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Yvonne Iturgaiz
Un personaje de lo más castizo en Santutxu: Antonio Cabana y su memoria viva de Bilbao
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Un personaje de lo más castizo en Santutxu: Antonio Cabana y su memoria viva de Bilbao

Llegó con 13 años y se enroló de camarero. Guerrillero y boina verde en la mili, propietario del Karlo's de Iturribide 118 y patrón de Telenécora, el sueño de la mariscada a precios populares, es también memoria viva de la hostelería del Gran Bilbao

Sábado, 10 de junio 2023, 01:17

«A finales de los 70 en hostelería ganábamos el doble que en la Banca. Se trabajaba mucho, echabas unas horas y, entre el bote y el tabaco, cuyas ganancias eran para nosotros, te llevabas a casa un sueldo más que elegante». Antonio Cabana Porto, lucense de la aldea de Arjiz Taboada, guerrillero y boina verde en la mili, propietario del Karlo's de Iturribide 118 y patrón de Telenécora, el sueño de la mariscada a precios populares, es también memoria viva de la hostelería del Gran Bilbao, de cuando la Villa era una plaza de primera categoría por la que «corría el billete» y se descorchaba Chivas y champán francés como demostración absoluta de poderío. Otros tiempos, en definitiva.

Lo que convierte en singular a Antonio Cabana (68) es una pasión exacerbada por el coleccionismo de objetos de hostelería. «Estoy al borde del síndrome de Diógenes», bromea. Y algo de razón lleva porque en un par de lonjas del barrio se apilan en estanterías vencidas cajas y cajas de viejas botellas de marcas ignotas o engullidas por el afán de los años, cartones anunciadores de Ponche Soto, vasos de tubo y copas de balón, jarras publicitarias para poner agua y hielos, cubiteras, carteles y afiches, chapas de champán y sacacorchos de Imperial y Cune (por decir dos), incunables whiskys escoceses con pedigrí, viseras de todas las tallas y colores, cerveceras toallas de felpa para reposar jarras, copas de Dewar's y pastís Ricard, tenazas de Juve Camps... «En total, debo tener 500.000 piezas distintas y otras 300.000 repetidas. Una vez cargué cinco furgonetas de objetos para llevarlas al Zubi XXI, el local que tengo en Puente la Reina», constata.

En el altillo de Karlo's, Cabana atesora miles de productos de merchandising de Coca-Cola. Julián Méndez

En el altillo del Karlo's, ese sueño popular de nécoras, percebes y camarón de las islas en el corazón del Santutxu más castizo, hay otros 10.000 objetos de mercadotecnia de Coca-Cola recopilados y comprados durante medio siglo de oficio. «Es uno de los cuatro mejores museos del mundo en la materia», se esponja Antonio Cabana, un profesional. «A veces me da vergüenza, pero retiro cosas de la basura o mando a algún propio a cogerlas. Mire qué pieza encontré el otro día tirada en un contenedor: una neverita de Coca-Cola impecable», presume con un brillo infantil en la mirada. Antonio Cabana se mueve entre las mesitas y, ni corto ni perezoso, agarra una zamarra y se embute en una chupa motera de Coca-Cola, con la que posa para el móvil en mitad de este chispeante paisaje rojiblanco.

Langosta africana y Cañita Brava

Hablamos junto a una colección fabulosa de whiskys Glenfarclas y Logan, con canecos y etiquetas con el monstruo del Lago Ness. «Tengo siete botellas de Macallan que son únicas: tienen serigrafiadas las caras de personalidades importantísimas en ese mundo; tuve que pujar muy fuerte por ellas», dice Cabanas que se detiene a mostrarme las fotos en las que aparece junto a Quini, Azúcar Moreno, Paco Valladares, José Luis López Vázquez, Fran Rivera, Cañita Brava, Amparo Larrañaga o Maribel Verdú, entre otros muchos.

Colección de vasos y botellas del Museo Cabana. Museo Cabana

Este hijo de Arjiz Taboada (Lugo) se vino en 1968, con 13 años, a visitar a una hermana que ya vivía en Bilbao. «Y ya no me marché nunca». Su biografía es una historia viva de la hostelería local. «Te ofrecen un puesto de trabajo con 13 años y te agarras a ello. Hasta me tocó falsificar la edad para empezar como ayudante de camarero en el Baliak, de Alameda Rekalde. Vivía en casa de mi hermana, en Zurbaranbarri. Ganaba 2.000 pesetas al mes y entre bote y tal, con las propinitas, otras 2.000. Todo lo que ganaba era para mí; el 90% era ahorrar y meterlo en la cartilla. No lo debía hacer mal. De aquel entonces alguien me vio de turno y me fichó. Yo hice lo mismo: si veía un chavalote que prometía, le hacía una oferta y procuraba traerlo para mi casa».

