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Desde la pasada semana el ceviche peruano (o cebiche si prefieren, que ambas formas son válidas) es Patrimonio de la Humanidad. El plato más representativo de la cocina del Perú. Caracterizada por una fusión de culturas (en ella están presentes la cocina indígena, la española, ... la japonesa o la china), la gastronomía peruana ha sabido extenderse por el mundo. Y siempre con el ceviche como bandera. En palabras de Gastón Acurio, el hombre que más ha hecho por esa expansión internacional, «el ceviche, que nace del pueblo, es una forma de expresión. Para los peruanos es, sobre todo, una forma de vivir». Un plato ligero y refrescante, y a la vez muy diverso porque a lo largo del Perú hay muchos tipos de ceviches que varían según tradiciones y productos locales. Su elaboración ha evolucionado mucho en los últimos años. De aquellas preparaciones en las que el pescado se dejaba marinando (cociéndose en realidad) al menos cuatro horas, a las actuales, en las que basta con entre 20 segundos y dos minutos, en función de la grasa del producto. Se logra así más frescura y mayor respeto por el pescado, sobre todo cuando es de calidad.
La base habitual del ceviche es pescado o moluscos crudos, cortados en trozos. En Perú los más frecuentes son el mero y la corvina. Se mezclan con cebolla morada, zumo de limón (el peruano es mucho más potente que el español), ají limo (una de las siete variedades de ají peruano) y sal. Una elaboración intensa y refrescante en la que se conjugan los sabores cítricos y picantes. Se suele acompañar con choclo (maíz tierno). La popularidad de este plato es tanta que en Lima hay más de 2.000 cevicherías, la mayoría de las cuales sólo abren al mediodía ya que los peruanos creen que, tomado en la cena, es indigesto. Lógicamente, en Lima he tomado los mejores ceviches que recuerdo. Especialmente los de La Mar, la siempre abarrotada cevichería de Gastón Acurio, y por encima de todos los de Javier Wong en su semiclandestino y minúsculo Chez Wong, donde elabora ceviches y woks a la vista de sus privilegiados clientes. Un espectáculo verle trocear con maestría un enorme lenguado que luego mezcla en un recipiente con cebolla morada, ají limo, sal, pimienta y zumo de limón para servirlo de inmediato. Sencillo pero magnífico. A años luz de tantos ceviches mediocres que encontramos en España.
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