Por fin llegaron las tres estrellas. Lo merecían hace tiempo, pero con Michelin lo que en algunos casos son absurdas prisas en otros son demoras inexplicables. Desde que los conocí en El Rodat, en Jávea, el restaurante donde se encontraron tras seguir caminos distintos, siempre ... me ha gustado la cocina de los hermanos Torres. Se complementan muy bien Sergio y Javier, que han acabado formando un equipo perfectamente conjuntado. Más allá de la fama que pudiera darles la televisión, sus trayectorias son importantes. Sergio en Neichel, Akelarre y varios años junto a Alain Ducasse. Javier en Girasol, Philippe Rochat y Can Fabes. Luego encuentro en El Rodat y traslado a Barcelona para abrir Dos Cielos, donde lograron las dos estrellas.

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Hace cinco años cumplieron su sueño abriendo su propio restaurante, Cocina Hermanos Torres. Una antigua nave industrial que han transformado por completo aplicando las últimas tecnologías y que tiene como eje central la gran cocina de pase, rodeada por las mesas que ocupan los clientes. En el menú degustación evidencian su formación técnica, su gusto por presentaciones vistosas y su idea de una cocina académica, refinada, actual, que saca tanto partido de los productos más exclusivos como de los más modestos. Se come de maravilla en esa casa, el nivel es altísimo, pero me queda la sensación de que desde que han alcanzado el escalón más alto asumen menos riesgos. Tal vez porque prefieren asentar lo ya logrado.

Me gusta visitar a los hermanos Torres en estas fechas en las que el final del invierno da paso a la primavera. Pocos cocineros tratan los productos invernales con tanto acierto. Así que en el menú todavía me encuentro, aunque por pocos días, la liebre a la royal, una de las mejores que se pueden comer en España, el civet de lamprea, o el arroz de caza. También las últimas yemas de erizo con pasta casera. «Nunca la habíamos trabajado y nos hace mucha ilusión», me dice Javier. Y una excepcional anguila braseada con colinabo encurtido, cítricos y albahaca que sitúo entre los mejores platos que he probado este año. Como contrapunto, aromas primaverales en el corte helado de piñones, en la primera florada de guisantes del Maresme con jamón y migas, ya un clásico, o en el postre de nieve de vermú blanco con limón y romero. Como ocurre con Atrio, Michelin ha hecho por fin justicia a los hermanos Torres.

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