
Comida, miedo y el canibalismo de patera
La artista navarra Greta Alfaro llama la atención sobre los problemas de nuestra sociedad con un mensaje transgresor ·
La artista navarra Greta Alfaro llama la atención sobre los problemas de nuestra sociedad con un mensaje transgresor ·
Julián Méndez
Jueves, 20 de marzo 2025
Se llama Greta Alfaro y es una artista navarra. Una pedazo de artista navarra. Asistí, pasmado (como el rey de Torrente Ballester) a esa especie de monólogo (muy inteligente), estilo club de la tragicomedia con imágenes, que nos regaló en la última edición de Diálogos de Cocina, en Donosti. El encuentro giraba sobre el miedo. Comida y miedo. Cocina y miedo.
Publicidad
Comenzó Greta por hablar de la masa. Y proyectó la imagen del increíble Hulk dibujado por Jack Kirby para Marvel. La portada del número 35, La vuelta del hombre de cobalto, en una imagen sacada de la web de la librería Clío que lo vende (con un garabato en la portada), por 9,99 euros. «Soy la primera señora de la mañana. Me siento. Estoy hablando enfrente de la masa. Una masa informe. ¿Es la de pan? Mi padre era panadero y me imaginaba a la masa humana en una artesa. ¿Y los medios de masas? ¿La panadería con sus medios? Hemos pasado de los medios de masas a las redes sociales. Que son amasadoras de cerebros. Y dan miedo. ¿Miedo? Sois masa. Puedo comeros», retó.
Greta aparece en una fotografía en la pantalla, a sus espaldas. Allí dentro. Desnuda. «Soy mujer».
Habló Greta de dictadores. «¿Una dictadora? No ha habido ninguna. A los dictadores les votan en masa. Los sacerdotes dan miedo. Algunos (silencio), mucho». Alfaro es (N)avarra territorio, como es sabido, muy católico y cuna del Opus Dei. Y, también, de lo opuesto.
Le gustaría, dijo Greta, ser «sacerdotisa». Pero de una misa negra o de un akelarre clásico, una performance que, incluye, avisó a desinformad@s y brujas sin ilustrar, «besarle el culo al diablo». «Y comer fetos y bebés ya creciditos».
Surfeó Greta por el miedo a la oscuridad pero, sobre todo, por el terror a no saber. «La ignorancia da mucho miedo... igual que la desinformación», nos advirtió. Y nos contó que le gusta pasear por las noches por el campo donde vive. Sola. Y que tiene miedo (superado) a que se la coman los animales salvajes si la identifican con un animal. «Los imagino. No me comen. No les intereso, me ven, me huelen».
Publicidad
Al tiempo proyectó un vídeo, In Ictu Oculi, del año 2009, que pueden ver en Vimeo. Diez minutos. Un caso. Se ve una gran mesa dispuesta como para un banquete campestre o para una boda en familia. Sillas, mantel blanco, botellas, copas, platos y, en el centro, lo que parece una cabeza de cerdo o un asado. No sé.
Empiezan a aparecer buitres. Sus siluetas a dos patas se recortan contra un paisaje con almendros pelados, arbustos y monte bajo en taludes y laderas. (Es Fitero, lugar de nacimiento de la madre de la artista, y el lugar se llama Roscas). Los buitres (Gyps fulvus) picotean el suelo agitando sus mondos cuellos.
Publicidad
Poco a poco van llegando más convidados que van haciéndose un hueco a costa de los primeros. Uno, curioso, o más hambriento, se encarama a una silla. Otro ansioso sube a la mesa. Su ejemplo es seguido por unos cuantos; voraces, derriban botellas, rompen platos, hacen girones el mantel, atacan y degluten sin descanso las vituallas dispuestas para el convite. Frenesí caníbal.
In Ictu Oculi, latín, se traduciría como en un abrir y cerrar de ojos y lleva el mismo título de un famoso cuadro de Juan de Valdés que resume, como pocos, la fugacidad y las miserias de la vida.
Greta Alfaro me explicaría luego que, en la primera ocasión que prepararon el banquete, los buitres no aparecieron. Que tuvieron que esperar dos semanas. Sobre la mesa había un cochinillo, codornices, platos de sopa, una fuente con pollo asado, fiambres, espárragos, jamón y botellas de vino tinto y de champán.
Publicidad
Saltó la artista a Orwell. 1984. En el libro son las ratas las que comen. «El miedo a que nos coman. Y, también, a que nos coman muertos», aireó. Proyecta Greta a sus espaldas el cuadro de la balsa de la Medusa de Géricault (Le Radeau de la Méduse), una de las joyas del Louvre, con los náufragos que se han alimentado de sus camaradas antes de recibir el auxilio de un navío que se les acerca con todo el trapo en las vergas.