Con uno de los primeros pulpos cocidos en el Karlo's; en el año 1972, de chaquetilla y pajarita en la barra del Jai Alai y con amigos hosteleros almorzando en el Pagasarri. Colección Antonio Cabana

Ya tenemos a Cabana en la cafetería Oliver de Colón de Larreategui, por 3.800 pesetas al mes, vestido con chaquetilla y pajarita, con patillazas, pero perfectamente rasurado -como era obligación en el gremio-. «Estando en el Oliver me ofrecieron ir de botones al Banco Vizcaya. Dije que no a trabajar en la Banca», recuerda abriendo mucho los ojos para marcar el asombro de tamaña decisión. «Es que en una buena cafetería se ganaba una pasta; echabas unas horas, te encargabas de la venta de tabaco americano. Puedo decirle que un camarero ganaba el doble que en la Banca», recuerda. Con 19 años y 300.000 pesetas en la cartilla, le proponen ir de socio en la apertura del polideportivo municipal de Artxanda, que salió a subasta. «La ganamos. Cinco millones ochocientas mil pesetas se pagó por montar la cafetería. Fue un éxito. No dábamos abasto. Sólo en el puesto de golosinas trabajaban dos personas. Hacíamos cientos de bocadillos. No había nada parecido en Bilbao».

«Aprendí el concepto de amabilidad»

«Pero me llevaron a la mili y se jodió todo», suspira. A Galicia. Al CIR de Bande. «Se presentó uno en el CIR y contó que en su unidad podríamos tener dos meses de vacaciones; yo no pensaba más que en volver a trabajar a Bilbao. Me apunté. Fui el primer bilbaíno que llegó a la COE 82 de San Cibrao, en 1974. Había un sargento que me decía que me tenía vigilado, por lo de ETA, pero que se portó genial conmigo. Nos enseñaban voladuras y todo eso. Allí me tiene a mí de boina verde, de bravo. Rambo al lado mío era una mierda. Con la boina verde y el machete al cinto te inflabas», ríe de buena gana.

Marisquería Karlo's

  • Marisquería popular, lugar de ambiente para los vecinos de esta placita de Santutxu, el Karlo's es una de las señas de identidad del barrio con sabor gallego.

  • Dirección: Iturribide, 118.

  • Teléfono: 944332317

  • Web: restaurantekarlos.com

Con la blanca en el bolsillo, sufre un revés (que todavía le duele) a su retorno a Artxanda. Se enrola en el club Kiroleta de Bakio, donde «corría el Chivas y el champán francés en fiestas», pasa por el Drugstore y por la cafetería Mocedades, local en el que, dice, «me hice camarero de verdad porque aprendí el concepto de amabilidad. En Bilbao, los locales competían por ser los mejores». Pasa por el Jai Alai de Pozas, le ficha Jesús Santos (factótum de la hostelería local con sus Artesanos Cocineros) para el Atlanta de Campuzano. «Nos conocíamos todos. Los lunes, día de fiesta, echábamos unas partidas de cartas terribles. Igual había 50 bares en los que llamabas de madrugada a la puerta y te abrían. A las 7 de la mañana las carnicerías levantaban la persiana, comprábamos unos entrecotes y nos íbamos a andar: Ganeko, Pagasarri. Llegábamos hasta Llodio y allí asábamos la carne en unas parrillas. Cogías luego el tren y a casa, a dormir la siesta».

En el Club Kiroleta de Bakio corría el champán francés y las botellas de Chivas

En febrero del 78 le ofrecen el Karlo's, bautizado así por Carlos González Martín, tío del futbolista del Real Madrid Raúl. «Aquí comían entonces 70 niños de los Maristas. Mantuve aquel contrato un tiempo. El alterne en aquella época en Santutxu era maravilloso. Vinitos especiales los tomaban cuatro. no crea. Yo me lanzaba mucho y empecé a hacer mi bodega: compraba cajas de Don Jacobo, de LAN del 82, de Paternina Banda Azul del 78. He llegado a comprar 3.000 cajas. Venían a comer los médicos de la Maternidad y se las llevaban», recuerda. «Bilbao era así. El Iruña y La Granja compraron un año 20.000 cajas de vino, una bestialidad, que fueron sacando en el menú del día. Ellos tenían 100.000 cajas. Yo fui el primero, en 1978, en ofrecer txakoli en el barrio; aquí había una escuela de Telefónica para gente de toda España que se volvían a casa cargados de txakoli. Empecé también con el Albariño de Morgadío y de Fornelos, con el Ribeiro de Lauro, con el pulpo y la parrillada de marisco para dos con percebe de troquel y langosta africana de medio kilo. Ese ha sido nuestro fuerte. Pero la pandemia nos hizo trizas, nos dejó en la bancarrota. Aguantamos con el menú del día; unos 180 de media, a 11,50 €. Ahora ando con Telenécora, una idea de marisco para llevar que patenté hace 38 años», suspira. Ya les contaré más cosas.

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