amigos, curiosos y otros comensales, un señor se dispone a cortar un chorizo. Se protege el kolko con una servilleta de grandes dimensiones mientras los demás, entre la chufla y el temor a ponerse perdidos, usan lo que tienen a mano —servilletas, platos, sillas— a modo de escudo para que el trinchado choricil no les salpique. Por las ventanas del comedor, situado en una balconada, se ven caseríos, montes y una sospecha de mar al fondo.

La estampa aparece en el libro 'Mi calle: el Bilbao de principios de siglo visto desde Carnicería Vieja', publicado en 1968 por el periodista Julián del Valle y que está lleno de pequeños descubrimientos culinarios. Uno de ellos es el Portalena, un hotel/bar/merendero/teatro/ultramarinos que fue todo eso y más en la localidad vizcaína de Gorliz entre 1898 y 1962. Tal y como cuenta Del Valle, 'Los chorizos explosivos' colgaba de una de las paredes del Portalena y había sido pintado por Arrue, cliente habitual, como homenaje a una de las especialidades de la casa, unos chorizos tan jugosos y grasientos que el comerlos requería la asistencia de un utensilio concreto, exclusivamente ideado y fabricado para degustar tan porcino condumio manchándose lo justo.

Para el turismo

El Portalena nació a la vez que el turismo gorliztarra. En 1889 se abrió la carretera de Plentzia a Armintza, que pasando por el centro de Gorliz permitía por fin la cómoda llegada de visitantes, domingueros y posibles veraneantes. Para el turismo aristocrático ya estaban Biarritz y San Sebastián, pero «los que busquen aseo, comodidad, independencia y economía encontrarán en Górliz lo que desean». Eso decía al menos un artículo publicado en El Noticiero Bilbaíno (7 de julio de 1889) y que animaba a quienes quisieran disfrutar de las bellezas playeras a ponerse en contacto directamente con la casa Portalena, donde alquilaban habitaciones. Entonces debía de ser un simple caserío, porque el hotel como tal se inauguró —en un nuevo edificio y con todas las comodidades— el 25 de julio de 1898. El dueño se llamaba José Antonio Urrutia Amézaga (1865-1936) y era un marino reconvertido en hostelero con ambiciones.

Portalena 1920

Urrutia enseguida montó un servicio de diligencia para llevar a los turistas desde las estaciones de Plentzia, Urduliz o Algorta hasta las mismísimas puertas de su casa. Primero fue en carro (el mismo que pueden ver ustedes en la postal que hoy nos acompaña) y luego en ómnibus motorizado, una modernidad que mereció menciones en la prensa de la época y que tras la apertura en 1919 del Sanatorio de Gorliz, que trajo un tremendo trajín de clientes, era muy necesaria. Para entonces Urrutia había abierto un salón-teatro en el Portalena y un merendero en una huerta cercana, ofrecía comidas al aire libre en la playa, en el castillo de Butrón o en donde se lo pidieran y su afabilidad, unida a la calidad de su oferta gastronómica, le había convertido en un personaje conocido en toda Bizkaia. «Maese Antón», como también se le conocía, hacía de anfitrión en reuniones políticas, convites de boda o cuchipandas deportivas y lo mismo servía a vecinos que a empresarios, artistas (como Adolfo Guiard o José Arrue) o al rey Alfonso XIII, que comió alguna vez allí tras visitar el cercano sanatorio.

Mucha grasa

Según cuenta Julián del Valle los «chorizos explosivos», de elaboración casera, tenían tanta grasa que se hacía preciso comerlos con un tenedor especial «ideado por don Dalmacio Angulo, condueño de la chocolatería La Dulzura» de Bilbao y que luego fue uno de los socios que crearon Chobil, Chocolates Bilbaínos S.A. Don Dalmacio fue sólo uno de los ricos empresarios que visitaban regularmente el Portalena: había otros, como Benigno Chávarri, que llegaban en Chrysler y portando (no en sus manos, sino en las del chófer) botellas de champán para regar los chorizos.

K-Toño Frade padre contó aquí en este periódico que tras el llorado cierre del Portalena, ocurrido en diciembre del 62, un libro de cuentas del restaurante acabó en su poder y en él se podían leer qué platos se sirvieron y a qué precio en 1919 y 1920. Alejandro Echevarría, director entonces del Noticiero Bilbaíno, invitó a 9 amigos a comer y se gastó allí 106 pesetas entre entremeses, puré, angulas, ternera, postre, café, vino de Borgoña y el viaje en coche hasta Algorta para coger el tren a Bilbao. No pidió chorizos, pero dejó 10 pesetas de propina.

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

elcorreo El restaurante de Gorliz con chorizos «explosivos»