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Higos, una fruta con mucha fibra que apenas lleva grasas o proteínas

Higos, una fruta con mucha fibra que apenas lleva grasas o proteínas

Conocida como la fruta de los filósofos en Grecia, el higo fresco es dulce, sabroso y ayuda con las digestiones en el verano

jesús lens

Jueves, 18 de agosto 2022, 00:25

Es una de las frutas del verano por excelencia. Agosto, calor, el feroz cantar de la chicharra y el dulce sabor de los higos recién cogidos del árbol conforman un todo inseparable. Entre agosto y septiembre es su momento óptimo. No aguantan en la nevera más de dos o tres días porque su piel es débil y hay que asegurarse de que están en su punto al adquirirlos, dado que una vez arrancados del árbol, no siguen madurando. Los mejores: bien negros y con sus proverbiales rajas blancas, reventones.

En puridad, los higos no son una fruta como tal, sino una infrutescencia o conjunto de frutos. Una especie de flor invertida con sus semillas, llamadas 'aquenios' y que le dan ese toque crujiente tan característico a una fruta muy dulce y golosa. Originario de Asia y extendido por todo el Mediterráneo, el higo acompaña al ser humano desde hace aproximadamente 9.000 años. Es especialmente valorado en Grecia, donde se le conoce como la fruta de los filósofos.

Entre las propiedades nutricionales más destacadas de los higos está su alto contenido en fibra, por lo que son excelentes para la digestión, incluso con un punto laxante. Incluyen cradina, un fermento digestivo. Su proverbial sabor dulce y el chute de energía que insufla al cuerpo provienen de hidratos de carbono como la sacarosa, la fructosa o la glucosa, pero el 80% del higo es agua y apenas tiene grasas o proteínas. Fresco, el higo no tiene demasiado aporte calórico (74 calorías por cada 100 gramos), pero ojo con los higos secos.

Antes de los avances de la genética, las avispas era necesarias para polinizar el higo. La fruta se convertía en la razón de ser de unos insectos que, sin embargo, en su interior encontraban una especie de prisión de la que no podían escapar. La avispa hembra y madura entraba en el higo inmaduro a través de un pequeño agujero para depositar sus huevos. Además, deja el polen del higo original donde nació. En el esfuerzo pierde las alas, por lo que muere dentro de la fruta.

Secos, todo el año

Como la temporada de higos es corta y su vida efímera, se pueden desecar, al estilo de las uvas pasas, para darles una segunda vida. Originalmente se aplastaban con la mano y se colocaban sobre cañizos expuestos al sol, dejándolos varios días expuestos a temperaturas de más de 30 grados. El higo pierde así casi toda su agua y acumula más calcio e hidratos de carbono y, por ende, más calorías, hasta 250 cada 100 gramos. Su alto contenido en azúcares actúa como conservante natural y permite la conservación del higo seco a lo largo de todo el año.

Los higos chumbos son en cambio un fruto en peligro de extinción, cuando era otro de los sabores proverbiales del verano. Propio de climas áridos, el fruto de la chumbera o nopal es famoso por sus espinas y por su capacidad hidratante, que tiene agua, fibra y vitaminas.

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