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No está bien comer en soledad. Con frecuencia, no queda más remedio, porque uno se sienta a la mesa con prisa para acudir a una cita, tiene el tiempo justo para comer y volver al trabajo, por mil razones. Es cierto que disfrutar de la mesa con uno mismo también puede resultar una experiencia única, cuando de lo que se trata es de entregarse a los placeres personales del alma. Pero hacerlo siempre y por obligación es diferente. Es un mal rollo que solo lleva a malalimentarse. Y eso, claro, no puede ser y vamos a impedirlo.
Las personas mayores, no excesivamente mayores, a partir de los 50 ó 60 años, comienzan a comer menos. Pocos años después, los polluelos dejan de serlo, comienzan a volar y llega el momento en que, por una circunstancia u otra, toca cocinar para uno solo. Suena la sirena, alarma. «Comer en soledad eleva el riesgo de malnutrición, va en contra de nuestra condición de seres humanos y es algo que puede evitarse», defendió esta semana la médico nutricionista Carmen Pérez-Rodrigo, de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria, en el marco de la jornada 'Gehiago Biziz 2025', organizada por EL CORREO con la Fundación BBK.
Comer solos por obligación es un drama que viven cada día cinco millones de españoles. Un estudio de 2022 señalaba que un 13% de las personas mayores de 65 años no disfrutaba comiendo y que un 19% se sentaba a la mesa todos los días sin más compañía que el periódico, la radio o la televisión, el móvil o su mascota. Desde entonces, lo único que hemos hecho como población ha sido envejecer, posiblemente en mayor soledad.
Comer solos nos lleva a alimentarnos peor, aunque no seamos conscientes. Como cocinar para uno mismo da más pereza, salimos menos al supermercado. La nevera está más vacía. Así que llega la hora de cenar y nos conformamos con un yogur o un vaso de leche con galletas, que desde luego no es una comida completa. A la larga, ese tipo de actitudes se paga con años de salud y dependencia.
Tampoco se cocina igual cuando se hace para uno solo. Se le pone al asunto mucho menos empeño, porque tendemos a autoengañarnos con frases del tipo 'total, a mí me vale con cualquier cosa', que son completamente falsas. Nos olvidamos de que la cocina es un acto de amor y con frecuencia, quizás demasiada, también de amarnos a nosotros mismos. Hay que comer bien, sea en soledad o como si hay mil invitados.
Otra cuestión más. Lo mismo que con los años perdemos la vista, el oído y lo demás, también nos fallan los mecanismos del hambre y la sed. Dejamos de sentirlos y pensamos que no tenemos ganas ni de comer ni de beber. Es el mejor camino a la desnutrición. Hay que comer y beber aunque no se tengan ganas.
La especialista Carmen Pérez-Rodrigo aporta varias claves para evitar las consecuencias de las comidas en solitario.
1. Coma bien. Primer plato, segundo y postre, que es para usted.
2. Tómese su tiempo. No lo haga deprisa y corriendo, ni mucho menos de pie. Disfrute del placer que su propia comida.
3. Coma en compañía siempre que pueda. Invite a un hijo, algún amigo que también esté solo. Si tiene padres que viven solos, no les deje. Le cuidaron, cuídelos.
4. Busque contacto social. Si es necesario, forme un nuevo círculo de relaciones a través de asociaciones, gimnasios, talleres... Podrá participar en actividades con comidas y cenas; incluso cocinar para ellos. Se sentirá mejor y se cuidará mejor.
5. Organice videoconferencias. ¿Recuerda las quedadas con familiares y amigos durante el encierro domiciliario de la pandemia? ¡Aprovéchese de lo aprendido! Una quedada para comer por videollamada puede cambiarlo todo.
¿Qué sentido tiene desaprovechar el tiempo? ¡Feliz semana!
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