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Ha sido 2023 un año de importantes novedades gastronómicas en Madrid. No está claro hasta donde seguirá este ritmo frenético de aperturas, esa burbuja que en algún momento tendrá que estallar. Pero lo único cierto hasta el momento es que la oferta en la capital ... se dispara y el año recién finalizado ha sido pródigo en nuevos proyectos. De entre todos, el mejor para quien esto firma ha sido Velasco Abella, la primera aventura en solitario de la pareja que forman un cocinero tan brillante como poco mediático, Óscar Velasco, y una notable repostera, Montse Abella. Destacados discípulos ambos del inolvidable Santi Santamaría, se conocieron en el Racó de Can Fabes antes de que Santi los eligiera en 2001 para su restaurante madrileño, esa magnífica casa que fue Santceloni, donde permanecieron hasta su lamentable cierre en 2020. En Santceloni Velasco exhibió las virtudes aprendidas en Can Fabes: perfección técnica, pasión por el producto de temporada y búsqueda del sabor. Primero a la sombra del catalán y más tarde volando solo, con una línea propia que conjugaba una moderada creatividad con un impecable clasicismo.
En pocos meses Velasco Abella es ya uno de los grandes comedores de la capital. Montse Abella alterna la preparación de la parte dulce de la carta con la dirección de la sala. Una función que nunca había ejercido pero en la que se desenvuelve con soltura. En los cuidados detalles del comedor, incluidos los manteles, se nota de donde viene el matrimonio. Obviamente Velasco Abella no es Santceloni, ni pretende serlo, pero la elegancia de la sala y sus detalles nos lo recuerdan. Como lo hace una cocina que, en un plan más modesto, mantiene las líneas fundamentales de aquella. A la vez clásica y moderna, académica y novedosa, confortable, con el cocinero en plena madurez. En la carta, junto a algunos de sus grandes clásicos como la terrina de ternera, foie gras y pistachos o los ravioli de ricota ahumada con caviar, platos sobresalientes como el salteado de calamar y judías verdes, las setas con sopa de foie gras, la butifarra de liebre o los salmonetes en jugo de sus espinas. Enlazando unos con la cocina popular y con la alta cocina otros. Y siempre con los estupendos postres de Montse como remate. Curioso que Michelin, tan dada ahora a repartir estrellas entre restaurantes recién abiertos, haya ignorado a este Velasco Abella donde hay tanto nivel.
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