Urgente Retenciones en el Txorierri por la avería de un camión

Pasan las diez y media de una noche lluviosa en un barrio apartado de una gran ciudad del norte. Solo el sonido de las ruedas de un patinete eléctrico contra el asfalto mojado rompe la tranquilidad de una calle en la que hace horas que ... no se ve ni un alma. Conduce la motito una silueta humana, desdibujada por la mochila cúbica que carga a la espalda. Aminora la marcha y mira varias veces el móvil para asegurarse de que la dirección es correcta. Toca el timbre del 5º izquierda y sube pausadamente las escaleras, tratando de dosificar esfuerzos. Aún quedan un puñado de repartos antes de acabar una jornada que nunca sabe muy bien lo que va a durar.

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Abre la puerta un hombre en camiseta y calzoncillos, emite un gruñido ininteligible, le quita la bolsita de las manos y da un portazo antes de que al repartidor le haya dado tiempo a cerrar la aparatosa mochila. La persona que ha servido esa noche la cena ganará por ello quizá un par de euros, con suerte algunos céntimos más de propina. Ni una sonrisa, ni una palabra amable, ni una breve conversación... esa recompensa emocional que sí reciben otros compañeros de oficio que trabajan guarecidos por la barra de un bar o la sala de un restaurante.

Rara vez obtienen los frutos de un trabajo bien hecho; solo si cometen un error volverán a saber de sus clientes. Cuando uno baja al bar o sale a cenar a un restaurante suele ofrecer una cara amable; al fin y al cabo es un momento que espera con ganas y le pone contento. Las razones que nos llevan a pedir comida a domicilio suelen ser mucho más prosaicas y a veces no prestamos atención a las personas que nos traen el pedido hasta la puerta.

Una de las principales plataformas de reparto anunciaba esta semana, tras una sucesión de multas millonarias, que abandona el modelo de falsos autónomos, ofreciendo unos mínimos derechos laborales a los 'riders'. Aún está por ver cómo impacta eso en sus precarias economías. Mientras tanto, quizá podamos también como clientes contribuir a humanizar las duras jornadas de quienes son, en la práctica, camareros callejeros.

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