Urgente Grandes retenciones en la A-8, el Txorierri y la Avanzada, sentido Cantabria, por la avería de un camión

Junto a la tortilla de patata, el filete empanado protagonizó las comidas camperas o playeras de varias generaciones. Nada tan sencillo, ni tan rico, como un modesto filete de ternera rebozado en huevo, pan rallado, ajo y perejil. Fue durante mucho tiempo el mejor recurso ... para resolver la comida de cualquier excursión o de una agotadora jornada de playa. Y no sólo ahí. Los lectores de mi generación recordarán aquellos eternos viajes veraniegos hacia la costa o la montaña por carreteras que cruzaban uno a uno todos los pueblos y ciudades de la ruta (de las autovías no teníamos entonces ni siquiera noticia). Viajes en pequeños utilitarios en los que el espacio se aprovechaba al máximo para dar cabida a todo el equipaje, a tres o cuatro niños, e incluso a la empleada de hogar. Desplazamientos interminables que precisaban de al menos una parada para reponer fuerzas. Un alto en el camino para comer en cualquier rincón a la sombra junto a la carretera. Momento en el que de algún insólito espacio del vehículo la madre de familia sacaba una bolsa con esos filetes que comíamos con fruición. Eran también tabla de salvación para aquellos que volvíamos a casa tras una noche de fiesta. Los filetes fríos que se guardaban en la cocina, tapados con un plato, que entonces no existían ni los tupper ni el papel albal, reconfortaban el cuerpo y aligeraban los efectos del alcohol comidos solos o, aún mejor, en bocadillo.

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Ahora que en los hogares apenas se cocina, que las familias numerosas son casi un recuerdo del pasado y que los viajes se hacen por vías rápidas, con apenas una parada para repostar, esos filetes empanados van desapareciendo. También de los restaurantes, reducida su presencia a algunas entrañables casas de comidas y reemplazados casi siempre por las inevitables hamburguesas (ya que estamos nostálgicos, en aquellos tiempos lo que teníamos eran 'filetes rusos', otra especie en extinción). O sustituidos por versiones más pretenciosas como esa elaboración llamada cachopo que algunos están empeñados en convertir en bandera de la cocina asturiana y que, como dice un colega y buen amigo, más que un producto gastronómico es el símbolo de un modelo de turismo de bajo coste. Seguramente ya es demasiado tarde, pero me van a permitir que reivindique esos filetes empanados que tantas alegrías nos dieron a los que ya peinamos canas. Fríos y en bocadillo. Auténtica cocina de la memoria.

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