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Jesús Lens
Miércoles, 29 de enero 2025, 18:31
Hacer o no hacer una dieta de varios días basada en una misma sopa es una decisión muy arriesgada. Más que nada porque, aunque la acompañemos de otros bocados, lo más fácil es que terminemos por cogerle ojeriza. Y la sopa de cebolla no se lo merece. Que una cosa es aprovechar estas semanas para darle una tregua al cuerpo después de los excesos navideños y otra es querer perder en nada de tiempo lo ganado en un mes de celebraciones, banquetes y reuniones familiares o de amigos.
Disfrutemos de una buena sopa de cebolla, o de la famosa porrusalda, otro clásico de estas fechas, pero sin atiborrarnos de ellas mañana, tarde y noche por el ansia de perder… peso.
La sopa de cebolla lleva, además de seis o siete cebollas de las grandes, un par de pimientos verdes igualmente de tamaño XXL, tres tallos de apio que estén maduros, seis tomates, la mitad de un repollo o una col y sal y pimienta al gusto. La combinación de todas estas verduras nos proporciona un caldo que, además de reconfortar en estos días de frío, resulta saciante, diurético, depurativo y muy bajo en calorías. Todo ganancia. Menos de peso, insistamos.
De esta manera, la sopa de cebolla ayuda a eliminar el exceso de líquido retenido por nuestro organismo tras semanas de duro castigo; echa una mano al hígado y a la vesícula en su trabajo, lo que agradecerán ambas glándulas después del trabajo extra de diciembre y el arranque de enero; colabora a eliminar el exceso de gases y estimula la actividad gástrica de nuestro sistema digestivo. Además, es apta para personas con diabetes.
Ojo que con esto no pasa como con la tortilla. Aquí se cambian las tornas, que la tradicional sopa de cebolla de los galos no es precisamente ligera. Saciante sí, claro. Porque atención a los ingredientes que acompañan a las cebollas: AOVE, mantequilla, caldo de carne, rebanadas de pan, harina de trigo, azúcar, brandy o coñac, queso y, ya sí, algo más liviano como el ajo, la sal y la pimienta. Una auténtica bomba de relojería calórica que, sin embargo, en puridad nos permite no mentir si decimos que estamos 'sacrificándonos' con la dieta de la cebolla esta vuelta de enero. La hoy famosa sopa de cebolla francesa tiene su origen más lejano en la lejana Roma. Al principio era consumida por las clases más populares, que las cebollas eran baratas. En tiempos de Luis XVI empezó a 'ennoblecerse' con más ingredientes, pero la entrada del queso gratinado la llevó a otra dimensión. No es de extrañar que Alejandro Dumas la describiera como «una sopa muy querida de los cazadores, gente de mala vida y venerada por los borrachos». Plato reconstituyente como pocos.
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