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Les contaba aquí la semana pasada, a cuenta de un curioso recetario titulado 'La cocina y la alimentación vasca' (1935), que según ese librito el primer teléfono instalado en Bilbao fue el del mercado de La Ribera. El dato puede parecer una tontería, pero ... en caso de ser cierto demostraría la suprema importancia que la comida tenía para los bilbaínos decimonónicos. Así pues me propuse investigar el fundamento de tal afirmación...
No sufran ustedes intriga ni dolor de barriga: la respuesta es que no, el primer teléfono de Bilbao no se puso en el mercado. Tal y como contó Manuel Montero en este periódico la primera línea telefónica de Bizkaia se tendió en 1882, seis años después de que Alexander Graham Bell patentara el «telégrafo parlante» (tras birlarle la idea al italiano Antonio Meucci). El 21 de junio de 1882 la sociedad Zuricalday Echebarria y Cía. solicitó permiso «para establecer comunicación telefónica entre su oficina de la calle del Correo nº20 y su almacén de vinos, sito en la plazuela de Uribitarte». Ya asomaba por ahí la conexión telefónico-gastronómica.
La obra tenía su intríngulis, porque no planteaban colgar los cables sobre postes sino esconderlos bajo tierra. Había que levantar el empedrado de la calle Correo, del Puente del Arenal y de partes de la calle Buenos Aires (entonces Sierra) y Uribitarte, colocar el cableado y volver a dejar todo como estaba. Un sindiós que además, según dejó claro el consistorio en su autorización (12 de julio de 1882) correría íntegramente a cargo de los interesados. Como aquello iba a costar un riñón se acordó que todos los particulares, empresas o instituciones que quisieran acceder a las comunicaciones telefónicas llegaran a un acuerdo con Juan Zuricalday y Federico Echevarría para compartir gastos.
Enseguida se sumaron la Santa Casa de Misericordia, el comerciante Toribio Ugalde (fundador de la fábrica de harina La Ceres), la compañía Hijos de Gurtubay (sí, los de los bacalaos), Hilario Lund (otro bacaladero)... ¿Ven la sabrosa conexión entre comida y teléfono? Todos ellos querían establecer conexión directa entre sus oficinas del casco viejo y sus almacenes junto a la ría o la estación, nada más.
Las llamadas entre distintos usuarios llegaron después, con la constitución de la Red Telefónica de Bilbao y el uso de un números para cada abonado. El listín más antiguo que conozco es de 1887 y es prueba de la rápida difusión del invento parlante: ya tenía 76 clientes y tres centrales repartidas entre Bilbao, Portugalete y El Desierto. El número 1 era el de don Emilio Campuzano, administrador y representante de la compañía, pero en el listado encontramos desde a representantes de la jet bilbaína hasta al ayuntamiento, la diputación, los bomberos, el periódico El Noticiero Bilbaíno, el farmacéutico Salustiano de Orive (inventor del Licor del Polo) o doña Casilda Iturrizar además de –ojo aquí– el restaurante La Prusiana (teléfono 29), el Café Suizo (35), la Alhóndiga de vinos (49) ¡y la intervención del Mercado! Ésta era la oficina del gerente de La Ribera así que sí, de cierta forma el mercado fue pionero del teléfono aunque no sirviera para hacer pedidos.
El fascinante invento llegó a Vitoria casi a la vez que a la capital vizcaína. Fue don Heraclio Fournier, el patriarca de los naipes, quien solicitó e instaló la primera línea telefónica alavesa: lo hizo también en verano de 1882, para comunicar su despacho en la calle de la Estación con su fábrica de San Prudencio. El listín vitoriano más antiguo que he encontrado es de 1913 e incluía fábricas de harina como El Áncora, la panadería de Araia, tres ultramarinos, una fábrica de chocolate y un restaurant, el de José Elorza situado en la calle Chiquita.
En Bilbao los usuarios fueron más osados: en 1888 ya había quien operaba o admitía pedidos por teléfono. Con apenas 300 números se podía pedir cita en el peluquero, el sastre, el médico o el dentista; departir con corredores de seguros, abogados, banqueros, navieros, horticultores, loteros y estanqueros o comprar directamente en siete ultramarinos y tres confiterías. Éstas eran Hijos de Zuricalday, que afortunadamente sigue existiendo, y dos pastelerías ahora desaparecidas que marcaron época por su calidad y rabiosa rivalidad, tanta que incluso en el listín telefónica iban seguidas una de otra: El Buen Gusto y Las Delicias. De su dulce enfrentamiento les hablaré la próxima semana.
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