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«La relación que existe entre nuestras emociones y el sistema digestivo es de sobra conocida, pero cada vez hay mayor evidencia de ello. Si sentimos mariposas en el estómago cuando nos enamoramos o se nos retuercen las tripas ante determinadas situaciones no es por ... casualidad. El cerebro y el sistema digestivo están íntimamente ligados a través de lo que la ciencia conoce como microbiota».
Es apasionante, ¿verdad? Lo dice la psiquiatra Amanda Rodríguez Urrutia, médico del hospital catalán de Vall d'Hebron, una de las especialistas que mejor conoce en España los lazos que comunican la flora intestinal y el estado de ánimo. En los últimos años, este campo del conocimiento ha avanzado tanto que ya se sabe que el consumo de determinados productos protege frente a las enfermedades mentales. Especialmente ante las más extendidas: la ansiedad y la depresión.
¡Ojo! Cada cosa en su sitio. Esto no significa que si se come tal o cual producto uno se libra ya de la posibilidad de sufrir una enfermedad mental. Si alguien le dice algo así, dude de su palabra. Nadie está libre de padecer las consecuencias de los demonios que pueblan la mente humana. Lo que la ciencia ha puesto encima de la mesa, cada vez con mayores dosis de evidencia, es que las tripas y el cerebro están tan interconectadas que determinadas patologías, especialmente en sus formas más leves, pueden prevenirse. Amanda Rodríguez sabe cómo.
Está claro que, desde el punto de vista nutricional, las chucherías (gominolas, caramelos, helados, pasteles...) no aportan absolutamente nada, sino más bien al contrario. Su consumo, sin embargo, actúa como un revulsivo del estado de ánimo. ¿Ono? ¡Pues claro, a nadie le amarga un dulce y menos de vez en cuando! Con la dieta sucede un fenómeno muy similar.
La flora intestinal –también llamada microbiota y microbioma cuando se incluye en el término a los genes relacionados con ella– es un nombre precioso que sirve para referirnos a los millones de microbios y bacterias que pueblan nuestro organismo. Aunque están por todas partes, viven sobre todo en los intestinos y constituyen, junto con la piel, el auténtico corazón del sistema inmunitario.
Cerebro y tripas están íntimamente ligados hasta el punto de que una microbiota inconsistente, carente de determinados microbios influye sobre el estado de ánimo. Dicho de otra forma, existen bichejos entre esa flora intestinal que favorecen la aparición de procesos inflamatorios y otros que generan justo el efecto contrario. Ahora sabemos que determinados alimentos contribuyen al bienestar emocional mediante la generación de llamémosle 'microbiota sana'. ¿Cuáles son?
Se lo puede imaginar. La evidencia científica indica que la dieta que mejor contribuye al bienestar emocional de las personas es la mediterránea. ¿Por qué? Porque es rica en frutas, verduras y fomenta el consumo de pescado por encima de la carne. Nuestra forma tradicional de comer constituye el régimen alimentario que mejor favorece la salud mental.
Si quiere saber qué alimentos en concreto resultan más beneficiosos, tome nota: los más antidepresivos son las legumbres, (lentejas, garbanzos...), hortalizas (sobre todo coliflor y brócoli), los cereales, la carne blanca (pollo, pavo) y los bivalvos (ostras, almejas o mejillones). También hay suplementos alimenticios de probada eficacia, siempre que sean necesarios, por supuesto, y con la oportuna indicación médica.
El 20% de las consultas al médico de familia, especialmente durante la pandemia, se relacionan con depresión y ansiedad, según se ha sabido en la reciente jornada 'Avances en Depresión en Atención Primaria', organizada en Barcelona por laboratorios Lundbeck. Brindemos por bajar esas cifras disfrutando de la comida.
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