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Elena Sierra
Jueves, 20 de agosto 2020
Las buenas vistas están... o aparecen de repente. Al asador Cannon, en Bermeo, la mala suerte se las trajo hace años: se quemó una parcela de bosque y allí apareció el mar Cantábrico –el pueblo marinero, la isla de Izaro, Urdaibai– para disfrute de los comensales. Lo cuenta Ana, hija de los fundadores de un «chiringuito en medio del monte en el año 1975», que lleva el local ahora con su hermano y uno de los nietos de esos abuelos emprendedores que jamás pensaron que se abriría el paisaje de tal manera ante ellos.
Arenillas (Islares) Islares, 155. 942860766. hotelrestaurantearenillas.com
Cannon (Bermeo) Alto de Sollube. 946883476. restaurantecannon.com
Cubita (Getxo) Galea, 30. 944911700. restaurantecubita.com
Enbata (Zumaia) Playa de Itzurun. 627439654.
Ipar Itsaso (Urrunaga y Barrika) En Urrunaga: Kurrua, 1. 945465755. marisqueriaurrunaga.com
Mendipe (Bilbao) Campa San Justo, 13. 944446939. www.asadormendipe.es
Ogoñope (Elantxobe) Portu Kalea, 3. 946276627. ogoñope.com
En este verano tan pero tan raro las vistas siguen estando aseguradas; otra cosa es que se pille sitio junto a la ventana o en terraza (por mucho que hace tres años hicieran reformas para ampliar el espacio acristalado). «No hay para todos», se ríe Ana. Otra cosa que también está asegurada es la buena comida.
Con productos de temporada, a ser posible. «Y como estamos en temporada de bonito y Bermeo es la capital mundial del atún, que el 10% de todo lo que se pesca en el mundo lo pescan barcos de aquí, eso es lo que os propongo». Bonito del norte a la brasa o a la bermeana, y poco más hace falta. Si se prefiere la carne, «txuleton de una ganadería de confianza, de ganado mayor y de pieza escogida».
No muy lejos de allí, en otro pueblo bien marinero como Elantxobe, se podría lanzar la caña y pescar algo mientras se espera la comida. Es lo que tiene sentarse en el Ogoñope, que Miren Kortazar y su marido llevan desde hace cuatro años con una experiencia previa de 30 en el Itxas Etxea. «Entre los dos hay una terraza de dos alturas, con chill out arriba...», anima la dueña.
Pero de momento nos quedamos solo en el restaurante sobre el puerto, en cuya carta destaca, cómo no, el pescado a la brasa. «Todo del Cantábrico. En Elantxobe hay un barquito con el que contamos siempre y luego tenemos contactos en Bermeo y Ondarru». Es grande la fama del local con el rodaballo a la plancha y en su propio jugo y la pata de pulpo cocida, luego pasada por la brasa y acompañada por unos cuantos ingredientes más (casi 400 gramos por pata: «vendemos toneladas»).
Y luego hay otras cositas: aparte de estar encima del mar, de sus enormes ventanales y de su larga historia (fue fábrica de pescado, luego almacén de redes), el hecho de estar pegadito a la roca de Ogoño y tenerla a la vista en algunas zonas, como el baño. «Mi roca está llorando siempre», describe Miren. Más orgánico, imposible.
Más agua a la vista hay en Barrika, desde la marisquería Ipar Itsaso, aunque para hablar de ella hay que irse hasta otra masa de agua, esta dulce, la de Urrunaga, en Legutio, Álava. Allí comenzó hace 32 años la historia de este restaurante con la apertura del primero de los dos que tiene la familia de Maitane. «Mis padres siempre habían tenido pescadería y vieron en un viaje a Zaragoza un negocio que les gustó. Y así surgió». La idea, que se mantiene, es que cada cliente elige qué quiere comer directamente del mostrador. «Sin carta. El marisco y el pescado están expuestos y tú eliges. Antes de la Covid, te lo llevabas hecho a la mesa, ahora te lo llevamos nosotros», explica.
«El plato estrella son el besugo a la brasa y los arroces con bogavante. Y cualquier marisco a la plancha». No está mal, para ser de tierra adentro. «La promesa del agua está ahí, se ve la presa», dice del local de Urrunaga. Comida y paseo, previa reserva, eso sí –solo para comer, no se asusten–. «Ahora solo trabajamos con reserva, intentamos evitar aglomeraciones a la hora de comprar».
Las vistas que se tienen desde el asador Mendipe, abierto sobre Bilbao desde 2004 en un centenario caserío en Rekalde, ya subiendo al monte, son de mar, pero de lejos. En los días claros, se puede seguir el curso de la ría hasta el Cantábrico y distinguir los acantilados allá al fondo. Para los días menos claros, monte y más monte, y la ciudad hecha maqueta. «Siempre hay algunos grados menos que abajo, a la gente le gusta subir a estar más fresca. Y como tenemos toda la campa, más relajada».
En el Mendipe se puede comer dentro, a la carta, u optar por el aire libre y por «las raciones de morcilla, pimientos verdes, pimientos rojos que asamos aquí, chorizo a la sidra, ensaladas, el bacalao a la brasa o a la vizcaína, el txuleton», va desgranando Lourdes, una de las hijas de Enrique López, quien hace casi veinte años decidió salir del bar de Ledesma, comprar el caserío, reformarlo con sus manos e invitar así a «disfrutar de las vistas, la tranquilidad y la cocina tradicional». Los atardeceres el Mendipe no hay que perdérselos, dice la familia.
Lo mismo dicen en el Arenillas, en Islares, que la luz de esas horas lo deja todo precioso. Ahora ofrecen la posibilidad de hacer el pedido por teléfono y pasar a recogerlo, para degustar su comida donde se quiera, pero por qué no hacerlo en el local, como siempre. Los fines de semana tienen un completo menú por 24 euros que deja muy claro que aquí se trabaja todo, con especial querencia por el pescado (el bacalao lo tienen a la plancha, a la vizcaína, encebollado o en salsa de marisco, por ejemplo).
En Cubita (Getxo) coinciden acerca de las vistas, claro. «El atardecer desde la terraza del bar... Y la comida en el restaurante, con esa cristalera abierta todo el rato, es muy bonita», asegura Susana. Vamos, que a comer la merluza rebozada con txipis en su tinta –o «el rodaballo, las kokotxas, cualquier pescado a la parrilla y el txuleton a la brasa de carbón»– es recomendable acercarse siempre al edificio anexo al viejo molino de Aixerrota.
Como hacerlo a la playa de Itzurun, en Zumaia, para picar algo en el Enbata, el chiringuito que Belén y su marido llevan desde hace ya 20 años. «El lujo es que estamos viendo el flysch, la costa vizcaína, y ¡esta puesta de sol desde la terraza abierta!». En verano puede disfrutarse, acompañada de cazuelitas, platos combinados y postres caseros, todos los días. En otoño y primavera solo abren los fines de semana.
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