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Estamos acostumbrados a echar la culpa de todos nuestros males, incluidos los de la dieta, al imperialismo yanqui, que extiende sus brazos sobre todos los ámbitos de la vida. Algo de cierto hay en ello cuando cada vez dedicamos menos tiempo al acto de comer ... y comemos cada vez peor. Muchas veces nos metemos cualquier cosa entre pecho y espalda. Pero la cosa tampoco es del todo así. La evolución humana no es una cuestión de días, ni siquiera de décadas.
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El cambio de patrón alimentario que incide de forma tan negativa en nuestra salud comenzó hace mucho tiempo, nada menos que 150 años. Tiene que ver con una sustancia que es básica para un envejecimiento saludable: los ácidos omega 3 (aceite de oliva, frutos secos, verduras de hoja verde...), que están desapareciendo de nuestras mesas.
«Durante cientos de millones de años, la proporción de grasas omega 3 y omega 6 estuvo muy bien balanceada en los humanos. Ambas resultan fundamentales para el correcto funcionamiento del organismo. Ese patrón cambió hace 150 años, con la revolución industrial». La que así reflexiona es Isabel Medina, coordinadora del Área de Ciencia y Tecnología de los Alimentos del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), que ha participado en Bilbao en el congreso 'Food4Future' sobre el futuro de la alimentación.
¿Qué ocurrió hace siglo y medio? El proceso de transformación económica y social que trajo la revolución industrial comenzó a inclinar la balanza de la ingesta alimentaria a favor de los ácidos omega 6 y en contra de los omega 3. La población occidental –para que se entienda fácil– empezó a consumir menos aceite de oliva y pescado azul y más aceite de girasol y carne de ave. A este giro radical que marcó el cambio de rumbo se unió el crecimiento exponencial en las últimas décadas de grasas saturadas y trans, azúcares, alimentos procesados...
Ha sido el cóctel perfecto para un envejecimiento insalubre. «No es que este tipo de moléculas o componentes sean perjudiciales para la salud. El problema es el exceso de determinados componentes o su supremacía sobre otros», detalla la especialistas. No hay alimentos prohibidos, sino que –como siempre– el secreto de la salud en lo referente a la dieta se encuentra en una alimentación equilibrada, que priorice el consumo de fruta, cereales, legumbres, pescado y la carne blanca antes que la roja.
La avalancha de enfermedades neurodegenerativas que se vive desde el cambio de siglo se debe en buena medida a una forma de alimentarnos que favorece la inflamación crónica y el estrés oxidativo. Los científicos hablan así para referirse a dos procesos naturales que aceleran el envejecimiento. La inflamación es una respuesta puntual del sistema de defensas para la reparación de tejidos dañados. Cuando esa inflamación se vuelve crónica se convierte en un problema de salud. Estrés oxidativo es, por su parte, otro proceso natural que se origina por la mayor presencia en el organismo de radicales libres (moléculas favorecedoras del envejecimiento) que la antioxidantes, que lo contrarrestan.
Nos falta omega 3. Y es cierto que el pescado cada vez cuesta más, pero en zonas de costa, como la nuestra, siempre hay buen producto a buen precio. Como dice Isabel Medina, una lata de sardinas, que es una joya de omega 3, es bien barata, además de algo bien rico. Añada ejercicio y relaciones sociales a su vida y hallará el secreto para una vejez saludable.
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