Esa botella de Albariño que duerme desde el verano en la despensa es el más potente telescopio del mundo. Basta descorcharla, acercar el ojo y, allí dentro, entre el rumor marino de las rías, se distingue el furancho, la tasca de Abro donde se crió ... Xurxo Alba. Huele a brisa del Atlántico y a tablas de pulpo a feira, vibra el pasodoble apretado en una verbena de agosto en Cambados y se escucha el rumor de espuma del baño de las siete olas en A Lanzada, un rito de fertilidad… Los vinos cuentan historias y concentran paisajes. Abrir una –y en estas semanas de confinamiento, el descorche casero ha sido como el bálsamo de Fierabrás: las ventas on line de vino se han incrementado un 60%– es como lanzar una serpentina de mil colores al aire.
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Jantour ha pedido a seis sumilleres que escojan una docena de botellas, doce apóstoles de uva para aliviar el encierro y recibir con un brindis a esa primavera que nos estalla entre los dedos. Vinos a precios moderados, fáciles de conseguir en las cavas de internet o en las vinotecas que empiezan a abrir sus puertas, y que regalen muchas sensaciones.
Mohamed Ben Abdallah, el maestresala de Etxebarri, nos sirve Albariño de Albamar. O Pereiro (19 €), una de las joyitas que se saca de la chistera Xurxo Alba en el valle del Salnés, el hijo de Isabel, la del furancho, «a minha nai». Lo que son las cosas, Xurxo hace ese vino, «mineral, fresco, atlántico que entra en la boca como si fuera un cuchillo» (dice Moha), en un terreno arrancado al mar junto al mismo campo de fútbol del Beiramar donde pegaba patadones de crío. «Xurxo trabaja bastantes parcelas y hace vinos que no saca al mercado. Este O Pereiro es un vino para compartir; Galicia hoy tiene tantas cosas buenas, tantos vinos… La tarea es construir una identidad que sea gallega», dice.
Para el tinto, el sumiller de Etxebarri nos lleva hasta Gumiel de Mercado, en Ribera de Duero. El San Cobate 2016 de César San Román (17 €) –en el que colabora Iñaki Oregi, el enólogo de esa sidra de culto que es Malus Mama– es un «vino asequible, fresco, sin tanta carga tánica como estamos acostumbrados a encontrar en Ribera. Es fino, pulido… de esos vinos que dices 'si me quieres, me tienes que venir a buscar'», subraya Moha. ¡Ah! Lo de San Cobate le viene por el monasterio del siglo XI junto al que se asientan las viñas, fundado por los benedictinos (la orden del abate Dom Pérignon) que, a la vista está, tenían buen ojo para estas cosas. «Descorchar un vino en compañía estos días supone crear un momento que nos sirve para viajar a la tierra, para pensar en Galicia o en San Cobate».
A Rebeca García, del bilbaíno Porrue (Alameda de Rekalde), no la para nadie. Con decir que ha sido capaz de montar catas interbalcones en la calle Encarnación, en Atxuri, con botellas del súper, está todo dicho. «Tengo un micro con amplificador y así nos hemos montado las catas… Si hasta organizamos fiestas con música los sábados y torneos de bingo… Los dos vinos que recomiendo se pueden encontrar en el Casco Viejo, es una manera de ayudar al pequeño comercio. Y son fáciles. Un rosadito valenciano: Les Prunes, con uva tinta Blanc de Mandó 100%, con un prensado suave, lo justo para dar color. Un vino mediterráneo, criado en tinajas de barro seis meses, goloso y fácil, para tomar a media tarde. Cuesta 11,5 €. Y el segundo es el Calandria, de bodegas Belote. 100% Prieto Picudo. Un Vino de la Tierra de León por 10,90. «Es fruta roja y negra con un fondo mineral. Criado bajo tierra tres meses. Un vino de cueva», ríe. «Tener vino en casa, alegra. En mi caso lo comparto con el vecindario de Atxuri y se genera una atmósfera fabulosa. Algo que solo es capaz de crear una buena botella…», anima.
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A Jonathan Hernando García, el propietario del Cork, en Pozas, y el bar de vinos de referencia de Bilbao, le vemos en la foto sirviéndole una copa a su esposa, Ainara Bendaña. «La verdad es que, por mi trabajo, no suelo beber en casa. Pero estos días nos ayuda a evadirnos un poco, nos sirve para disfrutar y para compartir. Abro cosas que tenía guardadas, que estaban esperando una buena ocasión para ser descorchadas…», asegura. Como dijo aquel, la vida es demasiado corta para beber vino malo, así que con esto del bicho se tira con cierta alegría de sacacorchos, quemando naves… «Estamos acostumbrados a guardar. Esta situación nos lleva a guardar menos y a beber más, a disfrutar de lo que hay en casa».
Jonathan escoge un Eulogio Pomares 2018, con uvas Espadeiro de la finca Castañeiro, en el valle del Salnés (25 €). «Es el estilo de vino que me gusta», confía. «Para mí, la libertad no consiste en hacer lo que quiero sino en saber si puedo hacerlo. El punto de partida era ¿se puede embotellar una idea?», suelta Pomares como presentación. «Me gusta porque es ágil y amable, suave y fresco, con poco alcohol, 10,50 Vol.%. Es un vino muy limpio y que transmite la personalidad de Galicia, de esas botellas que te gusta sentarte a beber… vinos de los que te acabas la botella», apunta.
