Que un restaurante alcance el medio siglo siempre es una buena noticia. Y más si lo celebra uno de los grandes. El 31 de julio Akelarre cumplía 50 años. Por desgracia, la gran fiesta que tenían prevista ha tenido que posponerse. No está el año ... para fiestas. Pero hay que rendir homenaje al hombre que ha hecho de Akelarre una referencia de la cocina mundial. En aquellos días del verano de 1970 aún no estaba Pedro Subijana. Allí, en el precioso emplazamiento del Monte Igeldo, colgado sobre el mar, se inauguraba un espacio que albergaba la discoteca KU, una cafetería y el restaurante. Subijana se incorporó cinco años después como jefe de cocina y ya en 1978 recibió su primera estrella. En 1980, con su mujer, Ada, compraron el restaurante.

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Allí dio sus primeros pasos la nueva cocina vasca, de la que el donostiarra ha sido uno de los abanderados. Llegarían luego las ampliaciones y modernizaciones de las cocinas y de los comedores, la huerta anexa… y la tercera estrella, en 2007. Años complicados con la crisis de 2008 que paralizó durante largo tiempo las obras del hotel que habían comenzado a construir y que no se acabó hasta 2017, inaugurado junto a un segundo restaurante, Espazio Oteiza.

Subijana es un luchador nato que a base de esfuerzo se ha situado en la élite de la cocina. Nadie le ha regalado nada. Su trabajo se ha caracterizado siempre por el buen gusto, el refinamiento y el equilibrio entre sobriedad e innovación. Pese a su dilatada experiencia y gozar del reconocimiento general, sigue siendo un inconformista que busca continuamente evolucionar, ya que considera que la monotonía es el mayor enemigo del cocinero. «La edad y la experiencia me han dado una serenidad que me permite hacer la cocina que me gusta sin condicionantes y en busca de lo mejor», me decía en una entrevista para una portada en XL Semanal que reunió a todos los tres estrellas del momento.

A sus 71 años, sigue cumpliendo su máxima, disfrutar haciendo disfrutar a los demás. La pasada semana coincidimos en San Sebastián en un par de actos. Lo encontré con su energía de siempre y con esa socarronería que le caracteriza. Buen cocinero y buena gente. Por el bien de la cocina vasca y española, larga vida a él y a Akelarre.

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