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La sidra es una de las señas de identidad de Asturias. Me dirán que también se elabora en otras zonas de España, principalmente en el País Vasco, pero el Principado es la primera región en producción de esta bebida con casi el ochenta por ciento ... del total nacional. Se comercializan allí nada menos que cuarenta millones de botellas, con un consumo medio por habitante de cincuenta litros al año. La semana pasada, la UNESCO proclamaba a la cultura sidrera asturiana como Patrimonio Mundial Inmaterial. Ojo, a la cultura sidrera, no a la sidra en sí misma. Y es que en Asturias, además de esa alta producción y de su arraigo, la sidra tiene una característica que la diferencia del resto: se escancia. Con un ritual peculiar, el escanciador la deja caer desde lo alto hacia el vaso. Un vaso ancho, de cristal fino, en cuyo borde bate la bebida, oxigenándose. Para los asturianos la sidra se relaciona con fiesta y diversión. Especialmente en verano, cuando se bebe en todas las romerías populares acompañada con tortillas de patata, chorizos, lacón, empanadas o sardinas. El manifiesto de petición a la UNESCO lo decía claramente: «la sidra es, además de una bebida, una tradición, una manera de vivir y de relacionarse».
El mismo día en que se anunciaba esta decisión Oviedo era escenario de un encuentro poco habitual. Ocho de los cocineros más influyentes de las últimas décadas se reunían, como colofón de la capitalidad gastronómica de esa ciudad, para recibir un merecido homenaje. Ferran Adrià, Joan Roca, Pedro Subijana, Hilario Arbelaitz, Martín Berasategui, Elena Arzak (en representación de su padre), Quique Dacosta y José Andrés estuvieron primero en el escenario del Auditorio Príncipe Felipe y luego en una cena ofrecida por los integrantes de Fomento de la Cocina Asturiana, capitaneados por Pedro Morán, de Casa Gerardo. Coincidí con mis compañeros de mesa en que entre los homenajeados había una gran ausencia, el manchego Manolo de la Osa, cuya influencia en la gastronomía española ha sido enorme. Hubo tiempo también para aplaudir a Nacho Manzano y a sus hermanas, primeros triestrellados de Asturias. Como colofón, los ocho cocineros incluso se atrevieron, con mayor o menor fortuna, a escanciar unos culines para celebrar el nombramiento. El mejor, claro, José Andrés. El que más tiró fuera del vaso, Ferran Adrià, que como decía un asistente hizo «una deconstrucción» de la sidra. Pero la intención es lo que cuenta.
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