Fachada de la catedral de la localidad soriana.

Los mejores derivados del cerdo en El Burgo de Osma

La villa soriana deslumbra con su catedral, sus monumentos y la fiesta gastronómica en torno a los derivados del cerdo

Martes, 18 de enero 2022, 00:31

¿El Burgo de Osma, Soria, en enero, con el frío que pega allí? Cierto, no parece un plan muy excitante, pero la monumental villa castellana siempre es una buena opción de fin de semana, tan cerca, rodeada de atractivos para descubrir su patrimonio, su ... naturaleza... y en la próximas semanas, las jornadas de la matanza. De modo, que ¿quién dijo frío? Durante los fines de semana hasta abril, el hotel restaurante Virrey Palafox organiza una bacanal de derivados del cerdo que está a punto de cumplir su 50 edición, una fiesta en la que los devotos de las recetas contundentes se sienten felices y recompensados.

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Por 55 euros disfrutarán de un amplio menú (una veintena de platos) en la que el cuto manda, por aquello de que del cerdo se aprovecha todo. Es bueno quitarse el miedo de que el comensal más delicado puede levantarse de la mesa con el estómago a punto de reventar, porque las raciones son las justas.

Y además, conviene tener en cuenta que la visita te hará caminar antes y después por las hermosas calles de esta villa catedralicia de unos 5.000 vecinos, repleta de palacios señoriales y hermosos rincones. Pero lo que más impacta de El Burgo de Osma es sin duda la catedral, una inmensa construcción patrocinada por el obispo Juan Díaz, allá por 1232, sobre los restos de un templo románico. El Obispado organiza diversas visitas guiadas (de 4 a 9 euros) y ofrece audioguías (2 euros) todos los días del año, salvo los lunes.

ALBERTO MINGUEZA

Los estilos góticos, renacentistas, barrocos y neoclásicos se amalgaman sin que el edificio pierda su belleza y armonía, algo que se aprecia desde que uno se asoma a la plazoleta que antecede a su fachada. En el interior, retablos, vidrieras, cuadros y frescos dan fe de la inmensa riqueza de los obispos oxonienses, matizada en cambio por la 'modestia', siempre entre comillas, de su cercano palacio episcopal.

El paseo debe seguir por los prados que bordean las orillas del río Ucero, fuera ya de las murallas, para reconocer el entorno de la vieja aldea fortificada. Desde la plazoleta de la catedral se observa la puerta de San Miguel, la única que ha sobrevivido a las sucesivas ampliaciones urbanísticas. De vuelta al casco urbano, el caminante descubrirá sin prisas la hermosa iglesia del Carmen y el Ayuntamiento (siglo XVIII) con las torres que popularizó Juan de Herrera en su obra cumbre del monasterio de El Escorial.

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Llaman la atención el hospital de San Agustín, el hospicio de San José (siglos XVII y XVIII) o la descomunal universidad (siglo XVI), un edificio de planta cuadrada de 53 metros de lado en el que se impartieron estudios de Teología, Filosofía, Derecho y Medicina. Tras sucesivas etapas de cierre y de usos diversos, en la actualidad alberga un hotel-balneario en el que, si no te quieres alojar, merece la pena tomarse un café para descubrir su patio.

El Ayuntamiento de El Burgo de Osma.

A unos pocos kilómetros de El Burgo de Osma se encuentra el castillo, accesible a pie desde el municipio, y que recuerda que esta fue, como tantas otras comarcas de Castilla, tierra de frontera. La fortaleza luce en un otero desde el que se controla la meseta y sus muros, altos y poderosos, resisten al paso del tiempo. No así sus dependencias interiores, que hace tiempo que desaparecieron, y queda el edificio como un cascarón vacío. Construido allá por el año 900, cristianos y musulmanes vertieron sangre para defenderlo o asaltarlo.

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Ya en ese tiempo emplearon unos y otros el cercano puente sobre el río Ucero sin preocuparse posiblemente de sus orígenes romanos, de cuya estructura ya no queda mucho, pues fue modificado en tiempos medievales y en los siglos posteriores.

La ermita de San Bartolomé se alza al pie de los acantilados horadados por el río.

Senderismo en el cañón

A 30 kilómetros al norte de El Burgo de Osma, el río Lobos ha abierto un cañón de deslumbrante belleza que ningún aficionado a la naturaleza y a caminar debería perderse. Son varias las rutas de senderismo trazadas en un parque natural de más de 10.000 hectáreas que comparten Soria y Burgos. Lo más frecuente es seguir el camino por la orilla del río (25 kilómetros) hasta donde alcancen las piernas y los pulmones, aunque hay opciones más cortas, como la que conduce al Castillo o la senda de las Gullurías, ambas circulares, de entre 6 y 9 kilómetros. Merece también la pena echar un vistazo a la ermita templaria de San Bartolomé, aunque no siempre está abierta, y levantar la vista para descubrir (o intentarlo) la nutrida fauna del espacio natural, especialmente las rapaces, y más esquivos, corzos, ardillas, conejos, liebres o jabalíes.

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