Sardinera en torno a 1910. GureGipuzkoa CC BY-SA.

Concurso de sardineras frescués

Historias de tripasais ·

Durante los años 30 se programó en las fiestas de Bilbao una competición de pregoneras de pescado

Ana Vega Pérez de Arlucea

Lunes, 27 de agosto 2018, 18:17

De Santurce, de las que receta el médico para los enfermos! ¡De vara y media, coleando! ¡De la lancha de Peleón! Estas frases, lanzadas a voz en grito y alternadas con algún improperio, formaron parte del paisaje acústico urbano durante siglos. Las sardineras recogían la ... mercancía a primera hora y se paseaban por pueblos y ciudades, con la cesta en la cabeza y la falda remangá, pregonando las bondades del producto. Las compradoras se asomaban a la ventana y se sucedía un tira y afloja, un «bájame el precio», un «ni soñarlo, rica» que alegraba las calles gracias a un prolongado regateo.

Publicidad

A Bilbao llegaban andando desde Santurce y Las Arenas, luciendo la pantorrilla como dice la canción, cuadrillas de sardineras que alborotaban la ciudad. La llegada del tranvía a finales del siglo XIX hizo la vida de estas mujeres más fácil pero al parecer diluyó un poco la tradición, atrayendo al negocio a vendedoras inexpertas con menos gracia y bastante menos mala leche.

Para honrar la costumbre sardineril y el oficio, se organizó el 18 de agosto de 1930 el primer concurso de pregoneras de pescado de Bizkaia. Justo es decir que la idea se la copiamos a los donostiarras, que montaron una competición durante su Semana Vasca. En la capital guipuzcoana se disputaron el trono vendedoras de besugo, chipirones o merluza, mientras que el torneo bilbaíno se limitó a las expertas en sardina. La idea triunfó y en años posteriores se multiplicaron estos eventos en Santurce, San Sebastián, Santander y Llanes, repitiéndose también en Bilbao aunque, como veremos, la edición más famosa fue la de 1930 por el cisco en torno al veredicto.

Se trataba de encontrar a la sardinera que mejor promocionara su mercancía desde el punto de vista artístico y típico del voceo. El jurado, compuesto por miembros de la comisión de festejos y de la banda municipal, valoraría la gracia del pregón, el donaire del canto y la facilidad de réplica de las concursantes, quienes contarían con una parte de lucimiento individual y otra de diálogo con una hipotética compradora. El concurso se celebró en la Plaza Nueva (entonces con jardín y kiosko central) ante un público que abarrotaba los balcones, pórticos y alrededores. A las doce menos veinte del domingo 18 de agosto llegaron los jueces y las diez contendientes, que participaron en el siguiente orden: Antolina, María y Ernestina Ordorica, santurtziarras y de la misma familia, Josefa Aguirre de Algorta, María Lapuente de Santurtzi, Fermina Martínez, Inocencia Besga, Adela Fernández y Juana Picabea (de Bilbao) y por último la santurtziarra Jesusa Urquiaga.

Sale a la plaza el torero

Tal y como cuenta la prensa, «las vendedoras, provistas de cesta sobre la cabeza y con las alpargatas al cinto, vocearon la mercancía por el círculo interior de la plaza. Desde el kiosko las interrogaba una supuesta compradora y a través de este parlamento se destacaron algunas de ellas, lanzando al aire pregones pintorescos de su cosecha y provocando la hilaridad del público. Alguna vendedora hubo que con su floreado pregón pudo dar tema para una sinfonía». «¡Sardiña frescué, sardiñaaaaa! ¿A cómo? A sinco reales dosena ya te daré. A real se las pago, no más. ¿Robadas crees que te traigo o qué?».

Publicidad

Los espectadores aplaudieron a rabiar, sobre todo al oír la mítica 'Desde Santurce a Bilbao' entonada por una de las participantes y cuando el torero aragonés Nicanor Villalta, asistente al espectáculo desde el balcón de un hotel, obsequió a las sardineras tirándoles un billete. También llamó la atención del gentío, formado en gran parte por turistas, la intervención en euskera de Josefa Aguirre. Al final el jurado dio el primer premio (75 pesetazas, nada menos) a María Ordorica, otorgando 50, 40, 25 y 15 pesetas a las siguientes clasificadas y dos duros a las restantes.

En manifestación

Lo realmente llamativo de la edición de 1930 fue lo que vino después, que apareció en los periódicos nacionales. Resultó que las sardineras no quedaron conformes con el veredicto y montaron una revolución. No se sabe si por riñas personales o un quítame allá Santurce o Bilbao, la cosa es que al día siguiente se juntaron en el mercado de la Ribera y comenzaron a despellejar a la ganadora. Que si no se lo merece, que si ésta de aquí lo hizo mucho mejor… Ni cortas ni perezosas se presentaron de nuevo en la Plaza Nueva frente a un local al que solían acudir varios concejales y allí dejaron ruidosamente clara su disconformidad con el fallo de los jueces.

Publicidad

«La manifestación recorrió las calles con jaranera algarabía, y ya en el punto de destino, la presunta favorita, rodeada de sus admiradoras, protestó con gracia por haberle sido arrebatado un galardón que mereció más que ninguna». Al ruido de las sardineras indignadas se alborotó la plaza, se poblaron los balcones y se volvió a asomar vestido de luces Nicanor Villalta, en honor del cual y recordando lo del billete, las manifestantes cantaron y bailaron como locas.

Se disolvieron pacíficamente, no sin antes vociferar que «esta jotita, señores, la canto de mala gana, por no haberme dado el premio que era mío ayer mañana». Literal. Qué pena que hayamos perdido ese salero.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Accede todo un mes por solo 0,99€

Publicidad