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Heladora Elma del Palacio Real (foto Patrimonio Nacional), ilustración de la misma y folleto de la heladera eléctrica Ametza.
Inventos vascos contra el calor: las heladeras
Historias de Tripasais

Inventos vascos contra el calor: las heladeras

Las máquinas para hacer helado hicieron furor a principios del siglo XX y Euskadi se subió a ese carro industrial con diversos modelos tanto manuales como eléctricos

Miércoles, 16 de agosto 2023, 19:26

Es posible que durante este verano (y a pesar del calor indecente que destilan las calles de Madrid) se animen ustedes a visitar la capital y, de paso, echen un ojo a la recién inaugurada Galería de las Colecciones Reales. Ya que están, a tiro de piedra les quedará el Palacio de Oriente y uno de los espacios museísticos en los que servidora –por si de algo les sirve mi recomendación– más ha disfrutado, cual txerritxa en el barro: la Real Cocina. No importa que sean ustedes republicanos de corazón ni que abominen de todo lo que tenga deje monárquico, lo de menos en esa visita es quién reinaba. O cómo, o cuándo. Lo interesante es recorrer las inmensas salas en las que se guisaba para un regimiento, ver los gigantescos fogones o el horno mecánico capaz de asar tropecientas aves a la vez, descubrir el pequeño escritorio desde el que organizaba las tareas el jefe de cocina (puesto que desempeñaron varios vascos, por cierto), admirar las estanterías llenas de cazuelas, sartenes y moldes de reluciente cobre... y toparse con tres heladeras made in Mondragón.

Las reales cocinas conservan y exhiben con orgullo tres modelos distintos de 'Heladora Elma', la máquina que revolucionó la manera de hacer helados en casa e introdujo en muchísimos hogares de toda España una muestra del ingenio industrial vasco. Lo mismo se utilizaba para hacer limonada de txakoli en las campas del Gorbea que para confeccionar delicadísimos helados en el madrileño Palacio de Oriente: aquel artilugio fue analógico, transversal y casi universal. Lástima que el mérito del invento no sea nuestro. La heladera de manivela salió de la mente de la estadounidense Nancy Maria Donaldson Johnson (1794-1890), quien el 9 de septiembre de 1843 patentó un aparato capaz de congelar líquidos en menos tiempo y con mucho menos esfuerzo del que hasta entonces había sido necesario para esa labor.

De lujo a capricho

El utensilio estaba compuesto por un cubo de madera, un cilindro metálico que se encajaba dentro del mismo, unas palas giratorias, una tapa y una manivela. Dentro del cubo se metía una mezcla de sal con hielo triturado o nieve, mientras que en el recipiente cilíndrico se introducía la crema que se quisiera congelar. Se cerraba la tapa superior y se giraba la manivela, que accionaba el movimiento de las aspas giratorias del interior mantecando la crema a la vez que se iba congelando poco a poco. Puede parecer trabajoso, pero el invento de Donaldson permitía preparar helado o sorbete en unos 30 minutos, todo un récord en comparación con los métodos anteriores.

Aquella genial idea transformó por completo el mundo del helado tanto en el campo profesional como en el ámbito doméstico: lo que hasta aquel momento había sido un alimento de lujo pasó a ser un capricho más o menos asequible y de elaboración sencilla. Basándose en la idea original de aquella señora de Philadelphia en 1923 la empresa 'Cerrajera Moderna ELMA S.A.' de Mondragón (sí, la del mítico molinillo de café) pidió la patente de introducción de «una heladora mecánica de manivela» que con el tiempo se convertiría en el estándar español, la misma que está expuesta en las Reales Cocinas y que aún se utiliza en el concursos de garrafas de Orozko. ELMA editó en los años 50 un pequeño folleto de instrucciones de uso en el que venían también 16 recetas para hacer helado de vainilla, de café, té, chocolate, almendras, nata con fresas, naranja, limón, piña, albaricoque o tutti frutti.

La primera eléctrica

La de Elma fue sin duda la heladera vasca más exitosa, pero no fue la primera. El 16 de noviembre de 1886 el Boletín Oficial de la Propiedad Industrial publicó la concesión de una patente «por una máquina heladora, modelo Azcarrena» a un donostiarra llamado Juan Escala Múgica. Desgraciadamente ni el inventor ni su aparato pasaron a la posteridad. Sí lo hizo otra idea vasca relacionada con la dulce heladería: la máquina eléctrica 'Ametza' de la compañía eibarresa Industrias G. Arizaga S.A..

Actualmente dedicada a la fabricación de piezas por inyección de plásticos, esta sociedad sacó al mercado en 1956 una de las primeras heladeras eléctricas de uso doméstico. De ella sobreviven ejemplares en numerosos museos (por ejemplo en el de la Industria Armera de Eibar) y constaba de una cubeta con motor y aspas incorporadas que –de manera algo precaria, creo yo– debía mantenerse enchufada a la red mientras estaba metida en el congelador. El cable sobresalía por la puerta, pero permitía desentenderse completamente de manivelas y funcionaba ella solita sin tener que darle ni a un mísero botón. El mundo había avanzado una barbaridad.

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