Las almendras, además de ser deliciosas, aportan nutrientes esenciales para mantener sano nuestro corazón. Este fruto seco, que se puede encontrar fácilmente en las estanterías de cualquier supermercado, es fuente de vitamina E, fibra, biotina, calcio , fósforo ,magnesio... Según un estudio de la Universidad de Harvard, las almendras reducen el riesgo de enfermedades cardíacas al reducir el colesterol total y ejercer efectos antiinflamatorios y antioxidantes.
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Los esteroles vegetales que se encuentran en las almendras pueden interferir con la absorción de colesterol y ácidos biliares, y la gran cantidad de grasas insaturadas en ellas favorece un perfil lipídico mejorado (perfil de riesgo coronario), especialmente cuando este alimento reemplaza a otros con alto contenido de grasas saturadas y carbohidratos refinados. Asimismo, las almendras contienen fitonutrientes que favorecen el crecimiento de microbios intestinales beneficiosos. Los ensayos controlados han demostrado que la ingesta general de frutos secos puede disminuir la inflamación, promover la salud de los vasos sanguíneos y reducir la resistencia a la insulina.
Curiosamente, a pesar de que los frutos secos son ricos en calorías, las investigaciones no respaldan un vínculo entre su consumo y el aumento de peso. De hecho, se han asociado con un menor aumento de peso y un menor riesgo de obesidad, posiblemente porque el contenido de grasas y fibra ayuda a mejorar la sensación de satisfacción y saciedad.
La investigación también arroja que quienes comen almendras dos o más veces por semana presentan un 13% menos de riesgo de enfermedad cardiovascular total y un riesgo 15% menor de patología coronaria.
¿Y qué ocurre con los productos derivados de las almendras? ¿Son igual de sanos? En cuanto a la harina de almendras, el estudio señala que esta alternativa a la harina no contiene gluten y es baja en carbohidratos. Las almendras se blanquean sin piel para crear una textura más fina. Es más rica en nutrientes que la harina de trigo, pero también más rica en calorías y grasas. La harina de almendras contiene más humedad que la harina para todo uso, por lo que normalmente se necesita una mayor cantidad a la hora de utilizarla como sustituto.
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Generalmente, ¾ de taza de harina para todo uso equivale aproximadamente a 1 ½ tazas de harina de almendras. Asimismo, recuerda que la humedad adicional de la harina de almendras puede hacer que los productos horneados sean más susceptibles al deterioro y al moho, así que conviene guardarlos en un recipiente hermético. Por su parte, la leche de almendra, muy consumida, no contiene colesterol ni lactosa, lo que puede resultar atractiva para quienes siguen una dieta baja en colesterol o son intolerantes a la lactosa. Se elabora triturando finamente las almendras con agua, que luego se cuela para quitar la pulpa de la almendra. Después, el líquido restante se puede enriquecer con nutrientes como calcio y vitaminas A y D. Si bien la mejor opción es la leche de almendras sin azúcar, muchas tienen edulcorantes agregados.
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