La informalidad de la clientela a la hora de las reservas en los restaurantes no es un tema nuevo. Nada más indignante para un hostelero que esas mesas reservadas, incluso reconfirmadas en el mismo día, que se quedan vacías sin que nadie responda al teléfono ... que se facilitó. Un trastorno para los propietarios, que en bastantes casos han estado rechazando a otros clientes por tener completo el comedor. Más dañino aún para los establecimientos pequeños, en los que una mesa de cuatro o de seis personas supone una parte considerable de la facturación del día.

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Llevo años pidiendo que los restaurantes implanten un sistema de reservas que permita, en caso de no anularla con un margen de tiempo razonable, hacer un cargo prefijado al que reservó. Se hace, sin que nadie lo cuestione, en los hoteles. Y es habitual en muchos países del mundo. Intenten ir a un restaurante de Nueva York o de Londres sin haber dejado previamente su número de tarjeta. En España cada vez son más los establecimientos que aplican esta política, pero sigue habiendo reticencias. Muchos hosteleros piensan que la medida molestará a sus clientes, cuando lo cierto es que a los únicos a los que no les gustará es a los sinvergüenzas que les dejarán colgados.

Por eso es tan importante la sentencia de un juzgado de Primera Instancia de San Sebastián hecha pública la semana pasada que daba la razón al restaurante donostiarra Amelia por aplicar la cláusula de cancelación a tres personas que no se presentaron a la cena reservada y reconfirmada. Los clientes presentaron una demanda por haberles cobrado 170 euros por cabeza. En la web de Amelia se explica claramente la política de cancelación y la cantidad que se cobrará al cliente que no se presente. Y la sentencia deja claro que esta cláusula de cancelación es legal ya que es una manera de evitar el perjuicio que le puede ocasionar al restaurante la incomparecencia de sus comensales. Y ante la apreciación del cliente de que la penalización era abusiva, el juez afirma que los 170 euros por persona es una cantidad proporcional al precio medio del cubierto.

Queda claro que una política de reservas y cancelación bien clara es una forma que tiene el restaurante de defenderse de esos 'no show' que tanto daño les hacen. Tal vez esta sentencia acabe con las reticencias y el miedo de muchos hosteleros.

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