Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Jesús Lens
Jueves, 27 de junio 2024, 20:19
Muy habitual en las tabernas de Cádiz desde hace tiempo, las ortiguillas están cada vez más extendidas y se pueden encontrar en bares y restaurantes 'marineros' de diferentes puntos de nuestras costas, sobre todo en Andalucía. ¿Quiere usted averiguar cómo y a qué sabe el mar, pero no tiene ganas de darle una 'tragantá'? Pues unas ortiguillas bien emborrizadas y fritas le darán la respuesta.
Hablamos de un bocado que se hace con anémonas, ese organismo marino que es más fácil de describir por lo que no es que por lo que efectivamente sí es. No es un alga. No es una medusa. No es una planta. Y, aunque hay quienes sostienen que es marisco o molusco, se trata de un animal invertebrado con aspecto de 'arbolito' que permanece adherido a las rocas marinas y que se alimenta de los pequeños peces y moluscos que se ponen a tiro de sus venenosos filamentos, con propiedades urticantes, de ahí su nombre picoso.
No es de extrañar, por tanto, su sabor yodado y a maresía, el proverbial aroma a mar. Entre las propiedades de las ortiguillas: que apenas tienen grasas ni calorías y sí aportan numerosas proteínas, además de colesterol del bueno. Tienen efectos antioxidantes que resultan cardiosaludables y algunos minerales. Pero uno no va a probar este tipo de bocado tan raro y excepcional por sus propiedades, precisamente. Lo que importa es el sabor. Y la textura. Y son excelentes. Sabor a mar, como dijimos, y si están bien fritas, como ahora explicamos, deben quedar muy crujientes por fuera y cremosas por dentro, al estilo de la bechamel de las mejores croquetas.
En el caso de las ortiguillas no podemos decir que sean un bocado que cuente con cientos de años de historia. Se trata de un alimento que nació de la necesidad: durante la dura posguerra, a partir de los años 40 del pasado siglo, cuando tan difícil era encontrar nada que llevarse a la boca, hubo intrépidos pescadores que decidieron probar a ver si se podía hacer algo comestible con esas anémonas tan vistosas. Hoy día se conceden licencias para su captura, que resulta procelosa y arriesgada por la cuestión del picor.
Las ortiguillas clásicas se preparan en fritura, en forma de buñuelo. Los filamentos de la anémona, que dejan de tener efecto urticante con el tiempo, se enharinan y se fríen en AOVE muy caliente durante 2/3 minutos. Y listas para comer, solas o acompañadas de un toque de mayonesa, tomate cherry o huevo. Se pueden incluir en diferentes platos, como en las paellas y los arroces caldosos, a los que aportan su profundo sabor a mar. Hay restaurantes especializados que las usan para hacer tortillitas o incluso tartares, revueltas con huevo y rollitos al estilo vietnamita.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.