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Nunca he entendido por qué ETB no se gasta los dineros públicos en hacer una serie de época de ésas que triunfan en casi todas las cadenas. 'Amar en tiempos revueltos' palidecería al lado del folletín vasco que yo imagino, inspirado en hechos reales y ... a medio camino entre el dramón turco y el documental social. En mi cabeza la historia siempre la protagoniza una sufrida cocinera (posiblemente una de las hermanas Azcaray Eguileor), pero habría sitio de sobra para incluir tramas políticas como el nacimiento del socialismo y el nacionalismo, las huelgas obreras, el poder de las élites empresariales o los espías de la Primera Guerra Mundial. De fondo aparecerían personajes como Unamuno, María de Maeztu o Manuel Iradier y por supuesto habría un amplio elenco de secundarios tan entrañables como efectistas: mineros, cupletistas, reyes del ferrocarril, damas de alta alcurnia, amantes bandidos y muchas cosas más.
La gracia estaría en que todo tuviera base histórica cierta. No habría que inventar nada porque nuestro pasado es rico en anécdotas fabulosas y personajes fascinantes. Una de las subtramas contaría por ejemplo la historia de José de Echabe, el confitero bilbaíno que pasó de ser un dulce e inocente comerciante a convertirse en delincuente encarcelado. ¿Se acuerdan de que hace un par de semanas hablamos aquí de los primeros negocios que tuvieron teléfono? En julio de 1888 el listín telefónico de Bilbao indicaba el número 114 para llamar a la confitería El Buen Gusto y el 120 para comunicar con la ídem Las Delicias. A los que conocieran bien la historia reciente de la ciudad les debió de parecer divertidísimo que ambos negocios aparecieran tan seguidos en el listín y que uno de ellos, aunque sólo fuera por casualidad, apareciera antes que el otro. El Buen Gusto y Las Delicias mantenían una guerra abierta desde hacía años y daba la casualidad de que sus dueños no sólo eran cruentos rivales sino también primos.
Para explicar aquel pique pastelero hay que ponerse antes en contexto. Imagínense ustedes el Bilbao de 1867: una ciudad pequeña pero pujante a la que cada vez llegan más personas de fuera en busca de oportunidades. Uno de esos recién llegados es Juan José Echabe Olasagasti, nacido en San Sebastián en 1849 y confitero de oficio. Con sólo 19 años se casa con la bilbaína Margarita Pinedo Mingo y con la generosa dote de la novia abre una confitería, repostería y pastelería en la calle del Víctor número 1 bajo el nombre de Las Delicias.
Tal y como se estilaba en la época Echabe vende caramelos, pasteles, chocolate, figuritas de azúcar, turrones, conservas, vinos y refrescos, un poco de todo orientado al consumidor de capricho o delicatessen. La tienda y el obrador estaban a nivel de calle y la vivienda familiar en el piso superior, en el mismo edificio en el que ahora hace esquina Vesman.
Nuestro amigo José tiene en 1875 un aprendiz y al menos dos oficiales entre los que figura el tolosarra Francisco Irigoyen, que tras pasar por Las Delicias fundará su propia confitería, El Buen Gusto, y se casará con una prima de la esposa de Echabe. Huele a drama y ya les digo yo que lo hubo, y mucho. Hasta la aparición de su rival, Las Delicias fue un verdadero éxito empresarial que introdujo en Euskadi novedades gastronómicas como el roscón de reyes: Echabe comenzó a hablar del «pan regio» en anuncios de 1875 y el 1 de enero de 1879 insertó en El Noticiero Bilbaíno un singular poema publicitario dedicado al roscón. «Si se inventa algo bueno, francés o turco, para traerlo a España los mares surco», decía, «fui a París y viendo que el Pan de Reyes ya era acreedor al aplauso de Europa entera, adquirí la receta de pan tan rico y ésta es la exacta historia del que yo fabrico».
El confitero sentía debilidad por las novedades, el márketing ingenioso... y también por los tejemanejes económicos. En 1882, a los 33 años, José de Echabe fue denunciado por otro comerciante bilbaíno por el impago «de varias cajas de turrón y otros géneros» y también por una cuenta pendiente de 1500 pesetas procedentes de un pagaré. Los pagarés fueron su perdición. Ese mismo año le acusaron de estafa y falsificación al suplantar las firmas de dos vecinos en un pagaré de 50.000 reales del Banco de Bilbao.
Mis pesquisas llegaron a un callejón sin salida, pero gracias a César Estornes y a su blog Memorias Club Deportivo de Bilbao ahora sé que nuestro pastelero criminal fue condenado el 15 de febrero de 1883 a dos años de cárcel por cada uno de los delitos cometidos, «suspensión de todo cargo público, profesión, oficio o derecho de sufragio durante el tiempo de su condena» y a pagar 15.000 pesetas al Banco de Bilbao en concepto de indemnización. Mientras él estuvo en prisión (en Bilbao, Burgos y Ocaña) su mujer pudo recuperar del embargo la mitad de su dote y continuar al frente de Las Delicias, que estuvo abierta al menos hasta 1900. De El Buen Gusto y de la guerra que montaron a basa de tartazos hablaremos otro día.
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