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Un grupo de turistas observa el salto de agua del Baztan-Bidasoa, una de las postales clásicas de Elizondo.

Luces y sombras en el Baztan

Las visitas guiadas a los escenarios de la trilogía de Dolores Redondo desvelan un territorio en el que conviven la belleza, el misterio y el mito

gaizka olea

Lunes, 11 de marzo 2019, 16:57

¿Hueles ya la primavera? Sin duda estas semanas casi veraniegas animarán a más de uno a buscar destinos en los que disfrutar de la luz... o de las tinieblas. Si eres uno de los lectores de la Trilogía del Baztan de Dolores Redondo (más ... de un millón de ejemplares vendidos) o viste la película basada en la primera novela (unos 600.000 espectadores) quizá sientas la tentación de recorrer con guía las localizaciones en las que se filmaron las escenas para anticiparte a lo que verás en la segunda entrega (se estrenará a finales de este año) y en la tercera (prevista para la primavera de 2020). Y comprobarás cómo el paisaje más hermoso –y en esta comarca navarra abundan– puede transformarse en un espacio de pesadilla.

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Baztan

  • Cómo llegar Elizondo se encuentra a 130 kilómetros de Vitoria y 160 de Bilbao.

Porque nunca se puede desligar este territorio plagado de colinas redondeadas, bosques, praderas y aldeas blancas y encantadoras de su memoria: esta es una tierra propicia a los mitos, a una memoria que, como todas, está plagada de violencia y que, como lugar de frontera, oculta senderos oscuros por los que desfilan presuntas brujas, inquisidores, marginados, fugitivos y contrabandistas, y todos ellos convivieron en el pasado con campesinos y señores feudales de crudo temperamento.

Desde la web de la novelista o desde empresas públicas y privadas se organizan recorridos guiados por los escenarios dibujados por la escritora donostiarra, rutas que combinan el deslumbramiento por un paisaje de ensueño salpicado de caseríos con lugares sombríos, apropiados como pocos para el misterio o el crimen. Desde la alegre Elizondo, capital del valle, hasta los bosques que rodean el valle, el Baztan es una postal de claroscuros: al lado de la luz que ilumina los pastos y las huertas están los hayedos impenetrables de Bertiz, en el que sólo el silencio resulta más atemorizador que los ruidos de las ramas mecidas por el viento o las pisadas en la alfombra de hojas caídas.

Y aún así iremos al Señorío de Bertiz, un parque natural con senderos de diversa dificultad para toda la familia, o volveremos a Elizondo, con su caserío estructurado en paralelo al río Baztan, que más tarde pasa a llamarse Bidasoa, para descubrir el puente y el salto de agua, la foto imprescindible, sus palacios, los caseríos que sobreviven al paso del tiempo, el cementerio o los chocolates de Malkorra.

Nos acercaremos luego a Arizkun, donde la belleza de sus casas y la monumentalidad de la iglesia y el convento no ocultan el eco de la discriminación de los agotes encerrados en el barrio de Bozate, a los que se marginaba de forma brutal: tenían incluso una pila bautismal diferente. Y siguiendo el camino hacia la muga, que aquí nunca ha sido tal, llegaremos a Amaiur, cuya única calle en pendiente conduce sin pérdida hasta las ruinas del castillo donde los navarros que defendían su reino fueron definitivamente derrotados por los castellanos.

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Senderos y oficios

Baztan son 15 pueblos que merecen una visita pausada, con una oferta de actividades tan amplia como las posibilidades de alojamiento y tan atractiva como su gastronomía, una cocina tradicional vasconavarra, a lo que hay que sumar sus tradiciones, la casi infinita cantidad de senderos montañeros que unen las aldeas a través de las primeras y suaves estribaciones del Pirineo. Y caminando por ellos el visitante descubrirá cuevas, cascadas y miradores, al tiempo que cada municipio le reservará varios palacios y templos.

Pero si el objetivo es adentrarse en una cultura rural casi extinta, el Baztan es rico en queserías tradicionales, molinos y oficios que se siguen practicando en contra de lo que dice el progreso. Una visita al museo etnográfico de Baztan, situado en una de las casonas más antiguas del valle y bautizado en honor del escultor Jorge Oteiza, responderá a muchas preguntas. Las otras hay que buscarlas en el silencio de los bosques.

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