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Jesús Lens
Martes, 11 de octubre 2022, 00:13
Se los conoce como los 'testículos del árbol', en antiguo náhuatl, lengua primigenia en México. Por la forma del fruto, obviamente. De hecho, en las civilizaciones prehispánicas se consideraba un alimento sagrado, capaz de dar vida. Hablamos del ahuacatl o aguacate, esa especie de piedra filosofal de la nutrición que podemos comer desde por la mañana temprano, untado en las tostadas más saludables; hasta la noche, si nos gusta 'dipear' con un buen guacamole.
Y es que esa pulpa carnosa le da una sabrosa versatilidad al aguacate. Eso sí, mejor que usar los nachos para disfrutar de la salsa mexicana por excelencia es cortar pimiento rojo o zanahoria y aprovechar esos bastoncitos-crudités para darse un doble gustazo… de lo más natural. Hablar de las propiedades del aguacate, que todavía está de temporada en España, es citar la mitad de la farmacopea natural a nuestro alcance, empezando por sus famosas grasas saludables, con su aporte de Omega 3: contribuye a reducir el colesterol malo y es un chute del bueno.
Es estupendo para el corazón y tiene cualidades antiinflamatorias, echa una mano a controlar los niveles de azúcar en el cuerpo y es bueno para la piel. Además, es saciante y ayuda a absorber los nutrientes, por lo que se prescribe en las dietas… a pesar de que sus grasas suponen 160 kcal por cada 100 gramos. Ojo ahí. Son grasas buenas, pero grasas, al fin y a la postre.
No es fácil saber si el aguacate está para tomar o conviene envolverlo en un papel de periódico, junto a un plátano o una manzana, para que la oscuridad y el efecto del etileno lo hagan madurar más rápido. Cuanto más oscuro, más maduro. Ya en casa, quite el rabillo de la fruta: el color oscuro denota que está pasada; el verde, que aún le falta. El amarillo dice 'cómeme'. Para conservar el aguacate abierto, echar un poquito de limón o vinagre y guardar herméticamente para que no se ennegrezca.
Antes de que se termine la temporada, combinar una raja de tomate, una de aguacate y un boquerón de vinagre encima, aderezado con una chispa de AOVE y una pizca de sal, es un bocado imbatible.
De acuerdo con las leyendas aztecas, fue el mismísimo Quetzacoatl, la máxima divinidad del abigarrado panteón mexica, quien habría descubierto a los hombres los secretos del guacamole, una salsa a la que se le suponen propiedades afrodisíacas. El primigenio solo era la mezcla de la pulpa de dos aguacates triturada, un tomate cortado finamente y un chile. Tras la conquista de América empezaron a añadirse otros ingredientes, de la cebolla y el limón a la sal, la pimienta y diversas hierbas aromáticas, como el cilantro. Ojo con abusar de él, eso sí.
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