Postal y etiqueta antiguas del Gran Hotel Carlton.
Los orígenes del hotel Carlton
Historias de tripasais ·
Sede de la Lehendakaritza, nido de espías nazis... El establecimiento bilbaíno atesora tanta historia culinaria y hostelera como para dedicarle una serie de artículos. Aquí va la primera remesa
Si se paran ustedes un rato frente al Hotel Carlton verán que los transeúntes se pueden dividir en tres nítidos grupos según sea su reacción respecto al citado establecimiento. Muchos peatones, acostumbrados a la presencia del edificio, pasarán de largo y seguirán con sus quehaceres. Otros harán una levísima pausa en el camino para admirar el magnífico trabajo del arquitecto Manuel María Smith o echarán –esto es más frecuente y humano– un curioso vistazo a lo que entra y sale del hotel: turistas, maletas, invitados de boda.
Si esperamos el tiempo suficiente encontraremos también algún ejemplo de viandante supremo, el que sabe por dónde pisa y lo que hubo aquí antes que él. Esa persona no se fijará en el suntuoso estilo Segundo Imperio con el que se construyó el hotel ni en el uniforme del botones de la entrada, ni siquiera en el brillante hall que se intuye desde el exterior. Lo que hará será observar seis pequeños agujeros abiertos en los peldaños que conducen a la puerta. El astuto transeúnte sabe que son los respiraderos del búnker del lehendakari Aguirre, usado como refugio anti-bombardeos durante la Guerra Civil, cuando el Carlton fue sede del Gobierno Vasco.
El lehendakari José Antonio Aguirre, con miembros de su Gobierno, en el balcón del hotel en una fotografía de 1936.
La historia impregna las paredes de este hotel centenario. Aunque se inauguró oficialmente en 1926, comenzó a construirse en 1919 y antes de alojar a sus primeros huéspedes tuvo una breve trayectoria como edificio de oficinas, emisora de radio y escenario de conferencias y conciertos organizados por el Círculo de Bellas Artes y Ateneo de Bilbao. Por sus pasillos y salones pasearon aparte del lehendakari Aguirre y sus consejeros personajes tan célebres como Federico García Lorca, Gregorio Marañón, Joaquín Rodrigo, Ernest Hemingway, Ava Gardner o Maria Callas.
Fue nido de espías alemanes y testigo de importantes encuentros tanto políticos como empresariales, e incluso se rumorea que existió un misterioso túnel entre sus sótanos y los muelles de la ría. El Carlton guarda infinidad de anécdotas y secretos, pero no todo el mundo sabe que estuvo a punto de ser dedicado a otros menesteres menos hosteleros. O que la elección de su nombre levantó una considerable polémica en Bilbao.
El hall de columnas.
hotel Carlton
A pesar de su boyante economía y de su importancia como foco industrial de la península, en 1918 Bilbao seguía siendo una ciudad de provincias. En comparación con las grandes capitales a la villa del Nervión le faltaba glamour. La falta de establecimientos de lujo provocaba que la burguesía vizcaína viajara a Madrid, Londres o París para lucirse, mientras que los visitantes ilustres que se acercaban a Bizkaia se veían obligados a hospedarse en residencias privadas u hoteles más modestos de lo que desearían.
El Torróntegui, el Arana, el Vizcaya o el Inglaterra no eran equiparables a los rimbombantes hoteles que triunfaban desde finales del siglo XIX entre las élites europeas. El londinense Carlton (1899) o los madrileños Ritz (1910) y Palace (1912) estaban en otra liga, una que incluía ascensores, baños en todas las habitaciones y una ambiciosa oferta gastronómica en la que se mezclaban la alta cocina francesa y los novedosos cocktails americanos. Un gran hotel era un reclamo turístico de primer orden a la vez que un espacio en el que celebrar actos, banquetes o reuniones de alto nivel social, y Bilbao no tenía ninguno.
Vista desde la plaza Moyúa.
Jordi Alemany
Para paliar esa falta se constituyó el 21 de enero de 1919 la sociedad anónima Gran Hotel Carlton, una empresa promovida por la Cámara de Comercio, Industria y Navegación de Bilbao con el objetivo de construir y explotar un gran hotel de primera categoría. Capital social: dos millones y medio de pesetas repartidos en 5.000 acciones. Pusieron dinero casi todos los grandes próceres de la villa (Urquijo, Churruca, Aznar, Chávarri, Sota...), se contrató a Manuel María Smith para diseñar el proyecto y se compró un enorme terreno junto a la Plaza Elíptica.
El problema llegó, como en todas las obras, cuando el presupuesto inicial se quedó corto: el hotel no se levantaría por menos de cinco millones. Los trabajos se paralizaron durante dos años en los que Bilbao fue objeto de mofa por su poca hospitalidad, su incapacidad de terminar un edificio y en resumen, su provincianismo. Pero de esos contratiempos hablaremos más adelante.
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