«Eso mismo pasa ahora. Pero no nos lo cuentan. Pasa en el Mediterráneo. La gente que viene muere y se comen a sus muertos», dijo.
El mazazo de la artista encendió mis alarmas. Decidí escribir sobre esa frase. ¿Era cierto lo que había dicho Greta? ¿Los emigrantes africanos, a la deriva en sus pateras, sin comida ni combustible, se alimentan de los cuerpos de los muertos para sobrevivir?
Publicidad
Pregunté al antropólogo alavés Jesús Prieto Mendaza, hombre de la Montaña Alavesa, colaborador de este periódico, y que lleva 20 años investigando sobre el terreno sobre el flujo de estas personas. «Puede que haya habido algún caso, pero nunca, nunca hemos oído nada. Ni siquiera de personas que han viajado en patera a Francia y que luego han escrito sus vivencias. Hay algunos comentarios al respecto provenientes de grupúsculos de extrema derecha, pero nada, nada, contrastado desde 2008, cuando empezaron a llegar pateras. Nunca jamás se me ha referido un caso», insistió.
«He visto muchas pateras, he estado en los campamentos de Castillejos, de Gurugú, donde no tienen qué comer. Nadie, ni la Guardia Civil, ni la Cruz Roja ni las ONG ni los marineros de Denia y otras localidades que los localizan o trabajan con ellos tienen constancia de que esto suceda. Hemos visto cayucos que llevaban seis días a la deriva, con gente muerta a bordo. Los supervivientes tenían quemaduras terribles, con los pies devorados por el salitre. Han llegado a Los Cristianos, en el sur de Tenerife, en un estado total de postración, sin poder moverse. Parecen cadáveres, pero están vivos. Sabemos que llevan arroz blanco y pan para comer. Todos tienen su móvil y llevan GPS. Son musulmanes y también llevan consigo sábanas blancas con las que cubren los cuerpos de quienes fallecen en la travesía antes de arrojarlos al mar», asegura Prieto Mendaza. Insisto. «Podría ser posible, claro, en travesías más largas, en el Atlántico. Pero no hay ninguna evidencia».
Noticia Patrocinada
«Lo del canibalismo era una metáfora; una manera de llamar la atención. Parece que siempre es el otro el que hace las cosas. Pero todos somos el otro. Lo cierto es que vivimos de espaldas a una tragedia humanitaria gigantesca», indicó Greta Alfaro Yanguas cuando le referí mi diálogo con el antropólogo alavés.
En San Sebastián, Greta Alfaro traería a colación la sociedad de la nieve constituida por mera supervivencia por los jugadores de rugby uruguayos del Old Christians de Carrasco en los Andes, por Atapuerca y el canibalismo ritual de los mexicas que nos han regalado el pozole, gran guiso. «Comían todos. ¿Cuáles eran las mejores piezas para cocinar? ¿Hay recetas caníbales? ¿Dirían, cómo cocinaba tu abuela el guiso de rodilla de niño?», preguntaba Greta, entre la provocación, la guasa y la gastronomía.
Publicidad
En 1928, nos dijo también, nació el Manifiesto Antropófago de Andrade en Brasil, consecuencia última de la muerte e ingesta por los indios tupí (o caetés) del primer obispo brasileiro, Pero Fernandes de Sardinha (aquí Greta Alfaro no quiso hacer sangre). «Los evangelizó y llevaron a la práctica, a lo literal, la Eucaristía», señaló Alfaro (Pamplona, 1977). Pasemos de puntillas por Pan y el pánico (y por la multiplicación de los panes, «los panecillos», como muy bien dijo la artista) y vayamos a lo profundo de la transubstanciación: comer y beber la carne y la sangre de Cristo.
De ahí, a las imágenes de Cristos yacentes, sangrantes, crucificados, rebosantes de hemoglobina, fluidos y dolor. «Jesucristo como para abrir el apetito: un chuletón sangrante», apuntó mostrando una hermosísima obra de un Cristo doliente, obra del imaginero gallego Gregorio Fernández, al que Alfaro mostró su absoluta admiración.
Publicidad
La becada en el Instituto de Roma terminó invitándonos a los asistentes a donar sangre en la unidad instalada en las afueras del Basque Culinary Center. «Es una manera de alimentar a otras personas». Cierto. De vida.
Accede todo un mes por solo 0,99€
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Te puede interesar
El mejor restaurante de comida sin gluten de España está en Valladolid
El Norte de Castilla
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.