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Eva García sostiene un cordero en el redil.
Productos vascos: Eva y Nuria se suben a enormes tractores para cultivar colza y cereal en Lantarón
Productos vascos

Eva y Nuria se suben a enormes tractores para cultivar colza y cereal en Lantarón

Las dos hermanas también crían ovejas merinas y venden para carne los corderos de su rebaño

Viernes, 11 de junio 2021, 07:01

Unos enormes tractores permanecen estacionados a cubierto junto al redil donde descansan las ovejas de Eva García en Caicedo Yuso, una aldea de 40 vecinos perteneciente a Lantarón, a medio camino entre Miranda de Ebro y Puentelarrá. Son los que las hermanas Eva y Nuria García manejan en sus tareas agrícolas y hoy ya no cuesta esfuerzo imaginárselas subidas en esas bestias mecánicas arando, sembrando y cosechando en los ondulantes campos que rodean su pueblo.

Porque son agricultoras y ganaderas, siguiendo los oficios que antes que ellas practicaron sus abuelos y su padre, aunque en teoría sus caminos profesionales no iban por ese camino. Eva estudió Administración y Eva, Cocina, pero ante la evidencia de que si no continuaban con los trabajos de sus mayores no había relevo, optaron por quedarse.

Y hace falta coraje, porque no hablamos de las llanuras castellanas de líneas rectas y campos infinitos; la orografía de esta comarca alavesa es dura, trabajosa, de parcelas de tamaño medio con torrentes y desniveles flanqueados por bosquecillos. Coraje y mucha tierra, 170 hectáreas propias o alquiladas. No, aquí uno no se aburre llevando un tractor. Las dos hermanas producen cereal y colza (que hace unas semanas iluminaba el paisaje con sus flores amarillas) para la cooperativa Garlan, donde adquieren semillas o abono.

Buen año de corderos

Pero volvamos a las ovejas, herencia también de sus mayores, que llegaron incluso a manejar un rebaño de 600 cabezas. El redil bulle de vida nueva, pues las 200 reses han parido durante las últimas semanas y, casi todas, a razón de dos corderos por cabeza. «Ha sido un buen año, aunque no lo esperábamos». Por lo visto, no quedó claro que el carnero hubiera hecho su trabajo, pero sí, cumplió por encima de las expectativas.

Son ovejas merinas, manejables y robustas, y la carne de sus crías se la lleva un carnicero que pasa todas las semanas a llevarse los corderos más apropiados cuando se encuentran entre las cuatro y las seis semanas de vida. «Estas ovejas tienen un parto sencillo y atienden bien a las crías, aunque siempre hay alguno que necesita ser alimentado con biberón», explica Eva. Alguno de los corderos se quedará para renovar el rebaño, que se nutre de paja y grano que, en buena medida, cultivan las dos hermanas en sus campos.

Cuando mejora el tiempo, las ovejas pastan en los montes vecinos, donde antaño había más rebaños, o en los campos ya cosechados. Mientras permanecen estabulados, consumen los enormes fardos que se almacenan cerca de la cubierta que protege los tractores. La agricultora no se queja del trabajo (al que hay que añadir el cuidado de sus tres hijos), porque la colaboración de su madre y de su tío alivia la faena.

Cuestión de organizarse

El futuro de las dos hermanas no pasa, aparentemente, por el cuidado de las ovejas, o al menos no de tantas. «La agricultura es más llevadera que la ganadería, no resulta tan esclava», explica. Es esa vida que los urbanitas no nos acostumbramos a entender, de fines de semana pendientes de alimentar o de pastorear el rebaño: «la gente no quiere trabajar doce horas, pero te puedes organizar de otra manera, de forma que puedes tener días libres si te echa una mano la familia o te afanas más intensamente el día anterior».

En la apacible tarde de Caicedo Yuso, el balido de las ovejas rompe el silencio que a otras horas quiebran los tractores o, en verano, la llegada de los que tienen casa allí. No son muchos: vecinos y recién llegados no alcanzan el centenar, que disfrutan de una paz inigualable entre los bosquetes de encinas y los campos relucientes con el verde del cereal o el amarillo de la colza.

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