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Lo que el rey de Inglaterra comió en Donostia
Historias de tripasais ·
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Historias de tripasais ·
Eduardo VII visitó la capital guipuzcoana en numerosas ocasiones y al parecer se hizo allí admirador de la gastronomía vascaAna Vega Pérez de Arlucea
Sábado, 1 de diciembre 2018, 00:29
El enero del año 1906 se anunció oficialmente el compromiso matrimonial entre el rey Alfonso XIII y la princesa Victoria Eugenia de Battenberg, nieta de la reina Victoria de Inglaterra. Además del tradicional cotilleo que acarrean los reales casorios, en nuestros periódicos corrieron ríos de tinta refiriéndose a dos cuestiones que ahora nos parecen una tontería pero que entonces tenían su aquel: la novia era rubia y guapísima pero ¡ay! no tenía rango de alteza real debido a un plebeyo antepasado y, aún peor, no era católica.
La pobre Victoria Eugenia tuvo que pasar por el aro de la conversión al catolicismo apostólico y romano, ceremonia que tuvo lugar en el palacio donostiarra de Miramar el 5 de marzo de 1906. Parece ser que la reina madre María Cristina, amante de las playas guipuzcoanas, de las kokotxas y no tanto de las princesas anglicanas, tuvo a Victoria Eugenia en el punto de mira desde el primer día y entre eso y el mal trago de convertirse la novia decidió que a partir de entonces pasarían los veraneos lejos de la suegra, en Santander en vez de en Donostia.
Pero a nosotros lo que nos importa es algo que ocurrió pocos días después de que la futura reina cambiara de fe religiosa. Su tío el rey Eduardo VII de Inglaterra visitó San Sebastián para dar su visto bueno a la operación matrimonial y aprovechó para almorzar allí con Alfonso XIII y María Cristina, suponemos que para debatir cosas como que Victoria Eugenia renunciaría a sus derechos al trono británico y que no le daría ni un duro de dote pero sí el tratamiento de Alteza Real.
Eduardo, de buen diente y oronda figura, era asiduo de los placeres de Biarritz y solía pasar largas temporadas en la costa vasco-francesa. Dada su cercanía a nuestra tierra corren diversas leyendas urbanas que sitúan al monarca inglés poniéndose morado de incógnito en diversas sociedades gastronómicas y tabernas del puerto donostiarra. Sí es cierto que solía hacer excursiones por el litoral vasco y alguna vez se desplazó al Gran Hotel de Zarautz para comer allí y que incluso se le llegó a ver almorzando tranquilamente en algún prado cerca de la carretera, disfrutando del sol y el aire costero.
Veamos ahora qué comió Eduardo VII en aquella visita oficial a Donostia del 10 de marzo de 1906. El menú se redactó en castellano, una novedad impuesta en palacio por Alfonso XIII pocos meses antes, y los vinos servidos fueron de Jerez y Oporto.
Sopa a la Nilson
Huevos a la Polignac
Filetes a la Rossini
Cordero con legumbres
Espárragos con salsa holandesa
Capones de Bayona asados
Ensalada de lechuga
Pastelería y Helados
Cocina artística y casera, nº 2. Madrid, 1917.
Doce moldes o tartaletas muy bien limpios y bien engrasados; para que no se agarren empólvense de perejil picado y trufas; rómpanse doce huevos, que serán bien frescos, se les echa sal y pimienta, y en una placa con un poco de agua en el fondo se meterán en el horno para que se cuajen; una vez cuajados, se sacarán del molde y se pondrán sobre costrones de pan redondos del mismo tamaño y fritos, colocándolos sobre la fuente y se salsean con una española reducida, con trufas picadas, y el resto, en salsera aparte, se servirá a la mesa.
El Amparo, sus platos clásicos. Bilbao, 1930.
Asado y cortado en trozos, se colocan éstos sobre costrones fritos en mantequilla, en forma de rosca o de medallón, colocando sobre cada uno un pedazo de foie-grás con una roncha de trufa, y rellenando el centro con una salsa financiera con bastante tomate, trufas y setas en abundancia. Probar que esté bien la salsa en punto de jerez, de sal y de azúcar, sin que ésta se note ni tenga amargor la salsa.
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