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Cork es una especie de acorazado del Jerez en Euskadi. Así que era lógico que Jonathan escogiera algo de las tierras albarizas. Una manzanilla en rama, «la última de Bodegas Barbadillo. Procede de la nave Trinidad, de la primera saca de julio del año pasado. Crianza biológica de cuatro años, es decir, ha pasado cuatro años bajo el velo de flor. Elegante, joven, suave… una manzanilla ideal para iniciarse en este mundo. Embotellada sin filtrar ni clarificar. Una media botella de acceso cómodo: 37,5 cl por 8 €. Es bonito tomarla en varias veces, ver cómo va cambiando con la temperatura y con las horas», señala. Y uno cree aspirar ya por la nariz esas notas salinas de la manzanilla mientras camina por el Bajo de Guía y sueña con las carnes rojas y fragantes de los atunes de El Campero.
Mónica Castillo ha ayudado a remediar estos días preparando cajas con las existencias de Vintage, cajas que preparaba para clientes y amigos de este bar de vinos de Vitoria. Una manera de entretener el tiempo y de hacer caja con el negocio cerrado. «He escogido dos vinos muy diferentes, pero que me encantan», se presenta Moni. Por delante, un cava. Un Gran Reserva de Giró i Giró, en el corazón de la DO, que suma nada menos que 44 meses de botella y crianza en rima. 15 € por estas burbujas «bien integradas» que proporcionan un trago «fresco, largo y seco en boca». Vino chispeante como aperitivo, y capaz de soportar una comida completa. ¿Uvas? La trilogía del cava, más un 10% de Chardonnay. Goloso.
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Como esa La Callejuela de los Hermanos Blanco, una manzanilla madura, salida de las naves de esta bodega familiar de Sanlúcar. Moni y, en particular su socio Ángel Carrascosa, son abanderados del Marco en Vitoria. Así que algo gaditano tenía que asomar en el cesto. «Viene de tierra de albarizas, del Pago de la Callejuela. Es seca y fresca. Tiene notas yodadas y es marcadamente salino: ideal con jamón, marisco y frituras…»
Es el turno de las sugerencias de Ismael Álvarez, el espléndido sumiller de Nerua Guggenheim. Isma nos propone echarnos la botella a la cara y vislumbrar el norte de Tenerife. Nos lleva hasta Icor de los Vinos, a las fincas en terraza que trabaja Jonathan García en Suertes del Marqués. La etiqueta (preciosa, dibujada con las marcas redondas que dejan los pies mojados de las copas) se llama Cool 2017 y ronda los 16 € en cualquier web. ¡Pero, atentos! Que es una botella de litro, esa medida que los sagrados bebedores demandan en ocasiones (para el champagne, en verano, debería ser el volumen obligatorio). El litro es en el Valle de La Orotava la medida de las frascas que vacían los paisanos.
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La uva es Listán Negro (cuyos sarmientos rastreros se trenzan en una inverosímil ingeniería de las cepas), con poca barrica, «muy bebible, un vino sin complejos, sencillo que interpreta muy bien ese conjunto de parcelas. Es un vino de gluglú, un vino de sed, hecho para beberse». Ismael nos revela un secreto. Él es muy partidario de los llamados 'vinos de entrada' de las bodegas, en teoría los más sencillos y asequibles, pero que, al ser la auténtica tarjeta de visita de las firmas, toman la forma de embajadores plenipotenciarios de las marcas. Ea, aquí habría que poner el emoticono del cabezón guiñando el ojo. O la baliza de ¡pista!. Anoten la recomendación de Ismael, que de esto sabe…
Bajo ese elefante de la foto, Gala, su perrita pincher, mueve el rabillo. ¿Será por la cercanía con ese nervioso Palomino de Daterra Viticultores (15 €)? Gavela do Povo. Mostos de la pedanía de Soutipedre crecidos en xisto (granito) y pizarra. ¿Palomino en Manzaneda, en pleno valle del Bibei? Pues sí, porque fue una de las variedades (dura, muy productiva) para reponer la comarca tras los males de la filoxera. «Pero lo más importante de este vino es quién lo hace. Se llama Laura Lorenzo. Llegó para trabajar en Dominio do Bibei, pero se enamoró de aquel lugar mágico, de sus gentes y de las montañas…» Y se enamoró también de Álvaro Domínguez, su compañero, con quien fundó Daterra Viticultores. «No pretendemos hacer vinos con etiquetas; solo hacemos vino, el que la tierra nos da cada añada. Yo solo trato de interpretarlo», dice Laura. «Para mí, cada vez es más importante ponerle cara a las botellas», subraya Ismael Álvarez.
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Pilar Llamosas hace vino. Un txakoli que llama Petite. En Carranza. Trabaja codo con codo con su hermano Txema, con toda una familia volcada en la hostelería (Casa Garras). Pilar es un rayo de sol. Y nos regala dos vinos que son pura luz. Un parcelario de Itsasmendi, el 7.7. De Gernika. 20 €. «Es un vino de primavera, floral y divertido. De una parcela que refleja todo el potencial para el txakoli que posee Gernika y que interpreta todo ese singular ecosistema», argumenta.
Y, para el cerrar el círculo, Pilar nos vuelve a llevar a los emparrados del Salnés y al furancho de la señora Isabel. Un tinto de Mencía, O Esteiro de Albamar (22 €). «Un vino con identidad propia, atlántico, afilado y mineral. Mayo es el mes para tomar estos vinos tan frescos capaces de transportarte al otro lado del mapa. Xurxo hace vinos muy puros. Este encierro creo que nos está enseñando a darle al vino el tiempo que se merece. Siempre andábamos corriendo. Ahora –dice Pilar Llamosas– tenemos la posibilidad de encararnos con una copa todo el tiempo que haga falta y disfrutarlo como se merece».
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