Pan, en la variedad está el gusto

El médico y nutricionista Javier Aranceta tiene la clave. «Lo mejor es hacer como cuando vas a un restaurante y te ofrecen la cesta, primero pruebas uno y luego el otro. Ninguno va a hacerle daño», explica el experto, presidente de la Real Academia de Medicina del País Vasco. Hace un siglo, los españoles consumían hasta un kilo de pan al día. Eran otros tiempos, seguramente de mucha hambre y poca posibilidades de hacer una dieta variada. En la actualidad, rondamos los 75, una cantidad que nos convierte en el país europeo donde menos se consume. ¿Cómo es posible con tantas variedades como hay, tan sabrosos y tan saludables?

El pan se ha demonizado porque su abuso puede representar un aporte de calorías innecesario. ¡Claro que sí! El plato más sano puede acabar haciéndonos daño si nos metemos para adentro una cantidad ingente. Tomado de forma moderada no engorda. Aporta fibra al metabolismo y con una ración de 40 a 60 gramos al día se cubren las necesidades de carbohidratos del organismo. Por cierto, carbohidratos complejos, que son los mejores.

El único del que se debería huir como de la peste es del de supermercado, especialmente de esos que, como cuenta Aranceta, ofrecen a partir de media tarde 'tres barras al precio de una'. Cuando lo meta en la cesta quizás hasta parezca que está calentito, «pero pasadas dos horas, puede utilizarlas como auténticas porras», bromea. Se ponen horriblemente gomosos porque se elaboran sin masa madre, con harina refinada y levadura artificial.

Cualquier pan es sano, salvo que se sea celiaco, que entonces deben evitarse los elaborados con trigo. Incluso habría que fijarse bien al comprarlos de maíz. El maíz no contiene gluten, pero la molienda con la que se preparan este tipo de bollos contiene con frecuencia harina de trigo para conseguir que panifique mejor y lograr un producto más esponjoso. A partir de ahí, todos tienen sus propias ventajas nutricionales. Integrales, de horno, hogaza, incluso los de molde si se elaboran de forma artesanal... y además, hay que ser sinceros, cada vez los hacen más deliciosos.

-Blanco: Rico en hidratos de carbono complejos. Sobre todo almidón, que tiene la pega de que se absorbe muy rápido. Contiene proteínas, vitaminas y minerales.

-De masa madre: El ideal. Su composición es tan compleja que alberga todo tipo de nutrientes. Su balance entre ácidos grasos y proteínas es excepcional.

-Integral: Elaborado con grano entero, no provoca picos de azúcar en la sangre. Alto contenido en fibra, vitaminas B y E, potasio, folato, hierro y magnesio.

-De centeno: útil para el control del peso por su bajo contenido en grasa. Vitaminas y minerales, parecido al integral.

-De maíz: Destaca en él su alto contenido en fibra, lo que lo convierte en ideal frente al exceso de colesterol y para afrontar diversos problemas digestivos.

-Multicereales: Si es artesano, no lo dude, de lo más sano que puede comprar.

-De cereales germinados: Elaborado con granos integrales y legumbres que se dejan germinar. Su concentración de nutrientes es algo mayor. Más digerible que otros porque contiene menos almidón.

¿El pan malo? ¡Qué va! Pero si hasta las penas con pan son menos penas...