Mis maestros del periodismo me decían que no es bueno opinar en caliente. Por eso he esperado unos días para escribir sobre algunas cosas que pude leer en torno a la última edición de Gastronomika. En concreto dos asuntos sobre los que, con máximo respeto ... para quienes los plantearon, estoy en profundo desacuerdo. El primero son las afirmaciones de una cocinera en el mismo escenario del Kursaal asegurando que en los congresos gastronómicos falta hablar de aquello que hay que cambiar. Planteaba que en este tipo de foros se traten los problemas que afronta la hostelería, desde las jornadas laborales hasta los precios a cobrar. A este respecto me van a permitir que reproduzca textualmente el comentario que un destacado personaje de nuestra gastronomía hizo en Twitter al día siguiente: «A los congresos de gastronomía se va a hablar y escuchar de gastronomía, para el que quiera lecciones de economía y gestión hay otros foros. Ir al carnicero a por merluza…» No tengo más que añadir.
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Que el primer asunto se refiera a una cocinera y a su ponencia me permite enlazar con el segundo. Estoy bastante harto de que tras cada congreso se hable de machismo y se acuse a los organizadores de dejar a las mujeres un papel residual. Cierto que han sido pocas, pero Gastronomika, como todos los grandes congresos, se limita a reflejar la realidad, guste o no guste. De 29 ponencias en el escenario, cinco han sido protagonizadas por mujeres, por no hablar de que en mujeres recayeron algunos de los premios más importantes, como el Gueridón de Oro a Jancis Robinson. Una proporción infinitamente superior a la que se da en el día a día. En España hay trece tres estrellas Michelin, y sólo uno, y por razones especiales, tiene al frente a una mujer, Arzak. Pero es que hay 34 con dos estrellas, y uno solo, Les Cols de Fina Puigdevall, tiene protagonismo femenino. Esa es la situación real. La paridad que algunos proponen resultaría algo bastante forzado. Y mucho más cuando se trata de un congreso que recordaba fundamentalmente los últimos 25 años de nuestra cocina. ¿Reescribimos también la historia de la gastronomía? Ya sé que esto que digo no va a gustar a mucha gente, pero no estoy tomando partido, me limito a exponer un hecho constatable. El avance hacia la equiparación todavía es un fenómeno en pañales en lo que llamamos alta cocina.
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