Si les digo «galleta María», en qué marca piensen ustedes? Probablemente lo harán en Fontaneda o Cuétara, pero apostaría un ojo de la cara a que nadie pensará en Artiach. Fundada en 1907, la galletera bilbaína perdió en un momento dado el tren de las « ... Marías» y ya nunca lo pudo volver a recuperar, pese a haber sido uno de sus fabricantes más populares antes de la Guerra Civil. Hasta 1936 las palabras «Artiach - María - Bilbao» no sólo adornaron una de las caras de esta galleta, sino que formaron un trío inseparable en la mente de los consumidores. Las Marías eran siempre de Bilbao, siempre de Artiach y también siempre un producto de verdadero lujo, elaborado con leche fresca, mantequilla de la mejor calidad, azúcar blanco y harina de flor.
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El problema llegó cuando todos esos ingredientes desaparecieron del mercado. Durante la durísima postguerra española se juntaron circunstancias como el racionamiento de alimentos, el desabastecimiento de materiales, la falta de importaciones debido a la Segunda Guerra Mundial, la injusta política de cupos de materias primas establecida por el franquismo y la penalización de Bizkaia como «provincia traidora», que conllevó la abolición del concierto económico en el territorio.
Todo ello provocó enormes dificultades a los industriales vizcaínos y por supuesto a Artiach, que a pesar de haber sido nombrada en 1941 «empresa ejemplar» era incapaz de acceder a los mismos productos que había usado en su fábrica antes de la contienda. Tampoco había electricidad constante para que funcionaran los hornos, ni gasolina o vehículos para distribuir las galletas, ni hojalata para los envases que siempre habían caracterizado a sus galletas.
Mientras que otras compañías establecidas en provincias «leales» fueron favorecidas por la política de cupos y pudieron acceder a productos importados o incluso refinar su propio azúcar de caña o remolacha, en octubre de 1940 Artiach vio cómo su suministro de harina de trigo se cortaba por completo y en septiembre de 1941, también su acceso al azúcar. Comprometidos con sus clientes, el 29 de enero de 1942 los hermanos Artiach Gárate publicaron en este periódico un comunicado explicando que de manera temporal y hasta que las circunstancias les permitieran recuperar su actividad normal, fabricarían «unas nuevas pastas a base de miel, azúcar de mosto, almendra y avellana». En abril de ese mismo año se dirigirían en el diario ABC al resto del país con una frase que resumía perfectamente su situación: «hacemos hoy lo que podemos y no lo que deseamos».
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Tal y como recogen el libro 'Las galleteras de Deusto' (Maite Ibáñez y Marta Xabala, 2007) y la tesis 'La galleta y el diseño, el modelo Artiach' (Miguel Morenés Artiach, 2016), para preservar los puestos de trabajo de sus empleados y seguir en el mercado Artiach tuvo que recurrir a la harina de yuca o castaña y también a diversificar sus fuentes de ingresos: en sus instalaciones de Zorrozaurre se empezó a elaborar membrillo, vender huevos y criar cerdos. Empeñados en no dilapidar la reputación que tan costosamente se habían ganado, los Artiach van con la verdad por delante y avisan de que sus nuevas pastas son nutritivas, «aunque sin la excelencia de las marcas que con tanta tenacidad hemos acreditado durante largos años». Dicen obligado adiós a la María, a la Cracker, la Digesta y a otra de sus grandes especialidades, Chiquilín, creada en 1927 a base de yema de huevo, mantequilla, harina de flor, azúcar y coco.
Habiendo recuperado el acceso a la harina (algo era algo), a principios de 1945 la empresa anuncia una nueva serie de galletas denominada «Aproximación». La honestidad de la empresa queda patente tanto en el nombre como en su justificación: aunque aquellos productos recordaban a los de antes de la guerra, su fórmula y calidad aún no eran las mismas y no querían «usar nuestros nombres clásicos, que tan grabados en su mente tienen los consumidores, hasta que podamos ofrecer la garantía de una selección adecuada de primeras materias». Por eso la María se llamaba Casi («prácticamente una María»), la Cracker pasaba a ser Hojaldrina y aparecían nuevas variedades como la Sinaz (sin azúcar, claro) o la Popi de avellanas.
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En otoño de 1946 se le dio a la serie Aproximación una nueva vuelta de tuerca con la aparición de Chavalín, una autoimitación de Chiquilín que sólo se diferenciaba de la original «por un sutil matiz derivado de la imposibilidad de elegir las calidades de las materias primas». Los nombres, las recetas y la añorada calidad de Artiach se recuperaron en 1950, después de una década de apuros, perseverancia e integridad a prueba de balas. Lo malo es que el tren de las galletas María nunca volvió a circular a la misma velocidad.
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