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Esta es una historia sencilla. La de un chaval de 22 años, crecido en el caserío Ugartigitxis, que mantiene una doble vida ilusionada.
Tenía 16 años cuando, para ayudar en casa, Ander Gutiérrez Landeta empezó a tirar cañas en el Club de Remo Arkote de Plentzia. ¡Mil cañas al día!
Con 18 años, y tras quedarse también huérfano de padre, entró en la cocina del Andraka, en Lemóniz. Los fines de semana echaba más horas que el Big Ben mientras completaba un Grado Medio en la Escuela de Hostelería de Leioa.
Estuvo quince meses becado en Azurmendi y ahora es jefe de partida en el Mina, un restaurante con estrella.
Pero por las noches, Ander Gutiérrez Landeta se mete en el traje de 'El Buey de Saratxaga' y se da de trompazos con sus rivales en combates de lucha libre americana.
¿En serio?
Cuando tenía diez años, Ander veía junto a su primo Alberto los combates de lucha libre que transmitía Cuatro a la hora de comer. Dos críos ilusionados. Flashazo.
Aquel chaval regordete de pelo crespo empezó a soñar en el sofá familiar de Calzadas de Mallona con los tipos musculosos y fibrados, de llamativos trajes ceñidos y máscaras coloridas, que se atizaban de lo lindo en una coreografía casi circense llena de imprecaciones y desafíos.
Su ídolo infantil era un sujeto enjuto y malencarado que vestía de luto perpetuo y al que llamaban 'Undertaker', el enterrador. «Cuando los locutores pronunciaban su nombre en inglés, creía que se llamaba como yo: Ander Taker. Yo era un niño», se sonríe Ander.
Nos encontramos con 'El Buey de Saratxaga', su personaje 'bueno' y justiciero, en un pabellón industrial de San Miguel de Basauri convertido en ring y sala de vuelos y tortazos. El cocinero entrena aquí con un puñado de colegas, tan apasionados de la lucha libre como él. «Es una actividad muy física. Una coreografía, como si fuera una película», me explica sobre el circuito de Pro PWE Wrestling.
Aquí aparece Jon Amundarain (24), un bigotudo chaval de Hernani con formación universitaria, cinturón negro de karate y antiguo jugador de rugby, muy en forma. Poca broma. Amundarain encarna entre las doce cuerdas verdes a 'Romero, el Madero', malo malísimo en Euskadi, pero mazado 'peacemaker' de Miranda de Ebro para abajo.
A su lado, Jon Marquez (19). Para las fotos lo ven oculto tras una máscara de cuero tricolor mexicana, pantalones blancos y gerriko rojo. Pero, sobre el ring encarna a 'Antton Gazteastigarragagoitikogorobeitia', 'El Vasco', por usar la denominación corta y definitiva escogida por el público.
Completa hoy el grupo Aitor Rentería (30), 'Rente, la Perfección Mecánica', un chaval de pelo rizado, piel morena y un aire como de macizo modelo italiano.
«Aquí no importa el físico, importa la actitud», sentencia 'El Buey de Saratxaga', nombre que remite a su barrio de Plentzia. «Pero hay que estar en forma. Esto es un teatro, pero puede haber lesiones graves», advierte.
Los currelas que salen de los pabellones colindantes se asoman al pabellón al oír los golpetazos sobre la lona para ver los desmesurados saltos (el suelo dispone de una especie de trampolín) con que los contendientes 'embisten' al contrario, como si hubieran sido lanzados contra él por una catapulta naif.
«Quedé fascinado por las peleas que daban en televisión. Me iba al rocódromo de Górliz y allí hacía llaves y ensayaba por mi cuenta. Un año hasta salí en Carnavales disfrazado de luchador con tres amigos. Para mí fue una revelación. Con 14 años indagué en internet y salió PWE. ¡Había cinco personas en Bilbao que tenían mi misma afición! Y me fui a entrenar con ellos al Rider's Fight Club, en Gobelas. Fui con mi padre que tuvo que dar su autorización por ser menor de edad. Allí conocí al dueño de la asociación, Francisco Garralda, alias 'Tony Tornado'. Y me integré», me explica.
