Quienes tienen la amabilidad de leerme todas las semanas saben que, como asturiano que soy, tengo una especial debilidad por el pote de berzas, un guiso que me parece muy superior a la más conocida fabada. El pote es pura cocina tradicional, de la que ... se elaboraba y se sigue elaborando a fuego lento, al chup chup de la lumbre, preferiblemente la de las viejas cocinas. Hace unos días hice un alto para visitar El Llar de Viri, en San Román de Candamo, en la zona central del Principado, junto al río Nalón. En Candamo pueden visitar la Cueva de la Peña, Patrimonio Mundial de la Humanidad por el valor de sus pinturas rupestres y, si van en primavera, disfrutar de unas fresas que tienen merecida fama. Y por supuesto, recalar en este Llar de Viri, la casa de comidas de Viri Fernández, una de las grandes guisanderas asturianas.
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Iba con la idea de tomar su pote de berzas, excepcional como casi todos los guisos que Viri y su nuera ofrecen a diario. Pero me encontré con otro pote, el de castañas. Imposible negarme a probarlo. Hasta la llegada de la patata, procedente de América, la castaña formaba parte fundamental de la dieta en el norte de España, tanto en guisos como en postres. Los potes asturianos se hacían con castañas y nabos fundamentalmente.
Por suerte, este guiso ancestral, popular en la Asturias rural, no llegó a desaparecer y sigue encontrándose muy de vez en cuando. Sobre todo gracias a cocineros y guisanderas empeñados en conservar la tradición. Recuerdo que hace un par de años, Juanjo López Bedmar, con ascendencia asturiana, me preparó uno en su Tasquita de Enfrente, ese gran restaurante madrileño. Creo que de vez en cuando todavía lo hace por encargo. Ya les digo que disfruté mucho el de El Llar de Viri, en la carta durante todo el invierno. No es absolutamente ortodoxo porque no lleva nabo y sí patata, pero me consta que Viri está en ello, buscando los nabos de calidad que necesita. Mientras tanto, prueben este.
Y prueben sus otros platos. Unos callos a la asturiana, cortados muy pequeños y acompañados con patatas fritas, de los que sellan los labios; un guiso de cordero xaldo (raza autóctona recuperada), o un venado de quitarse el sombrero. Una visita obligada.
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