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isabel lópez
Lunes, 17 de septiembre 2018, 17:38
Está tan presente en nuestra dieta que casi nunca se habla del pollo. Toda la vida lo hemos comprado entero o por partes, sobre todo pechuga, alas y muslos, aunque desde hace unos años el abanico se ha ampliado a cortes como escalopes, jamoncitos, solomillo, ... chuletillas o medallones. Tanta variedad da idea de la versatilidad que ofrece el pollo en la cocina, un alimento que junto a los huevos es la fuente de proteínas animales más asequibles para el consumidor.
La carne de pollo es baja en grasas, sobre todo si la cocinamos sin la piel. Y su pechuga es el prototipo de carne ligera, fácil de hacer y, eso sí, algo menos sabrosa que los muslos por lo que al cocinarla conviene usar técnicas que la dejen más jugosa. Simples adobos, con perejil y ajo por ejemplo, y marinados, con zumo de limón y especias, ofrecen resultados excelentes en textura y sabor. Las formas de preparar esta carne blanca son tantas como tradiciones gastronómicas hay en el mundo. Pollo hay todo el año, ya no hay temporadas propiamente dichas para consumirlo pero sí es cierto que en verano como más se disfruta es asado, en merenderos al aire libre, en restaurantes o en casa, donde con una simple ensalada la comida adquiere un aire festivo.
Los mejores cocineros abogan ahora por una técnica que consiste en sumergir 12 horas el pollo en un recipiente en la nevera con una mezcla de sal y agua al 6%, es decir 60 gramos de sal por cada litro de agua. Pasado ese tiempo se escurre, lava y seca muy bien, y se introduce en una bandeja en el horno precalentado a 180 grados, metiendo en el interior del ave un limón, una cabeza de ajos partida, tomillo y laurel y frotando la piel con aceite de oliva.
Damos vueltas al pollo para que vaya haciéndose y los últimos minutos subimos la temperatura hasta que quede dorado. ¿El resultado? Un pollo de lo más jugoso y sabroso.
El mercado ofrece distintos tipos de carne de pollo. El de granja es el más común y el más económico; en tres meses se consigue un kilo de esta ave. El de corral o campero tiene la carne más dura. El picantón es apropiado para elaborar pollo a la parrilla por su carne tierna y suave mientras el pollo tomatero, alimentado con tomates frescos, aporta un sabor especial, entre suave y firme. Y el capón puede llegar a los cuatro kilos de peso; su grasa entreverada aporta un aroma específico y es que se utiliza para rellenarlo en los menús navideños. Pero ojo: la carne de pollo es delicada por lo que debe mantenerse bien la cadena de frío. Uno entero y limpio aguanta hasta 48 horas en el frigorífico antes de cocinarlo. Las horas se reducen a 24 si el ave está con sus vísceras ya que estas podrían descomponerse. Nunca hay que lavar el pollo antes de guardarlo en la nevera ya que acelera su deterioro; hay que hacerlo justo antes de prepararlo. Una vez cocinado se puede refrigerar cuatro días como máximo. Y si compramos el pollo en bandejas y tiene líquido en su interior, por la condensación, hay que eliminarlo rápidamente.
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