«Somos frikis. Tenemos asumido que el pressing catch es cosa de minorías», apunta el cachas Amundarain.
Si de 2005 a 2009 fue Cuatro quien retransmitió combates, el relevo lo tomó años después el canal Neox. Y en 2017, hasta Panini, el de las colecciones de futbolistas de La Liga, sacó álbumes de cromos de luchadores enmascarados de la WWE: Tipos como Tonga Loa, Bruno Sanmartino, Sol Ruca o Dominik 'Dirty' Mysterio, leyendas del Wrestling.
«Más que golpes esto es ver una serie que no acaba. Lo que engancha son las historias, los enfrentamientos, los retos. A eso colabora mucho el comentarista. Te ayuda como luchador porque explica al público la llave que has hecho, si el malo acaba de pisarte el pie o ha empleado una llave especial porque el malo siempre está al límite del reglamento, de la trampa. El speaker hace rugir al público, que se entrega: nos insultan, nos gritan, nos chillan».
-¿Y cómo es su personaje?
-'El Buey de Aretxaga' es un luchador opuesto totalmente a mi persona. Es un buey loco, una bestia de fuerza sobrehumana. Yo soy muy tranquilo.
Ander se enfunda su traje, diseñado por él mismo, y confeccionado a medida por la firma Singlet de Chicago, la misma que elabora los conjuntos que usan los ciclistas profesionales en las contrarreloj, y continúa ejercitándo sus mañas con los compañeros. Organizan veladas en este pabellón, el Borrokazulo, y en Cantabria con «entrada inversa»: el acceso es gratuito; al final, los espectadores pueden dejar un óbolo si les satisfizo la lucha.
A la mañana siguiente encontramos a Ander en Mina y hablamos de cómo perdió a su madre con cuatro años, de su caserío, que, en tiempos, tuvo tantas vacas que eran los primeros suministradores de Kaiku y de Karlos, el aita cazador. En el gemelo derecho se ha tatuado la cabeza de Kas, el setter becadero de la familia, y tres sordas, a las que tan aficionado era su padre. Tributo.
«En la sidrería Andraka hice un máster en cocina; me iba desde Saratxaga en una motillo. Me gustó tanto la cocina, que quise estudiar. Saqué muy buenas notas. En la ESO andaba súper justo, pero en Leioa se me daba todo de ochos y nueves. Mis tutores Ángel Madarieta y Fernando Llamosas me propusieron para trabajar becado por el Gobierno vasco en Azurmendi. Fue en 2021; a los cinco meses era jefe de partida de Pescados y, después, de Producción. Luego pasé a Botánica, a recoger flores con Gaizka. Es otro nivel; íbamos con tijeras de cortar las uñas a los bebés». (Ander me enseña el jardincillo que ha montado con cajas de vino en un ventanuco de Mina que da a la Ría).
Pasó a Postres, se sacó el carnet de conducir para su Berlingo, y acabó como entremetière en la partida de Primeros Platos. Al tiempo estudió en Leioa un Grado Superior en Cocina.
«Creo que soy capaz de crear cosas sabrosas. Trabajé en un bar de Plentzia durante dos veranos y hacía cosas combinando lo que encontraba en la cámara. Hice una tosta de duxelle de Parmesano, champiñones, jamón y brotes. Aproveché la cabeza de los pulpos para guisar unos falsos callos con una emulsión de pimentón», explica.
«No tengo grandes experiencias gastronómicas porque no he tenido ni tiempo ni presupuesto. Ahora cocino en casa cosas sencillas para mi hermano Unai. Y, con lo que ahorro, me costeo un viaje de tres o cuatro días a ciudades donde hay combates de lucha libre. Es mi vida».
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