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El pasado fin de semana, mientras desayunaba disfrutando de la tranquilidad de uno de los mejores y más bonitos hoteles de España, volvía a plantearme una pregunta que me hago con frecuencia: ¿Por qué son tan malos bastantes desayunos de hotel? No es, desde luego, ... el caso de este Marbella Club, donde se presenta a los huéspedes un bufet de muchos quilates que incluye desde excelente salmón ahumado casero o embutidos de primera calidad hasta un rincón con botellas de champán. No se trata de abrumar al cliente con una oferta desmesurada, pero sí de buscar la calidad de lo que se ofrece. Calidad por encima de la cantidad.
Por suerte o por desgracia viajo mucho a lo largo del año y por tanto tengo oportunidad de probar bastantes de estos desayunos. Obviamente no se puede exigir lo mismo a un hotel de lujo, como es el caso del Marbella Club, que a un dos estrellas. Pero se distingue perfectamente cuándo, dentro de las posibilidades de cada uno, hay ganas de hacerlo bien o simplemente la intención de pasar el trámite. Esos zumos industriales, esos embutidos y quesos casi de plástico, esas amazacotadas tortillas de patata de quinta gama, esos panes infumables incluso aunque los tostemos, esos aceites de oliva de tercera presentados en recipientes de ración individual… Dan ganas de huir hacia la cafetería más próxima.
De todas formas, tampoco podemos ponernos muy exquisitos porque los bufets sacan lo peor de la gente. Extranjeros y nacionales sirviéndose cantidades ingentes de lo que sea, como si no hubiera un mañana o como si llevaran varios días a dieta rigurosa. Algunos comportamientos, y no solo en hoteles baratos, producen vergüenza ajena. ¿Nunca han visto a un señor o a una señora guardarse la comida discretamente en la mochila o en el bolso? Ante esas formas (más bien, no formas) de actuar acaba uno por entender que algunos establecimientos tampoco se esfuercen demasiado en este capítulo.
En cualquier caso tampoco quiero generalizar. He tomado estupendos desayunos tanto en pequeñas casas rurales, a base de productos locales y repostería casera, como en hoteles playeros de cientos de habitaciones. De estos últimos, recuerdo especialmente el del Iberostar Andalucía Playa, en Chiclana, donde combinan cantidad y calidad, con una oferta tan abrumadora en su variedad como cuidada en los detalles.
También en la memoria el que sirven en las habitaciones de su encantador hotel Atrio Toño Pérez y José Polo. O el del Echaurren de la familia Paniego en Ezcaray. Ejemplos ambos de perfecta simbiosis entre restaurante y alojamiento. Todos ellos desayunos que invitan a empezar el día con las mejores sensaciones.
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