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PANKRA NIETO
Ainara Garay, la alfarera de las estrellas
Jantour | Reportaje

Ainara Garay, la alfarera de las estrellas

Sus manos crean los contenedores para la mejor cocina vasca. Pura artesanía del tiempo, la tierra y el fuego

Viernes, 1 de julio 2022, 00:22

Sus manos crean platos. Literal. No es cocinera, pero de su trabajo depende que las mejores ideas e ingredientes de los chefs encuentren acomodo en la mesa. Y que los espacios y formas que crea sirvan para acoger caldos, frutas, flores, verduras, carnes, pescados y postres.

Los dedos de Ainara Garay Canelón (Caracas, 40 años cumplidos el martes) son mágicas. Son las manos de la alfarera de las estrellas: Eneko Atxa (Azurmendi, Eneko, NKO), Andoni Luis Aduriz (Mugaritz), Josean Alija (Nerua), Álvaro Garrido (Mina), Diego Guerrero (DSTAgE, Madrid), Julen Baz (Garena), Alejandro Serrano (Miranda), Jorge Asenjo (de Erro), Bistronomika (Madrid), Umami (Orense), La Boscana (Lleida)... lucen a diario sus joyas de barro, de porcelana o cerámica vidriada en las mesas.

Chus Terán

Ainara Garay (firma Ainarita, el añorado apodo familiar) tiene su taller en un pequeño local minimalista en Mungia que respira el mismo aliento que el alma de esta mujer menuda, aficionada al arte y a la escalada. Todo es belleza aquí dentro. El torno blanco. Los platos, tazas y vasos de distintas formas que se secan, a la espera de una segunda cocción, en anaqueles de madera. Las dos diminutas vírgenes que ha modelado la alfarera para el altarcico en recuerdo a su madre, Crelia, fallecida en la pandemia. En un altillo, Garay ha dispuesto distintas cajas recuperadas de la basura, compradas a precio de saldo en anticuarios y chamarileros, donde transporta sus frágiles piezas.

Hay una de cuero cordobán, con refuerzos metálicos, que contuvo en su día el muy frágil cristal de lujo... Debió ser por la Belle Époque. En otros estantes se muestran piezas con historia, recuerdos de la tarea de Ainara y, otras, listas para su venta al por menor. En tarros de cristal se ven los distintos óxidos que intervienen en los esmaltes y en los colores de las piezas. El lugar tiene algo de tabanco de alquimista.

P. NIETO

La alfarería, tras la pintura con pigmentos en las cuevas y el tallado del sílex, quizá sea la expresión artística y utilitaria más antigua de la Humanidad.

«Siempre me han gustado las artes plásticas, pintar, dibujar... Nací en Caracas, a donde había emigrado mi aita. Viví allí hasta los 10 años. Recuerdo que, al regresar, me sentí como una extraterrestre. En mi clase el más 'extraño' era uno de Zaragoza. No había latinos. ¡Soy sudamericana a fuego! Estudié Química Medioambiental. Empecé a trabajar y vi que aquello no me gustaba nada. La cerámica siempre había estado presente en mi vida... Con mi ama visitaba el taller Barro Quemado, de Vicente Chang en Caracas, descendiente de emigrantes chinos, que hacía una cerámica utilitaria y decorativa. En Euskadi, con la excepción de Blanca Gómez de Segura y el Museo de Alfarería de Ollerías (ollería es la fábrica donde se hacen ollas, anota la RAE), se ha trabajado más la madera, el hierro o la piedra que la arcilla», explica.

Tras dejar el trabajo medioambiental, se trasladó a Barcelona, donde estudió cinco años en la Escuela Industrial de Artes y Oficios y completó un grado superior de Cerámica en la Llotja. «Iba desnuda, pero según toqué el torno, me enamoré. Había encontrado la pasión de mi vida».

P. NIETO

Me sirve Ainara una infusión de cúrcuma en una taza modelada por sus manos. Con el calor, en el fondo aparece el dibujo de unas niñas jugando al corro, de la serie Flow, ilustrada por Leire Llano (en el Museo de Bellas Artes). Más belleza.

Todo en este taller de Mungia tiene un aire oriental, entre ascético y minimalista. «Menos es más», repite Ainara Garay la frase de Mies van der Rohe. «Me gusta el estilo nórdico: hacen piezas sobrias, con pequeñas sutilezas y marcas. Cada obra es distinta» Se levanta y me muestra el torno eléctrico, con su rueda y su metálico pedal. Luego abre las puertas de su pareja de hornos. Son de la marca Tecnopiro: uno se llama Benjamín y a su lado, está Marjoline («es chica y, aunque es más vieja, se porta muy bien»), sonríe. «He notado muchísimo la subida de la electricidad. Las piezas pasan horas y horas en hornos eléctricos que alcanzan los 1.250º», suspira. Hay tres barros, acota la ceramista: la porcelana (Limoges), el refractario y el gres, que ella compra en Cataluña y Alemania, donde hacen el mejor.

P. NIETO

La cerámica, me dice la alfarera de las estrellas, es «infinita». «Sigo siendo una aprendiz que experimenta con mezclas, con colores... Mire, la porcelana se hace con tres ingredientes. Caolín. Cuarzo o sílice. Y feldespato. Los hay de sodio, de litio, de Sienita nefelina... Hay recetas en la cerámica, mezclas para formar una paleta de colores: el verde lo da el cobre, los marrones salen con el hierro; el rojo, el coral, es el color más difícil de conseguir y por eso uso un compuesto industrial. Tras modelar y tornear, cada pieza se deja reposar para que se asiente y no quede agua. Si la metes con humedad, estalla. Al final –cabecea– deciden los hornos. Puedes replicar una receta, una fórmula, y obtener tonos distintos en cada horneado. Damos dos. El primero es el bizcochado, a menos temperatura. Al segundo le llamamos de alta o esmaltado. Como ve, la cerámica es infinita».

Un plato de Ainarita para contener Ostra, tocino de Euskal Txerri y zanahoria', plato de Jorge Asenjo, el nuevo chef de Erro (Arrazola-Atxondo). A la derecha, Cara a cara (Mugaritz 2022): caviar, piñones y manzana negra caramelizada para el antifaz. ERRO Y J. LUIS LOPEZ DE ZUBIRIA.

Veo tornear a Ainara Garay. Lo hace en una postura incómoda, doblada. Cada hora, se levanta y se estira, descontractura las articulaciones de piernas, espalda, brazos y manos. A su lado, una cajita con los retorneadores, pulidores y palillos de madera con que da forma a cada pieza mientras el torno gira. Ainara diseña y dibuja ahora unas piezas para Hong Kong, para Ágora, el restaurante abierto por Antonio Oviedo en una antigua cárcel de la excolonia. Garay sonríe y me enseña su obra: esos hudies de porcelana con mariposas, los chaguanes o boles ceremoniales sin agarres, tazas con un asa de percebe, cuencos chinos lan hua, floreros y piezas con relieves en forma de guijarros o de peces (koi) que nadan en bandejas, platos y jarroncitos.

Todo su trabajo es visible en la web ainaritaceramica.com y en un hermoso libro catálogo que acaba de editar la alfarera. «Los cocineros a los que admiro son ajenos al mundo de la cerámica. Me encargo de explicarles la conexión entre ambos mundos», dice. Así surgió un plato de Mugaritz, una máscara andrógina de Fran (una cocinera) que este año 2022 obliga a enfrentarse con la vida cara a cara: con caviar, manzana caramelizada y piñones. Plato sobre plato. Pura magia.

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